Hermanos Misioneros Servidores de la Palabra
Fundador: P. Luis Butera Vullo
Nació en Marianópoli, Italia, el 22 de mayo de 1932.
A fines de 1945 ingresó al seminario de Caltanisetta. Durante los años de formación sacerdotal experimentó un fuerte llamado a la vida misionera: el continente africano ejercía en él una viva atracción, por lo que en 1956 decidió ingresar al Instituto de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús (Combonianos).
Fue ordenado sacerdote en la catedral de Milán el 2 de abril de 1960.
El 1 de noviembre de 1963 llegó a México, y estuvo dos años en Sahuayo, Mich., como Vice-rector del seminario misionero. Luego fue nombrado director de la revista Aguiluchos y redactor de Esquila Misional. Dos años después, en diciembre de 1967, fue enviado a las misiones de Baja California Sur y allá, durante tres años, ocupó los cargos de Vicario de la Catedral de la Paz, Rector de la Iglesia del Sagrado Corazón, Director diocesano de los Cursillos de Cristiandad, Director del oficio de catequesis y Secretario del consejo presbiteral.
P. Luis predicando la Palabra de DiosLuego de siete años de estar en tierras mexicanas, fue de vacaciones a Italia, y allá tomó un curso sobre el Concilio Vaticano II, durante tres meses, en el Centro Internacional del «Mundo Mejor». Al término de este curso, sus superiores combonianos lo enviaron a visitar las misiones de África durante 45 días.
De regreso a México fue nombrado Secretario Provincial de la Animación Misional y Director de la revista Esquila Misional. En 1975 fue elegido como representante de la provincia en el Capítulo General de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, que se celebró en Roma.
Nacen los Servidores de la Palabra: Misioneros Servidores de la Palabra (MSP), Hermanas Misioneras Servidoras de la Palabra (HMSP) y Movimiento Misionero Servidores de la Palabra (MMSP)
En 1978, nuestro fundador dio vida al Centro Comboniano de Evangelización, que inició produciendo casettes, libros y folletos de evangelización. Este Centro despertó un fuerte deseo de evangelización en muchos jóvenes y adultos, así que el p. Luis comenzó a organizar un movimiento de laicos.
A fines de 1981 los superiores combonianos le aconsejaron llevar adelante este apostolado con los jóvenes bajo la responsabilidad de un obispo. Así lo hizo, y el movimiento laical por él iniciado fue tomando consistencia en la diócesis de Cuautitlán-Izcalli, al mismo tiempo en que ocupó el cargo de párroco en la población de San José el Vidrio, ambas localidades en el Estado de México.
Queriendo el fundador dar un nombre al movimiento laical, centró su atención en el texto de Lc 1, 2: «...tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y Servidores de la Palabra...».
Misionero predicando con la Biblia en la manoLos misioneros laicos hacían una promesa pública de evangelizar por un año a tiempo completo; en dicha promesa se manifestaba el propósito de acompañar la predicación con el testimonio de una vida inspirada en los consejos evangélicos.
Algunos jóvenes del movimiento, que tenían más de tres años evangelizando, pidieron al padre Luis que les brindara el apoyo para poder entregarse a la evangelización durante toda la vida y de una manera más radical, por lo que el padre comenzó a considerar las posibilidades para atender a las demandas de estos jóvenes. Fue así que el 26 de marzo de 1984 el Obispo de la diócesis de Cuautitlán, Mons. Manuel Samaniego Barriga, los erigió como una Asociación Pública Clerical.
Aprobación diocesanaLa forma de vida que se llevaba en estas comunidades laicales era muy especial: todos ellos hacían un tiempo de noviciado antes de ingresar a la respectiva comunidad, para lo que se comprometían mediante votos y haciendo vida en común. Al cabo de siete años, el fundador estimó necesario estructurar su estilo de vida en dos Institutos de Vida Consagrada para las misiones. El último domingo de octubre de 1990, en ocasión de la fiesta de Cristo Misionero, se adoptó oficialmente la forma religiosa.
Después que la Santa Sede aprobó las Constituciones, el 6 de junio de 1997 –Fiesta del Sagrado Corazón–, el Ordinario del lugar erigió la Asociación Pública Clerical en Institutos Religiosos de Derecho Diocesano: Misioneros Servidores de la Palabra y Hermanas Misioneras Servidoras de la Palabra, respectivamente.
Celebración El 22 de febrero de 2008 la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, con la aprobación de Su Santidad el Papa Benedicto XVI, erigió nuestras comunidades como Institutos Religiosos de Derecho Pontificio.
Ambas comunidades, aunque gozamos de independencia jurídica, compartimos el mismo carisma fundante: «evangelizar –con la Biblia en la mano– a los laicos para evangelizar con los laicos». Por ello nos encargamos de formar a jóvenes laicos de ambos sexos que, luego de un periodo de formación de seis meses, hacen una promesa pública de dedicar un año de su vida, a tiempo completo, para la evangelización. Ellos son el Movimiento Misionero Servidores de la Palabra (MMSP), que actualmente están presentes en todos los países donde los MSP y las HMSP realizan también su apostolado.
Finalidad
Movimiento Miisonero Servidores de la PalabraLa finalidad específica de los Servidores de la Palabra, religiosos y laicos de ambos sexos, es evangelizar a todos los pueblos: «así como el Padre me envió a mí, así los envío a ustedes» (Jn 20, 21). Con ello, nos proponemos despertar la necesidad de vivir conforme a los valores evangélicos mediante la predicación. Nuestro texto fundamental de evangelización es la Biblia, mensaje vivo de salvación, y nos servimos, además, de los manuales de evangelización escritos por nuestro fundador.
Hoy, como en todos los tiempos, asistimos al fenómeno sobrenatural de una Palabra poderosa que mueve a los jóvenes, exigiéndoles desprendimiento, austeridad, cambio de vida y entrega total. Es por eso que los Servidores de la Palabra estamos convencidos de que cada evangelizado debe, de alguna manera, convertirse en evangelizador:
Ocupándose en llevar el anuncio evangélico de conversión o kerigma a todos los que no lo han recibido, incluyendo a los bautizados, pues de ello depende su crecimiento en la fe;
Adaptándose a los ambientes para hacer eficaz este kerigma;
Valiéndose, además de la predicación directa, de los medios de comunicación.
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