De Griselda Mutual
Hemos dado inicio en el domingo 3 de diciembre al camino del Adviento, en que los cristianos nos preparamos para recibir al Señor, a ejemplo de la Virgen María que correspondió a la vocación de Dios, hasta el punto de concebir al Verbo hecho carne para darlo a la humanidad.
María, primera discípula y misionera, que, como dijo el Papa Francisco “escuchó, acogió y vivió la Palabra de Dios hecha carne”, nos enseña a ser discípulos y misioneros de Cristo, y en modo especial, a los sacerdotes.
Por ello en la cercanía de la Inmaculada Concepción y de la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, le preguntamos al Secretario para los Seminarios de la Congregación para el Clero, Monseñor Jorge Carlos Patrón Wong, sobre la figura de María en la vocación sacerdotal: “Todos los cristianos -expresa – somos con María, discípulos y misioneros de Jesús. Ella nos enseña a ser discípulos y misioneros de Cristo, pero en modo muy especial a los sacerdotes porque, siguiendo lo que el Vaticano II, la tradición de la Iglesia, y la vida y experiencia de los sacerdotes nos enseñan, descubrimos el profundo sentido humano, espiritual y eclesial del papel de la Virgen María”.
En el contexto trinitario y eclesial que propone el Concilio Vaticano II, subraya asimismo el Arzobispo, se debe comprender el vínculo del sacerdote con la Virgen María, “que no es sólo teológico, sino también profundamente humano y espiritual”.
“Desde el punto de vista espiritual, María nos enseña a relacionarnos con Dios Padre, un padre que nos ama, que nos quiere, que es misericordioso. ¡Cantamos con María el Magníficat a Dios Padre!”. “En relación a Jesús – añade Monseñor Patrón Wong – la Madre de Dios, enseña a amarlo con todo el corazón, con todas las fuerzas y a entregar la vida a Él; a seguirlo y tratar de ser sus discípulos misioneros”. Mientras que en relación al Espíritu Santo, “enseña a dejarnos guiar por las buenas inspiraciones del Espíritu bueno, el Espíritu de Cristo Resucitado”.
“Desde el punto de vista eclesial, la Iglesia nace con María, ella acompaña a los Apóstoles en todas las situaciones difíciles, pero también en la parte bella de la misión, cuando se sienten llenos del Espíritu Santo, y pierden sus miedos y temores”.
Mientras que “desde el punto de vista humano es una referencia muy importante”, porque “ocupa en el corazón, en el pensamiento, en los sentimientos de los sacerdotes la experiencia maternal y familiar”. “Sabemos que tenemos una mamá que nos acompaña, que nos cuida, que intercede por nosotros y que nos ama tanto, que nos hace hermanos entre los sacerdotes y servidores de su pueblo”, concluye.
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