El servicio es lo que da sentido a la vida






Johanna del Rosario Ixquiac.
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Soy originaria de Quetzaltenango, Guatemala. Mi familia está integrada por cinco hermanos, mi papa, mi mama, y yo. Quiero compartir como Dios, a través del servicio a la palabra, lleno mi vida. Mi padre, que actualmente es médico general y cirujano, se empeñó en terminar la carrera universitaria a pesar de tener 4 hijos. El siempre mencionaba a Dios y nos motivaba para que asistiéramos a Misa. Además de ejercer su profesión, el ayuda en la iglesia como ministro de Eucaristía. Mi mamá es una mujer dedicada a sus hijos, que siempre ha apoyado en todo a mi papá, para bien de toda la familia. Ella pertenece a la CERS (Comunidad Evangelizadora para la Reconciliación y el Servicio) de Quetzaltenango.

Cuando llego  la etapa de mi adolescencia experimente una gran soledad en mi interior a pesar de tener familia tan bella y numerosos amigos. Muchas veces me pregunte si realmente Dios existe, pues francamente lo concebía como algo lejano, incluso, a veces, castigador. También creía que Dios era solo para la gente mayor. Mi vida parecía no tener un verdadero sentido, y me preguntaba si así sería siempre.

Esto mismo me hacia tener  una actitud rebelde, y cuando me llamaban la atención yo creía tener siempre la razón, o que lo hacían para molestarme o porque no me querían. Pero conforme en la idea de que lo necesitaba era confiar en Dios. A los 18 años viví un retiro en el que puede descubrir a un Dios cercano, misericordioso y su amor le dio un nuevo sentido a mi vida. Pero Él quería mostrarme algo más: no era suficiente descubrir su amor y quedarme cruzada de brazos, sino que debía compartirlo con los demás. Un día, los Misioneros  Servidores de la Palabra me invitaron a integrarme a un grupo juvenil. La primera vez  que asistí, dentro del programa, proyectaron la película: << ¿Qué debo hacer, señor?>> Ese día descubrí como el servicio llena la vida, y me integre al grupo juvenil, creyendo que iba a ser suficiente asistir y ayudar en ratos.

Pero el señor quería todo: me quería a tiempo completo. El primer paso fue tomar Curso Bíblicos, luego, hacer apostolado. Llego el momento de participar en el retiro vocacional, de dar la respuesta y hacer mi experiencia  misionera. Fue un año de misión donde yo condicionaba a Dios; pero no pude escapar, como el profeta jeremías. Entonces di una respuesta definitiva, y tras haber cumplido mi tiempo de misión como laica, he ingresado a la formación para ser una religiosa Misionera Servidora de la Palabra. Realmente servir a Dios es lo que da plenitud y felicidad.

De: Inquietud Nueva  enero_febrero 2014 N°175
Capturado por: Hermano Sergio Alberto Santiago Vargas 
Grupo: CERS  
Parroquia María Auxiliadora Diócesis de Tuxpan, Veracruz

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