REFFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
¡Quién pudiera! ¿no?
El Evangelio del primer domingo de Adviento es una fuerte alerta del mismo Jesús a no estar dormidos, sino vigilantes y alertas, para el día de su regreso. Fue en esta ocasión que Papa Francisco explicó que “la persona vigilante es aquella que recibe la invitación a velar, es decir, a no dejarse abrumar por el pesadilla del desánimo, la falta de esperanza, la decepción”.
Estas cosas citadas por Francisco pasan por el alma de la gente pero podemos rechazarlas para asumir otras actitudes que sí pueden ser inspiración de Dios. El Papa explicó que al mismo tiempo, la persona vigilante, “rechaza la solicitud de las tantas vanidades de las que desborda el mundo y detrás de las cuales, a veces, se sacrifican tiempo y serenidad personal y familiar”, y la confrontó con la experiencia del pueblo del pueblo de Israel, narrada por el profeta Isaías: Dios parecía haber dejado vagar su pueblo, lejos de sus caminos, y explicó que esto era el “resultado de la infidelidad del mismo pueblo”. “También nosotros –afirmó el Papa- nos encontramos a menudo en esta situación de infidelidad a la llamada del Señor: Él nos muestra el camino bueno, el camino de la fe, el camino del amor, pero nosotros buscamos la felicidad en otra parte”.
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