agosto 2014

Oración por los Abuelos
Papa Benedicto XVI


Señor Jesús, tu naciste de la Virgen María, hija de San Joaquín y Santa Ana. Mira con amor a los abuelos de todo el mundo.

¡Protégelos! Son una fuente de enriquecimiento para las familias, para la Iglesia y para toda la sociedad. ¡Sostenlos! Que cuando envejezcan sigan siendo para sus familias pilares fuertes de la fe evangélica, custodios de los nobles ideales, hogareños, tesoros vivos de sólidas tradiciones religiosas.

Haz que sean maestros de sabiduría y valentía, que transmitan a generaciones futuras los frutos de su madura experiencia humana y espiritual.

Señor Jesús, ayuda a las familias y a la sociedad a valorar la presencia y el papel de los abuelos. Qué jamás sean ignorados o excluidos, sino que siempre encuentren respeto y amor.

Ayúdales a vivir serenamente y a sentirse acogidos durante todos los años de vida que les concedas.

María, Madre de todos los vivientes, cuida constantemente a los abuelos, acompáñalos durante su peregrinación terrena, y con tus oraciones obtén que todas las familias se reúnan un día en nuestra patria celestial, donde esperas a toda la humanidad para el gran abrazo de la vida sin fin. Amén.



Parroquia María Auxiliadora.
La Barra Norte, Tuxpan, Ver.
30 de Agosto de 2014.

5:43 a.m.


Explicación breve:

Los rezos principales son los de laudes y vísperas. Entre medias estarían las horas intermedias (tercia, sexta y nona) que algunos rezan en conjunto. Recuerda, Jesús dejo este mundo hacia la hora nona, como a las 3 de la tarde, luego sexta sería como a las 12 y tercia hacia las 9 de la mañana. En esta guía práctica vamos a rezarlas en conjunto después del Ángelus, pasadas las 12 de la mañana, hacia la hora sexta.

Respecto al oficio de lecturas, puede ubicarse como la primera oración del día, entonces rezaríamos el invitatorio aquí, o en otro momento en que podamos asimilar mejor sus lecturas.

Si se puede, rezar al menos laudes y vísperas.

¡Que grato es para el Señor el rezo en familia, en el colegio, en el trabajo, en la comunidad…!


Rezo de laudes

Nos levantamos y tras nuestros rezos particulares, rezamos laudes, que pueden ser rezadas antes o tras el desayuno, o antes de trabajar, de las clases, de iniciar las tareas diarias….etc.

Rezo en particular, en familia, en comunidad, en la clase.

El Salterio comprende 4 semanas (I, II, III y IV), que se vuelven a repetir cuando se terminan, salvo que comience Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua.., que comienzan desde el Salterio I.

Finalizados los tiempos propios, (Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua) se continúa con el ordinario, salvo que finalice el año litúrgico con el último domingo de noviembre, en el que comenzamos el Adviento, un nuevo año litúrgico.

Por ejemplo, la semana V correspondería nuevamente a la I Semana del Salterio, la VI a la 2ª, y así sucesivamente. Si estuviésemos en una semana más avanzada, la dividimos por 4. Si no da resto, corresponde a semana IV del Salterio, si el resto es 1, 2 o 3, correspondería a las semanas respectivas del salterio. Por ejemplo en la semana 15, dividimos por 4, nos da 3 de resto, luego III semana del salterio. Miramos el salterio de la semana en la que estamos, y el día de la semana.

Por ejemplo, si fuera 15 de abril de 2010, le corresponde a la semana II de Pascua y del salterio, luego iré al jueves de la II Semana del Salterio, a la oración de la mañana o laudes. Utilizaré las antífonas del tiempo pascual. Si tengo documento con lo propio para Pascua, también lo utilizaré y sustituiré la “parte variable” con lo propio de la Pascua para ese día.

Desarrollo del rezo

De pie, se realiza la invocación o saludo inicial.

Si es el primer rezo de la mañana, tras la invocación, pasamos al invitatorio, que comienza con Ant.. que significa antífona del invitatorio, que se recita. Se continúa con el Salmo del invitatorio. Generalmente se reza el 94 pero puede ser alguno de los otros indicados. Salmo del invitatorio (23, 66, 94 o 99).

Si son varios los que rezan, puede uno recitar el salmo y los demás, tras cada estrofa, recitan la antífona. Por ejemplo, con el salmo 94:

Se enuncia la antífona, y la asamblea la repite.

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.

Se repite la antífona.

Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.

Se repite la antífona.

…….

Si se está en un tiempo fuera del ordinario (Adviento, navidad, cuaresma, pascua….), entonces recitar la antífona que corresponda a ese tiempo

El invitatorio algunos lo eliminan, (o pudiera haber sido rezado en el oficio de lecturas) y tras el saludo inicial, van directamente al himno, que es rezado o cantado por todos.

Tras el himno nos sentamos

Del himno pasamos a la Salmodia, compuesta por tres salmos y las antífonas que les acompañan.

Si son varios los que rezan, se suelen dividir en dos grupos, los de la derecha y los de la izquierda, con un director, alternándose en el rezo de cada estrofa. (Una estrofa la reza un grupo, y la siguiente el otro grupo, y así sucesivamente).

Pues bien, se reza primero la 1ª antífona, que la recita el director. Por lo general rezamos la que corresponde a Fuera del tiempo pascual, salvo que estemos en Pascua o en la semana de Navidad. Si fuera domingo iríamos generalmente a Domingo _? del Ordinario, sino, según correspondiese.

Rezamos el salmo, como ya he indicado si son varios, un grupo una estrofa, el otro la siguiente, y así sucesivamente.

Al final se repite la 1ª antífona, ahora todos juntos, y se continúa con la 2ª que enuncia el director, para seguir con el salmo, la 2ª antífona otra vez pero ahora todos, la 3ª (el director), el salmo siguiente y finalizando con la repetición de la 3ª antífona (pero ahora todos juntos).

Las letras en pequeño tras el título del salmo son explicaciones que no hay que recitar. Si se quieren se meditan interiormente o el director puede leer como introducción del salmo que se va a rezar.

Se hace la lectura breve (el director o alguien encargado), que se puede meditar con un breve silencio, o que el director explique.

Seguidamente, el cántico evangélico con su antífona correspondiente (recita el director). Es común para todos los días, es el llamado Benedictus, que todos recitan de pie,

Benedictus Lc 1, 68-79*

EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

Se repite la antífona del cántico por todos. Los domingos tienen la particularidad de que esta antífona varía.

De aquí hasta el final de pie.

Se hacen las preces, para el rezo de estas, el director lee la primera estrofa. La parte que continúa en negrita la recitamos todos y se puede repetir para después de cada estrofa.

También la parte de la estrofa con un guión puede ser recitada por todos.

Se reza el padrenuestro por todos y la oración final recitada por el director.

Finalmente la conclusión.

Como ya he indicado, no se incluyen festividades en estos documentos. Generalmente, para rezar laudes de una festividad, se utilizan los salmos del Domingo I del Salterio, sea cual sea el día de la semana. Tiene sus antífonas, y oraciones propias.

Lo importante es que se intente rezar lo mejor que se pueda, sin prisas y concentrados, y de pie o sentado según las condiciones físicas de los concurrentes.
Horas intermedias

Como he indicado, las horas tercia (hacia las 9), sexta (hacia las 12) y nona (hacia las 3), se pueden agrupar en las horas intermedias, y vamos a explicar esta forma de rezar como de todas agrupadas.

Las rezamos tras el Ángelus, hacia la hora sexta, por ejemplo.

Cogemos el documento correspondiente a horas intermedias.

Realizamos el saludo inicial, de pie.

V/. Dios mío, ven en mi auxilio.

R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre……,

Le sigue el himno. Escogemos unos de los correspondientes a la hora sexta, páginas 2 a 4, o también alguno de los correspondientes a las páginas: 5, 6, y 7. (Se pueden coger también himnos de otras horas).

Nos sentamos.

De ahí saltamos al salterio y día de la semana que nos corresponda. En el ejemplo que nos ocupa iríamos al jueves de la II Semana. Tras cada salmo se reza el Gloria, antes de la antífona.

Rezarías como ya sabes por laudes, y harías la lectura que correspondería a la hora sexta, con su responsorio. (Al ser tiempo pascual, utilizar documento propio del tiempo pascual)

De pie se concluye con la oración final (= que la de laudes) y la conclusión.

Si se rezan otras horas o para solemnidades ver explicación en la página 11 de hora intermedia.
Vísperas, oración de la tarde

Por la tarde, tras el trabajo, tras las clases, tras las tareas, cuando se junte la familia, o la comunidad, se rezan las vísperas. (19:00 HORAS)

La forma de rezarla es como ya sabes por la explicación de laudes, aquí no hay invitatorio, y en vez del Benedictus, se reza el Magnificat de pie también.

De todas formas, vamos a repetir la explicación.

Si son varios los que rezan, uno dirige, y se forman dos grupos.

V. Es el director R. El resto.

De pie se realiza el saludo inicial

El himno, todos juntos.

Nos sentamos para la Salmodia

Antífona 1 que recita el director.

El salmo, una estrofa un grupo, la siguiente el otro, y así sucesivamente

Se repite la antífona 1 por el grupo.

El director recita la antífona 2

Rezo del Salmo siguiente (la letra pequeña tras el enunciado del salmo es de explicación y/o meditación, no se declama, salvo si se quiere como introducción o para descanso).

Todos rezan la antífona 2.

El director reza la antífona 3.

Rezo del Salmo siguiente

Todos rezan la antífona 3.

La lectura breve que puede recitarla el que dirige el rezo.

Breve silencio para asimilarla, o meditarla en grupo, o explicación, o breve homilía.

Responsorio V. El director, R. El resto.

El Cántico evangélico, con su antífona del Magnificat que recita el director, el Magnificat (Cántico de María, ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR, Lucas 1, 46-55), que de pie recitamos todos, y nuevamente la antífona que ahora recitamos todos. Seguimos de pie hasta el final.

Preces. Como se ha indicado

Padrenuestro, todos.
Oración, el director

Conclusión. V. El director, R. El resto

Por fin, antes de acostarse, antes o después de nuestras oraciones particulares, hacemosCompletas. También si se quiere en conjunto.

5:42 a.m. ,


TABLA DE LOS DÍAS LITÚRGICOS

según las Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el Calendario

La precedencia entre los días litúrgicos, en cuanto a su celebración, se rige únicamente por la tabla siguiente:

I
1. El Triduo pascual de la Pasión y de la Resurrección del Señor.
2. Natividad del Señor, Epifanía, Ascensión, Pentecostés.
Los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua.
El Miércoles de Ceniza.
Las ferias de Semana Santa, desde el Lunes santo al Jueves santo, ambos inclusive. Los días dentro de la octava de Pascua.
3. Las solemnidades del Señor, de la Santísima Virgen y de los santos inscritas en el Calendario general.
La Conmemoración de todos los fieles difuntos.
4. Las solemnidades propias, o sea:
a) La solemnidad del patrono principal del lugar, del pueblo o de la ciudad.
b) La solemnidad de la dedicación y el aniversario de la dedicación de la iglesia propia.
c) La solemnidad del titulo de la iglesia propia.
d) La solemnidad del titulo, del fundador o del patrono principal de la orden o de la congregación.

II
5. Las fiestas del Señor inscritas en el Calendario general.
6. Los domingos del tiempo de Navidad y los del tiempo ordinario.
7. Las fiestas de la Santísima Virgen y de los santos inscritas en el Calendario general.
8. Las fiestas propias, o sea:
a) La fiesta del patrono principal de la diócesis.
b) La fiesta del aniversario de la dedicación de la iglesia catedral.
c) La fiesta del patrono principal de la región o de la provincia, o de la nación o de un territorio más extenso.
d) La fiesta del titulo, del fundador, del patrono principal de la orden o de la congregación y de la provincia religiosa, salvo lo prescrito en el número 4.
e) Las otras fiestas propias de alguna iglesia.
f) Las otras fiestas inscritas en el Calendario de cada diócesis, orden o congregación.

9. Las ferias de Adviento desde el 17 al 24 de diciembre, ambas inclusive.
Los días dentro de la octava de Navidad.
Las ferias de Cuaresma.

III
10. Las memorias obligatorias inscritas en el Calendario general.
11. Las memorias obligatorias propias, es decir:
a) La memoria del patrono secundario del lugar, de la diócesis, de la región, de la nación, del territorio más extenso, de la orden o de la congregación y de la provincia religiosa.
b) Las otras memorias obligatorias propias de alguna Iglesia.
c) Las otras memorias obligatorias inscritas en el Calendario de la diócesis, de la orden o de la congregación.
12. Las memorias libres, las cuales pueden celebrarse también en los días mencionados en el número 9, de acuerdo con las normas particulares descritas en los Principios y Normas generales del Misal romano y de la Liturgia de las Horas.
En la misma forma, las memorias obligatorias que accidentalmente coincidan con las ferias de Cuaresma pueden celebrarse como memorias libres.
13. Las ferias de Adviento hasta el día 16 de diciembre inclusive.
Las ferias del tiempo de Navidad desde el día 2 de enero hasta el sábado después de Epifanía.
Las ferias del tiempo pascual, desde el lunes después de la octava de Pascua hasta el sábado anterior a Pentecostés inclusive.
Las ferias del tiempo ordinario.

CONCURRENCIA DE VARIAS CELEBRACIONES

Cuando concurran varias celebraciones, se celebra aquella que en la Tabla de los días litúrgicos ocupe el lugar superior. No obstante, la solemnidad impedida por un día litúrgico de mayor precedencia se transfiere a la fecha más cercana en que no se tenga ninguna de las celebraciones señaladas en los números del 1 al 8 de la Tabla de precedencia, observando lo prescrito en el número 5 de las Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el Calendario. Las demás celebraciones se omiten aquel año.

En el caso de que hayan de celebrarse las Vísperas del Oficio del día y las primeras Vísperas del día siguiente en un mismo día, tienen preferencia las Vísperas de la celebración que ocupa un lugar superior en la Tabla de los días litúrgicos; en caso de paridad, prevalecen las Vísperas del Oficio del día.

Fuente: Liturgia de las Horas para los Fieles Edición 2002.


5:42 a.m.

Regístre y rellene en el siguiente formato, los datos que se le piden y haga llegar a través de Internet para recibir gratuitamente la celebración de la Santa Misa sus Intenciones para la misma por parte de diversos sacerdotes.

Entre los celebrantes se encuentra un Arzobispo Emérito, y presbíteros de diferentes partes de la República Mexicana.

Sólo rellene las celdas con los datos que se le solicitan y al enviar, llegaran sus peticiones a los celebrantes respectivos. No olvide pedir por sus sacerdotes, por su Obispo así como por las Benditas Ánimas del Purgatorio y por todas aquellas almas por quien nadie se acuerda de pedir por su conversión.



5:41 a.m.


PRÓLOGO

"PADRE, esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo" (Jn 17,3). "Dios, nuestro Salvador... quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1Tm 2,3-4). "No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4,12), sino el nombre de Jesús.


I. La vida del hombre: conocer y amar a Dios

1  Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerle partícipe de su vida bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, se hace cercano del hombre: le llama y le ayuda a buscarle, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. Convoca a todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Para lograrlo, llegada la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo como Redentor y Salvador. En Él y por Él, llama a los hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de adopción, y por tanto los herederos de su vida bienaventurada.

2  Para que esta llamada resonara en toda la tierra, Cristo envió a los apóstoles que había escogido, dándoles el mandato de anunciar el Evangelio: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20). Fortalecidos con esta misión, los apóstoles "salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban" (Mc 16,20).

3  Quienes con la ayuda de Dios, han acogido el llamamiento de Cristo y han respondido libremente a ella, se sienten por su parte urgidos por el amor de Cristo a anunciar por todas partes en el mundo la Buena Nueva. Este tesoro recibido de los Apóstoles ha sido guardado fielmente por sus sucesores. Todos los fieles de Cristo son llamados a transmitirlo de generación en generación, anunciando la fe, viviéndola en la comunión fraterna y celebrándola en la liturgia y en la oración (cf. Hch 2,42).

II. Transmitir la fe: la catequesis

4  Muy pronto se llamó catequesis al conjunto de los esfuerzos realizados en la Iglesia para hacer discípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios a fin de que,creyendo ésto, tengan la vida en su nombre, y para educarlos e instruirlos en esta vida y construir así el Cuerpo de Cristo (cf. Juan Pablo II, Catechesi tradendae [CT] 1).

5  "La catequesis es una educación en la fe de los niños, de los jóvenes y adultos, que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana" (CT 18).

6  Sin confundirse con ellos, la catequesis se articula dentro de un cierto número de elementos de la misión pastoral de la Iglesia, que tienen un aspecto catequético, que preparan para la catequesis o que derivan de ella, como son: primer anuncio del Evangelio o predicación misionera para suscitar la fe; búsqueda de razones para creer; experiencia de vida cristiana: celebración de los sacramentos; integración en la comunidad eclesial; testimonio apostólico y misionero (cf. CT 18).

7  "La catequesis está unida íntimamente a toda la vida de la Iglesia. No sólo la extensión geográfica y el aumento numérico de la Iglesia, sino también y, más aún, su crecimiento interior, su correspondencia con el designio de Dios dependen esencialmente de ella" (CT 13).

8  Los períodos de renovación de la Iglesia son también tiempos en los que a la catequesis le corresponde un mayor empeño. Así, en la gran época de los Padres de la Iglesia, vemos a santos obispos consagrar una parte importante de su ministerio a la catequesis. Es la época de san Cirilo de Jerusalén y de san Juan Crisóstomo, de san Ambrosio y de san Agustín, y de muchos otros Padres cuyas obras catequéticas siguen siendo modelos.

9  El ministerio de la catequesis saca energías siempre nuevas de los concilios. El Concilio de Trento constituye a este respecto un ejemplo digno de ser destacado: dio a la catequesis una prioridad en sus constituciones y sus decretos; de él nació el Catecismo Romano que lleva también su nombre y que constituye una obra de primer orden como resumen de la doctrina cristiana; este Concilio suscitó en la Iglesia una organización notable de la catequesis; promovió, gracias a santos obispos y teólogos como san Pedro Canisio, san Carlos Borromeo, san Toribio de Mogrovejo, san Roberto Belarmino, la publicación de numerosos catecismos.

10  No es extraño, por ello, que, en el dinamismo del Concilio Vaticano II (que el Papa Pablo VI consideraba como el gran catecismo de los tiempos modernos), la catequesis de la Iglesia haya atraído de nuevo la atención. El Directorio general de la catequesis de 1971, las sesiones del Sínodo de los Obispos consagradas a la evangelización (1974) y a la catequesis (1977), las exhortaciones apostólicas correspondientes, Evangelii nuntiandi (1975) y Catechesi tradendae (1979), dan testimonio de ello. La sesión extraordinaria del Sínodo de los Obispos de 1985 pidió "que sea redactado un catecismo o compendio de toda la doctrina católica, tanto sobre la fe como sobre la moral" (Relación final II, B, a, 4). El Santo Padre, Juan Pablo II, hizo suyo este deseo emitido por el Sínodo de los Obispos reconociendo que "responde totalmente a una verdadera necesidad de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares" (Discurso de clausura del Sínodo, asamblea extraordinaria, 7 de diciembre de 1985). El Papa dispuso todo lo necesario para que se realizara la petición de los padres sinodales.

III. Fin y destinatarios de este Catecismo

11 Este catecismo tiene por fin presentar una exposición orgánica y sintética de los contenidos esenciales y fundamentales de la doctrina católica, tanto sobre la fe como sobre la moral, a la luz del Concilio Vaticano II y del conjunto de la Tradición de la Iglesia. Sus fuentes principales son la sagrada Escritura, los santos Padres, la Liturgia y el Magisterio de la Iglesia. Está destinado a servir "como un punto de referencia para los catecismos o compendios que sean compuestos en los diversos países" (Sínodo de los Obispos 1985, Relación final II, B, a, 4).

12 El presente catecismo está destinado principalmente a los responsables de la catequesis: en primer lugar a los Obispos, en cuanto doctores de la fe y pastores de la Iglesia. Les es ofrecido como instrumento para la realización de su tarea de enseñar al Pueblo de Dios. A través de los Obispos, se dirige a los redactores de catecismos, a los sacerdotes y a los catequistas. Será también de útil lectura para todos los demás fieles cristianos.

IV. La estructura del "Catecismo de la Iglesia Católica"

13 El plan de este catecismo se inspira en la gran tradición de los catecismos, los cuales articulan la catequesis en torno a cuatro "pilares": la profesión de la fe bautismal (el Símbolo), los sacramentos de la fe, la vida de fe (los Mandamientos), la oración del creyente (el Padre Nuestro).

Primera parte: la profesión de la fe

14 Los que por la fe y el Bautismo pertenecen a Cristo deben confesar su fe bautismal delante de los hombres (cf. Mt 10,32; Rom 10,9). Para esto, el catecismo expone en primer lugar en qué consiste la Revelación por la que Dios se dirige y se da al hombre, y la fe, por la cual el hombre responde a Dios (primera sección). El Símbolo de la fe resume los dones que Dios hace al hombre como Autor de todo bien, como Redentor, como Santificador y los articula en torno a los "tres capítulos" de nuestro Bautismo —la fe en un solo Dios: el Padre Todopoderoso, el Creador; y Jesucristo, su Hijo, nuestro Señor y Salvador; y el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia (segunda sección).

Segunda parte: Los sacramentos de la fe

15 La segunda parte del catecismo expone cómo la salvación de Dios, realizada una vez por todas por Cristo Jesús y por el Espíritu Santo, se hace presente en las acciones sagradas de la liturgia de la Iglesia (primera sección), particularmente en los siete sacramentos (segunda sección).

Tercera parte: La vida de fe

16 La tercera parte del catecismo presenta el fin último del hombre, creado a imagen de Dios: la bienaventuranza, y los caminos para llegar a ella: mediante un obrar recto y libre, con la ayuda de la ley y de la gracia de Dios (primera sección); mediante un obrar que realiza el doble mandamiento de la caridad, desarrollado en los diez mandamientos de Dios (segunda sección).

Cuarta parte: La oración en la vida de la fe

17 La última parte del catecismo trata del sentido y la importancia de la oración en la vida de los creyentes (primera sección). Se cierra con un breve comentario de las siete peticiones de la oración del Señor (segunda sección). En ellas, en efecto, encontramos la suma de los bienes que debemos esperar y que nuestro Padre celestial quiere concedernos.

V. Indicaciones prácticas para el uso de este Catecismo

18 Este catecismo está concebido como una exposición orgánica de toda la fe católica. Es preciso, por tanto, leerlo como una unidad. Por ello, en los márgenes del texto se remite al lector frecuentemente a otros lugares (señalados por números más pequeños y que se refieren a su vez a otros párrafos que tratan del mismo tema) y, con ayuda del índice analítico al final del volumen, se permite ver cada tema en su vinculación con el conjunto de la fe.

19 Con frecuencia, los textos de la sagrada Escritura no son citados literalmente, sino indicando sólo la referencia (mediante cf.). Para una inteligencia más profunda de esos pasajes, es preciso recurrir a los textos mismos. Estas referencias bíblicas son un instrumento de trabajo para la catequesis.

20 Cuando, en ciertos pasajes, se emplea letra pequeña, con ello se indica que se trata de puntualizaciones de tipo histórico, apologético o de exposiciones doctrinales complementarias.

21 Las citas, en letra pequeña, de fuentes patrísticas, litúrgicas, magisteriales o hagiográficas tienen como fin enriquecer la exposición doctrinal. Con frecuencia estos textos han sido escogidos con miras a un uso directamente catequético.

22 Al final de cada unidad temática, una serie de textos breves resumen en fórmulas condensadas lo esencial de la enseñanza. Estos "resúmenes" tienen como finalidad ofrecer sugerencias para fórmulas sintéticas y memorizables en la catequesis de cada lugar.

VI. Las necesarias adaptaciones

23 El acento de este catecismo se pone en la exposición doctrinal. Quiere, en efecto, ayudar a profundizar el conocimiento de la fe. Por lo mismo está orientado a la maduración de esta fe, su enraizamiento en la vida y su irradiación en el testimonio (cf. CT 20-22; 25).

24 Por su misma finalidad, este catecismo no se propone da una respuesta adaptada, tanto en el contenido cuanto en el método a las exigencias que dimanan de las diferentes culturas, de edades, de la vida espiritual, de situaciones sociales y eclesiales de aquellos a quienes se dirige la catequesis. Estas indispensables adaptaciones corresponden a catecismos propios de cada lugar, y más aún a aquellos que toman a su cargo instruir a los fieles:

"El que enseña debe hacerse todo a todos, para ganarlos a todos para Jesucristo [...]¡Sobre todo que no se imagine que le ha sido confiada una sola clase de almas, y que, por consiguiente, le es lícito enseñar y formar igualmente a todos los fieles en la verdadera piedad, con un único método y siempre el mismo! Que sepa bien que unos son, en Jesucristo, como niños recién nacidos, otros como adolescentes, otros finalmente como poseedores ya de todas sus fuerzas [...] es necesario tener en cuenta cuidadosamente quiénes pueden necesitar leche y quiénes otro alimento más sólido [...]. El Apóstol [...] señaló que había que considerar que los que son llamados al ministerio de la predicación deben, al transmitir la enseñanza del misterio de la fe y de las reglas de las costumbres, acomodar sus palabras al espíritu y a la inteligencia de sus oyentes" (Catecismo Romano, Prefacio, 11).

Por encima de todo, la Caridad.

25 Para concluir esta presentación es oportuno recordar el principio pastoral que enuncia el Catecismo Romano:

"El camino mejor es que el Apóstol [...] mostró: Toda la finalidad de la doctrina y de la enseñanza debe ser puesta en el amor que no acaba. Porque se puede muy bien exponer lo que es preciso creer, esperar o hacer; pero sobre todo debe resaltarse que el amor de Nuestro Señor siempre prevalece, a fin de que cada uno comprenda que todo acto de virtud perfectamente cristiano no tiene otro origen que el amor, ni otro término que el amor (Catecismo Romano, Prefacio, 10).

5:41 a.m.

VIAJE APOSTÓLICO A LA REPÚBLICA DE COREA CON OCASIÓN DE LA VI JORNADA DE LA JUVENTUD ASIÁTICA
(13-18 DE AGOSTO DE 2014)

SANTA MISA POR LA PAZ Y LA RECONCILIACIÓN

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Catedral de Myeong-dong, Seúl
Lunes 18 de agosto de 2014


Queridos hermanos y hermanas:

Mi estancia en Corea llega a su fin y no puedo dejar de dar gracias a Dios por las abundantes bendiciones que ha concedido a este querido país y, de manera especial, a la Iglesia en Corea. Entre estas bendiciones, cuento también la experiencia vivida junto a ustedes estos últimos días, con la participación de tantos jóvenes peregrinos, provenientes de toda Asia. Su amor por Jesús y su entusiasmo por la propagación del Reino son un modelo a seguir para todos.

Mi visita culmina con esta celebración de la Misa, en la que imploramos a Dios la gracia de la paz y de la reconciliación. Esta oración tiene una resonancia especial en la península coreana. La Misa de hoy es sobre todo y principalmente una oración por la reconciliación en esta familia coreana. En el Evangelio, Jesús nos habla de la fuerza de nuestra oración cuando dos o tres nos reunimos en su nombre para pedir algo (cf. Mt 18,19-20). ¡Cuánto más si es todo un pueblo el que alza su sincera súplica al cielo!

La primera lectura presenta la promesa divina de restaurar la unidad y la prosperidad de su pueblo, disperso por la desgracia y la división. Para nosotros, como para el pueblo de Israel, esta promesa nos llena de esperanza: apunta a un futuro que Dios está preparando ya para nosotros. Por otra parte, esta promesa va inseparablemente unida a un mandamiento: el mandamiento de volver a Dios y obedecer de todo corazón a su ley (cf. Dt 30,2-3). El don divino de la reconciliación, de la unidad y de la paz está íntimamente relacionado con la gracia de la conversión, una transformación del corazón que puede cambiar el curso de nuestra vida y de nuestra historia, como personas y como pueblo.

Naturalmente, en esta Misa escuchamos esta promesa en el contexto de la experiencia histórica del pueblo coreano, una experiencia de división y de conflicto, que dura más de sesenta años. Pero la urgente invitación de Dios a la conversión pide también a los seguidores de Cristo en Corea que revisen cómo es su contribución a la construcción de una sociedad justa y humana. Pide a todos ustedes que se pregunten hasta qué punto, individual y comunitariamente, dan testimonio de un compromiso evangélico en favor de los más desfavorecidos, los marginados, cuantos carecen de trabajo o no participan de la prosperidad de la mayoría. Les pide, como cristianos y como coreanos, rechazar con firmeza una mentalidad fundada en la sospecha, en la confrontación y la rivalidad, y promover, en cambio, una cultura modelada por las enseñanzas del Evangelio y los más nobles valores tradicionales del pueblo coreano.

En el Evangelio de hoy, Pedro pregunta al Señor: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?». Y el Señor le responde: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18,21-22). Estas palabras son centrales en el mensaje de reconciliación y de paz de Jesús. Obedientes a su mandamiento, pedimos cada día a nuestro Padre del cielo que nos perdone nuestros pecados «como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden». Si no estuviésemos dispuestos a hacerlo, ¿cómo podríamos rezar sinceramente por la paz y la reconciliación?

Jesús nos pide que creamos que el perdón es la puerta que conduce a la reconciliación. Diciéndonos que perdonemos a nuestros hermanos sin reservas, nos pide algo totalmente radical, pero también nos da la gracia para hacerlo. Lo que desde un punto de vista humano parece imposible, irrealizable y, quizás, hasta inaceptable, Jesús lo hace posible y fructífero mediante la fuerza infinita de su cruz. La cruz de Cristo revela el poder de Dios que supera toda división, sana cualquier herida y restablece los lazos originarios del amor fraterno.

Éste es el mensaje que les dejo como conclusión de mi visita a Corea. Tengan confianza en la fuerza de la cruz de Cristo. Reciban su gracia reconciliadora en sus corazones y compártanla con los demás. Les pido que den un testimonio convincente del mensaje de reconciliación de Cristo en sus casas, en sus comunidades y en todos los ámbitos de la vida nacional. Espero que, en espíritu de amistad y colaboración con otros cristianos, con los seguidores de otras religiones y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que se preocupan por el futuro de la sociedad coreana, sean levadura del Reino de Dios en esta tierra. De este modo, nuestras oraciones por la paz y la reconciliación llegarán a Dios desde corazones más puros y, por el don de su gracia, alcanzarán aquel precioso bien que todos deseamos.

Recemos para que surjan nuevas oportunidades de diálogo, de encuentro, para que se superen las diferencias, para que, con generosidad constante, se preste asistencia humanitaria a cuantos pasan necesidad, y para que se extienda cada vez más la convicción de que todos los coreanos son hermanos y hermanas, miembros de una única familia, de un solo pueblo. Hablan la misma lengua.

Antes de dejar Corea, quisiera dar las gracias a la Señora Presidenta de la República, Park Geun-hye, a las Autoridades civiles y eclesiásticas y a todos los que de una u otra forma han contribuido a hacer posible esta visita. Especialmente, quisiera expresar mi reconocimiento a los sacerdotes coreanos, que trabajan cada día al servicio del Evangelio y de la edificación del Pueblo de Dios en la fe, la esperanza y la caridad. Les pido, como embajadores de Cristo y ministros de su amor de reconciliación (cf. 2 Co 5,18-20), que sigan creando vínculos de respeto, confianza y armoniosa colaboración en sus parroquias, entre ustedes y con sus obispos. Su ejemplo de amor incondicional al Señor, su fidelidad y dedicación al ministerio, así como su compromiso de caridad en favor de cuantos pasan necesidad, contribuyen enormemente a la obra de la reconciliación y de la paz en este país.

Queridos hermanos y hermanas, Dios nos llama a volver a él y a escuchar su voz, y nos promete establecer sobre la tierra una paz y una prosperidad incluso mayor de la que conocieron nuestros antepasados. Que los seguidores de Cristo en Corea preparen el alba de ese nuevo día, en el que esta tierra de la mañana tranquila disfrutará de las más ricas bendiciones divinas de armonía y de paz. Amén.

Oración de los Fieles.

Por el Cardenal Fernando Filoni, que debería estar aquí, pero no ha podido venir porque ha sido enviado por el Papa al sufrido pueblo Iraquí, para ayudar a los hermanos perseguidos y expoliados, y a todas las minorías religiosas que sufren en aquella tierra. Para que el Señor le acompañe en su misión.

2:50 a.m.
El primero que llamó a la Virgen María con el título de "Auxiliadora" fue San Juan Crisóstomo, en Constantinopla en al año 345, el dice: " Tú, María, eres auxilio potentísimo de Dios".
San Sabas en el año 532 narra que en oriente había una imagen de la Virgen que era llamada "Auxiliadora de los enfermos", porque junto a ella se obraban muchas curaciones.
San Juan Damasceno en el año 749 fue el primero en propagar la jaculatoria: "María Auxiliadora , rogad por nosotros". Y repite: la virgen es "auxiliadora para evitar males y peligros y auxiliadora para conseguir la salvación".
En Ucrania, Rusia, se celebra la fiesta de María Auxiliadora el 1 de octubre desde el año 1030, en ese año libró a la ciudad de la invasión de una terrible tribu de bárbaros paganos.
En el año 1572, el Papa San Pió quinto ordenó que en todo el mundo católico se rezara en las letanias la advocación " María Auxiliadora, rogad, por nosotros", porque en ese año Nuestra Señora libró prodigiosamente en la batalla de lepanto a toda la cristiandad que venía a ser destruida por un ejército mahometano de 282 barcos y 88.000 soldados.
En el año 1600 los católicos del sur de Alemania hicieron una promesa a la Virgen de honrarla con el título de auxiliadora si los libraba de la invasión de los protestantes y hacía que se terminara la terrible guerra de los 30 años. La Madre de Dios les concedió ambos favores y pronto había ya más de 70 capillas con el título de María Auxiliadora de los cristianos.
En 1683 los católicos al obtener inmensa victoria en Viena contra los enemigos de la religión, fundaron la asociación de María Auxiliadora, la cual existe hoy en más de 60 paises.
En 1814, el Papa Pío VII, prisionero del general Napoleón, prometió a la Virgen que el día que llegara a Roma, en libertad, lo declararía fiesta de María Auxiliadora. Inesperadamente el pontífice quedó libre, y llegó a Roma el 24 de mayo. Desde entonces quedó declarado el 24 de mayo como día de María Auxiliadora.
En 1860 la Santísima Virgen se aparece a San Juan Bosco y le dice que quiere ser honrada con el título de "Auxiliadora", y le señala el sitio para que le construya en Turín, Italia, un templo.
Empezó la obra del templo con sus tres monedas de veinte centavos cada una, pero fueron tantos y tan grande los milagros que María Auxiliadora empezó a obtener a favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la Gran Basílica. El Santo solía decir: " Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen", desde aquel Santuario comienza a extenderse por el mundo la devoción a María bajo el título de Auxiliadora de los Cristianos.
El nombre de Auxiliadora se le daba ya en el año 1030 a la Virgen María, en Ucrania (Rusia), por haber liberado aquella región de la invasión de las tribus paganas. Desde entonces en Ucrania se celebra cada año la fiesta de María Auxiliadora el 1ro de octubre.
Se tiene constancia de que hacia el año 1558 ya figuraba en las letanías que se acostumbraban recitar en el santuario de Loreto Italia.
Esta advocación se hizo fuerte ante la invasión de los turcos en 1571 donde San Pío V la invocó como María Auxiliadota de los Cristianos o con los Príncipes Católicos de Alemania fieles al catolicismo frente a las tesis protestantes o frente a las invasiones turcas sobre Viena en el siglo XVII o, incluso, como mano protectora frente a los caprichos de Napoleón Bonaparte que llevo al Papa Pío VII al destierro, y a su liberación, quiso en 1814 instituir en el 24 de mayo su fiesta litúrgica.
Pero sin duda fue San Juan Bosco, el santo de María Auxiliadora, con el que esta advocación mariana encontró el mejor paladín y trampolín para el desarrollo y popularidad, "No he sido yo, ha sido la Virgen Auxiliadora quien te ha salvado"... "Cada ladrillo de esta iglesia - se refería a la gran Basílica que en su obsequio empezó el 1863 - es una gracia de la Virgen María"...
Pero será exactamente en 1862, en plena madurez de Don Bosco, cuando éste hace la opción mariana definitiva: Auxiliadora. "La Virgen quiere que la honremos con el título de Auxiliadora: los tiempos que corren son tan aciagos que tenemos necesidad de que la Virgen nos ayude a conservar y a defender la fe cristiana".
Desde esa fecha el título de Auxiliadora aparece en la vida de Don Bosco y en su obra como "central y sintetizador". La Auxiliadora es la visión propia que Don Bosco tiene de María. La lectura evangélica que hace de María, la experiencia de su propia vida y la de sus jóvenes salesianos, y su experiencia eclesial le hacer percibir a María como "Auxiliadora del Pueblo de Dios".
En 1863 Don Bosco comienza la construcción de la iglesia en Turín. Todo su capital era de cuarenta céntimos, y esa fue la primera paga que hizo al constructor. Cinco años más tarde, el 9 de junio de 1868, tuvo lugar la consagración del templo. Lo que sorprendió a Don Bosco primero y luego al mundo entero fue que María Auxiliadora se había construido su propia casa, para irradiar desde allí su patrocinio. Don Bosco llegará a decir: "No existe un ladrillo que no sea señal de alguna gracia".

Parroquia Maria Auxiliadora Tuxpan

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