P. Demetrio Vargas Gómez, MSP
Nuestra época, con su secularización absorbente, se levanta desafiante como una vez lo hacían los leones en las áreas donde se ponían a prueba la fe de los cristianos en los primeros siglos de la iglesia.
A pesar de todo, aquellos primeros cristianos no se dejaron robar el tesoro de la fe; antes bien, se regocijaron en medio del sufrimiento que tuvieron que padecer. Hoy los peligros que amenazan la fe no son los tan diferentes, pues los enemigos del cristianismo siguen trabajando y no se terminan. Así, el reto más grande que enfrenta la iglesia actual es como transmitir esta realidad, el tesoro de la iglesia: ¡Jesucristo vive!
¿Cómo hacer entender que el trabajo de la iglesia no consiste en defender una doctrina?
Necesitamos pensar en aquello que había en los corazones de los primeros cristianos que fueron capases de ver más allá del miedo que les provocaba el de estar delante de la fieras y de los poderosos insolentes que pretendieron hacer que renunciaran a su fe. ¿Qué fue lo que motivo aquellos cristianos a mantenerse de pie ante el ataque de las bestias que sin piedad los devoraban? Terminar de esa manera era un aparente fracaso, pero gracias a ellos nosotros recibimos la fe que profesamos y que ahora nos toca trasmitir a otros. Para ello debemos descubrir que las riquezas de la fe no están en la modalidad de un rito, ni en los conceptos impresionantes de quienes dirigen a la iglesia. No se trata, tampoco, de contestar los gustos de alguien, pues el mensaje que se custodia ha sido dado por Dios mismo.
Lamentablemente, nuestras comunidades, en general, no buscan la misa por aquel que se hace presente en ella, si no por el rito. A este lo califican de <<bonito>> según como vean al sacerdote que celebra. Pero Jesús no es visto. Esto no necesariamente es culpa de la gente, pues es el pastor el que debe alimentar a las ovejas y no al revés. A veces los mismos pastores parecen estar desnutridos y, quizá por ello, no pueden tampoco alimentar bien a las ovejas.
Tenemos en la celebración de la Eucaristía la lectura de la palabra de Dios, pero es necesario fomentar más su meditación en las casas y en otras partes donde los cristianos se reúnen. ¿Por qué esperar hasta el domingo siguiente para escuchar nuevamente a Dios que habla a través de su palabra? Las familias pueden reunirse a determinadas horas del día a leer y reflexionar la Sagrada Escritura. Cada uno podría tener su Biblia personal.
Algunos pequeños empresarios que tienen principios cristianos reúnen de vez en cuando a sus trabajadores para meditar algún texto bíblico, pero hace falta fomentar más estas reuniones. No son una perdida para la empresa, al contrario, pues es mucho más productivo un auténtico cristiano que un cristiano mediocre. Hacen falta maestros cristianos que no tengan miedo de leer la Biblia en clase, sobre todo en algunas materias. El verdadero hombre, el verdadero profesional, se hace con Dios y lleva hacia Él; en cambio, quien no tiene a Dios, puede llegar a ser fuerte de desgracia y soledad, por no vivir los valores que emanan del Evangelio.
Si en la iglesia no trabajamos fuertemente, alimentándonos con la palabra de Dios y la oración, no daremos una solución real, de raíz, a todos aquellos vicios que destruyen a la sociedad.
DE: Inquietud Nueva julio-agosto 2014 #178.
Capturado por: Hermano Sergio Alberto Santiago Vargas.
Grupo: CERS Parroquia María Auxiliadora.
Diócesis de Tuxpan, Veracruz.
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