5 maravillosas reflexiones espirituales del Papa para quien enfrenta el dolor derivado de una muerte

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 05.02.2021).- Anualmente, desde hace varios pontificados, el Santo Padre suele celebrar y ofrecer una misa por los cardenales que han fallecido en el último año. Este 2021 la misa se tuvo el jueves 4 de noviembre por la mañana en la basílica vaticana. En la homilía el Papa abordó cinco puntos que pueden ayudar a quienes recientemente han experimentado la muerte de un ser querido, atraviesan el dolor o reflexionan sobre el destino humano aquí en la tierra: la muerte. Ofrecemos extractadas y traducidas del original italiano los cinco puntos.

1) Silencio: la belleza de confiarse en el Señor

La confianza en Dios no nace de un entusiasmo momentáneo, no es una emoción y mucho menos un sentimiento. Al contrario, viene de la experiencia y madura en la paciencia, como le sucedió a Job, que pasa de un conocimiento de Dios “porque ha escuchado hablar de él” a un conocimiento vivo, experiencia. Y para que esto suceda, es necesaria una larga transformación interior que, a través del crisol del sufrimiento, lleva a saber esperar en silencio, es decir, con paciencia confiada, con alma mansa. Esta paciencia no es resignación, porque se alimenta de la espera del Señor, cuya venida es segura y no defrauda.

2) El arte de esperar en el Señor

¡Qué importante es aprender el arte de esperar al Señor! Esperándolo dócil, confiado, ahuyentando fantasmas, fanatismos y clamores; preservando, especialmente en tiempos de prueba, un silencio lleno de esperanza. Así es como nos preparamos para la última y más grande prueba de la vida: la muerte. Pero primero están las pruebas del momento, está la cruz que tenemos ahora y por la cual le pedimos al Señor la gracia de poder esperar allí, allí mismo, su salvación venidera.

Ante las dificultades y problemas de la vida, es difícil tener paciencia y mantener la calma. La irritación se instala y, a menudo, llega el desánimo. Puede pasar así a estar fuertemente tentado por el pesimismo y la resignación, ver todo negro, acostumbrarse a los tonos desanimados y quejumbrosos.

En la prueba, ni los buenos recuerdos del pasado consiguen consolar, porque la aflicción lleva a la mente a detenerse en momentos difíciles. Y esto aumenta la amargura, parece que la vida es una cadena continua de desgracias.

3) Retomar esperanza en el momento de la amargura

En el abismo, en la angustia del sinsentido, Dios se acerca para salvar, en ese momento. Y cuando la amargura alcanza su punto máximo, la esperanza vuelve a florecer de repente. Es malo llegar a la vejez con el corazón amargado, con el corazón decepcionado, con el corazón crítico de las cosas nuevas, es muy duro.

Recupera la esperanza en el momento de amargura. En medio del dolor, quien está cerca del Señor ve que Él revela el sufrimiento, lo abre, lo transforma en una puerta por donde entra la esperanza. Es una experiencia pascual, un pasaje doloroso que se abre a la vida, una suerte de aflicción espiritual que en la oscuridad nos hace volver a la luz.

Este punto de inflexión no ocurre porque los problemas hayan desaparecido, no, sino porque la crisis se ha convertido en una misteriosa ocasión de purificación interior. La prosperidad, de hecho, a menudo nos vuelve ciegos, superficiales, orgullosos. Así es como nos conduce la prosperidad. Por otro lado, el paso por la prueba, si se vive en el calor de la fe, a pesar de su dureza y lágrimas, hace que renazcamos y nos encontremos diferentes al pasado.

4) La prueba renueva y Dios acompaña en el dolor

La prueba se renueva, porque arroja mucho desperdicio y nos enseña a mirar más allá, más allá de las tinieblas, a tocar de primera mano que el Señor verdaderamente salva y que tiene el poder de transformar todo, incluso la muerte. Nos deja atravesar cuellos de botella no para abandonarnos, sino para acompañarnos. Sí, porque Dios acompaña, sobre todo en el dolor, como un padre que hace crecer a su hijo manteniéndose cerca de él en las dificultades sin reemplazarlo. Y antes de llorar en nuestro rostro, la emoción ya enrojeció los ojos de Dios Padre. Me atrevo a decir que primero llora. El dolor sigue siendo un misterio, pero en este misterio podemos descubrir de una manera nueva la paternidad de Dios que nos visita en la prueba, y llegar a decir, con el autor de las Lamentaciones: «Bueno es el Señor con los que en él esperan, con el que le busca».

5) Ver con nuevos ojos la adversidad

Hoy, ante el misterio de la muerte redimida, pedimos la gracia de mirar la adversidad con otros ojos. Pedimos la fuerza para saber vivir en el silencio dulce y confiado que aguarda la salvación del Señor, sin quejarnos, sin quejarnos, sin dejarnos entristecer. Lo que parece un castigo resultará ser una gracia, una nueva demostración del amor de Dios por nosotros. Saber esperar en silencio, sin parloteo, en silencio, la salvación del Señor es un arte, en el camino de la santidad. Hagámoslo crecer.

Es precioso el tiempo en que vivimos: ahora, más que nunca no hay necesidad de gritar, de provocar clamor, de amargarse; cada uno necesita ser testigo de la fe, que es una expectativa dócil y esperanzadora en su vida. La fe es esta: espera dócil y esperanzada. El cristiano no disminuye la gravedad del sufrimiento, no, pero mira al Señor y bajo los golpes de la prueba confía en él y reza: reza por los que sufren. Mantiene los ojos en el cielo, pero sus manos siempre están extendidas en el suelo, para servir concretamente al prójimo. Incluso en el momento de tristeza, de oscuridad, el servicio.

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