(zenit – 4 enero 2020).- El Papa Francisco subrayó que, como David, el Señor es un Padre que “no niega a sus hijos, Dios no negocia su paternidad”, ni siquiera cuando “nos destruimos con el pecado”.
Hoy, 30 de enero de 2020, en la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta, el Santo Padre reflexionó en torno a la primera lectura de la liturgia del día, tomada del segundo Libro de Samuel, informa Vatican News.
Guerra contra David
En este fragmento se describe el final de la batalla liderada por Absalón contra su padre, el rey David, para reemplazarlo en el trono. Francisco resumió el relato bíblico destacando el sufrimiento de David por la guerra que su vástago emprendió contra él. Absalón persuadió al pueblo para que luchara con él, de manera que David tuvo que huir de Jerusalén para salvarse, indica la misma fuente.
“Descalzo, con la cabeza cubierta, insultado por algunos, otros le tiraban piedras, porque todo la gente estaba con este hijo que había engañado al pueblo, había seducido el corazón de las personas con promesas”, describió el Papa.
En el pasaje concreto del día de hoy David recibe noticias del frente por parte de un mensajero que le informa de que Absalón murió en la guerra. Ante ello, David llora diciendo: ”¡Hijo mío Absalón! ¡Hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Si hubiera muerto yo en tu lugar!”.
“Mi hijo”
Quien estaba con él se sorprendió de esta reacción: “Pero ¿por qué lloras? ¡Él estaba contra ti, te había negado, había negado tu paternidad, te insultaba, te perseguía, más bien festeja, celebra porque has ganado!”, expuso el Pontífice.
Sin embargo, David solo lloraba y repetía: “Mi hijo, mi hijo, mi hijo”. Para el Obispo de Roma, este llanto de David es un hecho histórico y una profecía que nos permite ver el corazón de Dios, cómo actúa el Señor con nosotros cuando nos alejamos de Él, cómo reacciona cuando nos destruimos con el pecado. El Señor, como David, es un Padre y jamás niega esta paternidad.
El Santo Padre continuó diciendo que las personas estamos en ese llanto de Dios cuando acudimos a la confesión de nuestros pecados, porque no es como “ir a la tintorería” y quitar una mancha, sino que “es ir al padre que llora por mí, porque es padre”.
Profecía del amor de Dios
Para él, la frase de David “si yo hubiera muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío” es, efectivamente, profética reiterando que en Dios “se hace realidad”: “Tan grande es el amor de padre que Dios tiene por nosotros que murió en nuestro lugar. Se hizo hombre y murió por nosotros”.
Y agregó: “Cuando miremos el crucifijo, pensemos en esto: ‘Si yo hubiera muerto en tu lugar’. Y escuchemos la voz del padre que en el hijo nos dice: ‘Hijo mío, hijo mío’. Dios no niega a sus hijos, Dios no negocia su paternidad”.
El Papa Francisco continuó remarcando que el amor de Jesús llega al extremo: “El que está en la cruz es Dios, el Hijo del Padre, enviado a dar su vida por nosotros”. Y recomendó que “en los malos momentos de nuestra vida – todos los tenemos – momentos de pecado, momentos de alejamiento de Dios, escuchar esta voz en el corazón: ‘Hijo mío, hija mía, ¿qué estás haciendo? No te suicides, por favor. Yo he muerto por ti’”.
Escuchar la voz del Señor
Al final de la homilía, el Papa recordó cómo Jesús lloró al mirar a Jerusalén “porque nosotros no dejamos que Él nos ame”.
Por ello, de acuerdo al medio vaticano, concluyó invitando a que: “En el momento de la tentación, en el momento del pecado, en el momento en que nos alejamos de Dios, tratemos de escuchar esta voz: ‘Hijo mío, hija mía, ¿por qué?’“.
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