(ZENIT – Ciudad del Vaticano, Abr. 2017).- El papa Francisco explicó este jueves en la homilía que realizó en la Domus Santa Marta, tres dimensiones que tiene un apóstol, partiendo las lecturas del día.
La primera es una vida siempre en movimiento, “la predicación del anuncio”. Pablo va de una parte a otra a anunciar a Cristo y “cuando no predica en un lugar, trabaja”. Entretanto “cuando es llamado a predicar y anunciar a Jesucristo, es una pasión la suya”, no se tira atrás. “Y esta es una de las dimensiones que le pone en dificultad”.
Así la segunda dimensión del Apóstol de las gentes “son las persecuciones”. En la Primera lectura de hoy “leemos que todos lo acusan en unanimidad”. Pablo acaba siendo juzgado acusado de ser “un perturbador”.
Ante el tribunal “el Espíritu Santo inspiró a Pablo un poco de astucia, porque sabía que entre ellos había muchas luchas internas, sabía que los saduceos no creían en la Resurrección y que los fariseos creían…. y él para salir de esa situación dijo en alta voz: ‘Hermanos y soy fariseo, hijo de fariseos. Me llaman a juicio porque tengo esperanza en la resurrección de los muertos”. Apenas dijo esto inició una disputa entre los fariseos, los saduceos y la asamblea, porque los saduceos no creían… y estos que parecían ser ‘uno’ se dividieron todos”.
Esta gente, advirtió, “había perdido al Ley, la doctrina, la fe, porque la habían transformado en ideología”, “lo mismo la doctrina”.
La tercera dimensión es la oración y “Pablo tenía esta intimidad con el Señor”. “El dice que una vez fue llevado casi al séptimo cielo durante la oración, y no sabía como decir las cosas bellas que había escuchado allí”.
“La fuerza de Pablo era este encuentro con el Señor, que tenía en la oración, como fue su primer encuentro en el camino de Damasco, cuando iba a perseguir a los cristianos. Pablo es el hombre que ha encontrado al Señor y no se olvida de eso, se deja encontrar por el Señor y busca al Señor para encontrarlo. Un hombre de oración”.
El Papa señaló que Pablo iba hacia adelante “entre las persecuciones del mundo y las consolaciones del Señor”. Y concluyó pidiendo “que el Señor nos dé la gracia a todos nosotros los bautizados, de tener estas tres actitudes en nuestra vida cristiana: anunciar a Jesucristo, resistir” a las persecuciones “y a las seducciones que nos llevan a alejarnos de Jesucristo, y la gracia del encuentro con Jesús en la oración”.
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