(ZENIT – Roma, 15 Jul. 2017).- El observador permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas, Mons. Bernardito Auza, consideró positivo el plan propuesto este viernes en el Palacio de Vidrio en Nueva York, para prevenir la incitación a la violencia de líderes u otros actores religiosos que puede llevar a crímenes de masa. Entra de lleno en ese sentido, el terrorismo internacional que se escuda en la religión.
“El Plan, en su conjunto, representa un progreso importante y concreto en la promoción de una cultura y de una sociedad coherentes con la responsabilidad de proteger, como definido por el documento final de la Cumbre Mundial de 2005”, indicó Mons. Auza.
Se trata del primer documento internacional de este tipo, destinado a impedir la incitación al odio y a la violencia contra personas o comunidades sobre la base de su pertenencia, y que tiene en vista desarrollar estrategias regionales específicas en este ámbito.
Fruto de tres años de trabajo y de varias investigaciones a nivel global y nacional, el Plan de acción contiene una serie de recomendaciones detalladas para los Estados, organizaciones de la sociedad civil y para los medios de comunicación.
Se basa en la conciencia de que la prevención de genocidios, crímenes de guerra, limpieza étnica y crímenes contra la humanidad solicitan la colaboración de todas las comunidades e instituciones.
El primer elemento positivo del documento es el hecho de “subrayar la responsabilidad de los Estados de proteger a las poblaciones de crímenes atroces y de su incitación”, pero también “de alentar a los Estados a ejercer sus responsabilidades”.
“El segundo elemento positivo del Plan de acción es el reconocimiento del papel positivo de los líderes y organizaciones religiosas en la prevención de tales atrocidades, en particular en la lucha contra la instrumentalización de la religión para justificar la violencia”.
Sin olvidar que “si bien los líderes y organizaciones religiosas tienen un papel importante que desempeñar en la prevención de crímenes atroces, ellos no poseen todos los medios que los Estados disponen para detenerlos”.
“Conforme subrayando, el 28 de abril pasado, por el papa Francisco en la Conferencia Internacional para la Paz de Al-Azhar, en El Cairo, Egipto,” la religión no es el problema, sino parte de la solución “. “Pero para que los líderes religiosos puedan desempeñar ese servicio es fundamental que la religión no sea relegada a la esfera privada”, observó Mons. Auza.
El prelado subrayó la importancia de la participación de los líderes religiosos en el diálogo entre las religiones, tal como se muestra en el Plan de acción de la ONU, también a través de obras a favor de la justicia y el bien común.
El papel y el trabajo de los líderes religiosos, de los fieles en general y del diálogo interreligioso, son cruciales no sólo para prevenir la incitación a la violencia religiosa, sino también para estimular un círculo virtuoso que crea sociedades pacíficas e inclusivas, donde los crímenes atroces son éticamente inaceptables e inimaginables “, concluyó el observador de la Santa Sede.
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