Ciudad del Vaticano, 23 de septiembre de 2015 (Vis).-''La presencia de Dios en nuestra vida nunca nos deja quietos, siempre nos motiva al movimiento. Cuando Dios visita, siempre nos saca de casa. Visitados para visitar, encontrados para encontrar, amados para amar'', dijo ayer el Papa Francisco en su última homilía pronunciada en tierra cubana, durante la misa celebrada en la basílica menor del Santuario Nacional de la Virgen del Cobre.
El Pontífice comentó el evangelio que narraba el episodio de la visitación de María a su prima Isabel. ''María fue de prisa, paso lento pero constante -observó el Obispo de Roma- pasos que saben a dónde van; pasos que no corren para ''llegar'' rápido o van demasiado despacio como para no ''arribar'' jamás. María, la primera discípula, visitada ha salido a visitar. Y desde ese primer día ha sido siempre su característica peculiar Estas tierras también fueron visitadas por su maternal presencia. La patria cubana nació y creció al calor de la devoción a la Virgen de la Caridad''.
Y Francisco recordó lo que escribían los cubanos hace cien años cuando pedían al Papa Benedicto XV que declarara a la Virgen de la Caridad Patrona de Cuba:''Ni las desgracias ni las penurias lograron “apagar” la fe y el amor que nuestro pueblo católico profesa a esa Virgen, sino que, en las mayores vicisitudes de la vida, cuando más cercana estaba la muerte o más próxima la desesperación, surgió siempre como luz disipadora de todo peligro, como rocío consolador…, la visión de esa Virgen bendita''.
Así, desde el santuario que guarda la memoria del pueblo de Dios en Cuba, María ''custodia nuestras raíces, nuestra identidad, para que no nos perdamos en los caminos de la desesperanza. El alma del pueblo cubano, como acabamos de escuchar, fue forjada entre dolores, penurias que no lograron apagar la fe, esa fe que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas que siguieron haciendo posible, en lo cotidiano del hogar, la presencia viva de Dios; la presencia del Padre que libera, fortalece, sana, da coraje y que es refugio seguro y signo de nueva resurrección. Abuelas, madres, y tantos otros que con ternura y cariño fueron signos de visitación, como María, de valentía, de fe para sus nietos, en sus familias''.
''Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño -subrayó el Pontífice- Estamos invitados a vivir la revolución de la ternura como María, Madre de la Caridad. Estamos invitados a ''salir de casa'', a tener los ojos y el corazón abierto a los demás. Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre projimidad, que se hace siempre compasión –que no es lástima, es padecer con, para liberar- y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás... Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos''.
''Como María, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad de un pueblo noble y digno. Como María, Madre de la Caridad, queremos ser una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación. Como María, queremos ser una Iglesia que sepa acompañar todas las situaciones ''embarazosas'' de nuestra gente, comprometidos con la vida, la cultura, la sociedad, no borrándonos sino caminando con nuestros hermanos, todos juntos. Todos juntos, sirviendo, ayudando. Todos hijos de Dios, hijos de María, hijos de esta noble tierra cubana''.
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