P. Demetrio Vargas Gómez, msp.
La primera Exhortación apostólica del papa francisco exige una reflexión a fondo e, iluminados por ella, programar nuevos propósitos que puedan concretarse en este año que comienza.
Sin duda una de las cosas más desesperantes para todos es la falta de alegría, hecho que se hace notar de muchas maneras. La falta de alegría no estresa, nos hace más vulnerables y le roba el sentido a muchas cosas que vivimos. En el afán de encontrar la alegría, se cae en situaciones que parecen ser portadoras de ella, pero que, en realidad, solo aumenta la soledad y alejan a las personas de otras. Tal es el caso de quien se emborracha para estar “contento” o se va a las fiestas para pasar un rato de “alegría”. Al final, el vacío interior sigue presente y no solo eso, si no aumenta la soledad y la desesperación.
El mundo –advierte el papa-, siempre presentara al hombre su protesta engañosa para hacerlo feliz. Y en la aceptación de esa propuesta, el ser humano gasta sus fuerzas para lograr metas y ambiciones, a las que a veces califica de sanas. El hombre se la pasa trabajando para conseguir lo que supuestamente le hará feliz pero al mismo tiempo desea deshacerse de los medios que utiliza para alcanzar tal fin. Todo lo realiza para tener con que satisfacer su necesidad de felicidad, pero nunca la alcanza, termina solo y decepcionado, quejándose de los que el estorban para lograr sus propósitos. Ese mundo de contradicciones que no deja al hombre ser feliz necesita de una iluminación diferente. Iluminación nueva y, a la vez, tan antigua como el cristianismo mismo.
El papa, invita a buscar la verdadera alegría, aquella que brota no del tener, sino de un encuentro personal con Jesucristo. Hoy se presume por donde quiera un cristiano que se pueda manipular, incluso no faltan los que misionan enseñando una doctrina que “medio aprendieron” y, aunque esta no es del todo despreciable, pronto se convierte en una carga imposible de seguir llevando. Se trabaja, sí, pero más como una “cara sufriente”, obligados a “cargar con una cruz”, que como verdaderos discípulos de Jesucristo.
No se puede vivir en la verdadera alegría trasmitiendo sólo la doctrina; ni cuando se siguen al pie de la letra planes pastorales, sino que es necesario hacer una experiencia de encuentro personal con Jesús, pues lo que se trasmite es más que una doctrina, es la experiencia que se hace con el hijo de Dios, experiencia de encuentro y convivencia con Él. Es a eso a lo que se llama “ser testigos”.
Se trata de trasmitir lo que se vive con Jesús, y esta es la fuente de la auténtica alegría. Pero no una alegría aparente, sino la de alguien que ha percibido y aceptado su amor, el cual lo impulsa a llevarlo a los demás. No puede ser que alguien triste, enojado, irresponsable, flojo, poco amable o poco servicial enseñe algo sobre Dios, pues no se puede hablar de lo que no se conoce. Cuando estas expresiones se dan, constituyen una prueba de que sólo se está trasmitiendo una doctrina vacía y no una vivencia real
Capturado por: Hermano Sergio Alberto Santiago Vargas
Grupo: CERS
Parroquia María Auxiliadora Diócesis de Tuxpan, Veracruz
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