San Lucas, patrón de los médicos

Sistema de Información del Vaticano

(zenit – 15 oct. 2020)-. Hoy, 18 de octubre se celebra la fiesta de san Lucas, evangelista y patrón de los médicos.

D. Manuel González López de Lemus, sacerdote de la prelatura del Opus Dei, ofrece un artículo sobre la figura de este santo.

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Hace un par de años, le pedí a una sobrina, que estudia Medicina, que buscara en la facultad unos azulejos que recuerdo haber visto cuando estudié allí.

A finales de los 70, un día yendo de un aula a otra me encontré la siguiente máxima sobre la pared: “El médico que sólo medicina sabe, ni tan siquiera medina sabe. Ese consejo me ha hecho pensar muchas veces de la sabiduría que lleva dentro de ese mensaje.

La medicina, no son solo conocimientos, es trato amable y respetuoso con los pacientes, personal sanitario y colegas; empatía, saber ponerse en el lugar de los demás; simpatía; capacidad de trabajar en equipo; amor y cariño por los que tenemos a nuestro alrededor… En definitiva, saber cuidar y respetar las relaciones interpersonales.

Ha sido tradición entre la clase médica descubrir a grandes literatos, artistas de todo tipo, deportistas, cetreros… Es decir: Hombres y mujeres que han sabido hacer otras cosas, y no solo medicina. Tereas que los han enriquecido y que además han servido para que tengan una visión más universal de su vida y trabajo. Y todo esto abre la mente hacia el mundo y los demás. Ver la vida por un canuto, sea cual sea, es un empobrecimiento que no nos lleva a ser mejores médicos.

“El que ilumina”

San Lucas, médico de la antigüedad, hace ya 21 siglos era un hombre culto que sabía más cosas que medicina. Los estudiosos han trabajado sobre los textos de sus dos obras, que se incluyen en la Sagrada Escritura: su Evangelio, según san Lucas y los Hechos de los Apóstoles. Todos coinciden que el griego del evangelista es pulcro y de alta calidad. Era un hombre que sabía escribir y describir muy bien.

Su nombre, Lucas, viene del griego y del latín y significa “el que ilumina” el que da luz. Que nombre más apropiado para un evangelista que nos trae la Palabra de Dios que, con Cristo Jesús, es Luz para las gentes… Hay también teorías, no probadas, que dicen que viene del hebreo y que significa “huracán”.

De sus datos biográficos sabemos que nació en Antioquía, actualmente Turquía, que era descendiente de los judíos de la diáspora, aquellos que se asentaron por todo el Mediterráneo, después del exilio asirio. San Pablo le menciona en sus cartas y deja caer que es de educación griega, propia de su entorno y médico de profesión.

Profunda investigación

San Lucas hizo una profunda investigación para escribir su Evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Seguro que dedicó mucho tiempo a entrevistar y recoger testimonios de muchos apóstoles y otros testigos presenciales de los hechos de la vida de Jesús y de los primeros cristianos.

Su Evangelio es el más largo de los cuatro y recoge el abanico más amplio de la vida de Jesucristo y su entorno. Se extiende desde la anunciación de Juan el Bautista por él ángel Gabriel a Zacarías, hasta la Ascensión del Señor a los cielos. Es un buen libro para comenzar a conocer a Nuestro Señor Jesucristo.

Es el mejor redactado de los evangelios, por el uso elegante y equilibrado del griego, como solo de una persona culta y erudita se podía esperar. Al leer la infancia de Jesús con tanto detalle, advertimos que sus fuentes de información son muy exhaustivas, de lo cual los exégetas han deducido que conoció y trató a María Santísima, Madre de Jesús.

Los detalles de la Encarnación o Anunciación, el Nacimiento de Jesús, la Presentación en el Templo de Jerusalén, la huída a Egipto y Jesús perdido y hallado en el Templo, entre otros. Todo esto hace que el Evangelio de S. Lucas sea imprescindible para el conocimiento de la infancia del Salvador.

Autor de imágenes

La tradición nos ha transmitido que la misma María Santísima transcribió el canto del Magníficat a este santo, cosa que solo ella conocía y que solo ella podía transmitir. También añade la tradición que Lucas es el autor de las imágenes más antiguas de María que se conserva en la basílica de Santa María la Mayor, primer templo cristiano dedicado a María.

Los romanos conocen a esa hermosa imagen como la Salus Populis Romani, a la cual acuden los ante cualquier necesidad perentoria. Por eso, ante esta pandemia también muchos romanos se han acercado a este templo. El Papa Francisco, entre ellos, acudió a ella para pedir e interceder por los romanos y por todo el mundo.

Esta tradición, por lo tanto, nos dice que san Lucas también tenía dotes artísticas de pintor. El mismo firma sus relatos de modo discreto y velado para dejar claro que fue María, la Virgen su fuente principal, al acabar en dos ocasiones la escena con las siguientes palabras: “María conservaba todas estas cosas en su corazón” (Lucas 2:19; 2:51).

Hechos de los Apóstoles

El evangelista relata el libro de los Hechos de los Apóstoles en dos modalidades, una habla de los hechos en primera persona, como si fuese testigo presencial, que parece que lo fue y una segunda parte en tercera persona, como si hubiese tenido información recibida de otros testigos. Fue compañero de san Pablo, algunos autores dicen que eran parientes. San Pablo en su carta a los colosenses le llama: “el médico querido”.

Predicó el Evangelio en Roma, las Galias, Libia, Macedonia, Dalmacia, y Grecia. Murió, ahorcado por testimonio de su fe, en Acaya, a los 84 años, y su cuerpo fue trasladado a Constantinopla inicialmente y después a Pavia. Quiso que le enterraran junto a una pintura de Nuestra Señora, que el mismo había hecho. Luego sus huesos fueron trasladados a Constantinopla y más tarde a Pavia. Y su cabeza se trasladó a Roma, donde hasta hoy puede ser venerada.

Iconografía

Se le representa simbólicamente en la iconografía cristiana con el toro alado, con base en una visión del profeta Ezequiel: “Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana. Tenían cada uno cuatro caras, y cuatro alas cada uno. Sus piernas eran rectas y la planta de sus pies era como la planta de la pezuña del buey, y relucían como el fulgor del bronce bruñido. Bajo sus alas había unas manos humanas vueltas hacia las cuatro direcciones, lo mismo que sus caras y sus alas, las de los cuatro. Sus alas estaban unidas una con otra; al andar no se volvían; cada uno marchaba de frente. En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre, y los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda, y los cuatro tenían cara de águila (Ezequiel 1, 5-10).

Varios países han adoptado el día de San Lucas como Día del Médico; también varias asociaciones médicas llevan su nombre.

La respuesta, en el Resucitado

Su fiesta nos puede hacer reflexionar con algo que me pasó con un antiguo compañero de facultad. A mi amigo Antonio, intensivista en Sevilla, cuando comenzó la pandemia le pregunté: “Antonio, ¿Y tú como lo ves, crees que hay alguna solución?”.

Y él, que no es de soluciones fáciles ni milagritos por doquier, con conocimiento de causa, con fuerza y contundencia me dijo: “Dile a la gente que dejen de hacer cosas inútiles, como ver la televisión, quejarse de lo que no hacen los demás y que recen, por los enfermos y por nosotros médicos y todo el personal sanitario. La respuesta y la solución están en el Resucitado”.

Rezar por los sanitarios

Quiero acabar estas líneas, en estos momentos tan difíciles para tantos que más que aplaudir y alabar al personal sanitario, que han demostrado ser verdaderos héroes, que recemos por ellos y san Lucas, que celebra su fiesta el 18 de octubre, es una nueva oportunidad para añadir a un intercesor para acudir a Dios, que oiga nuestras plegarias haciéndonos reaccionar.

San Lucas, tú que eres médico, cuida de tus colegas, sana a los enfermos y cuida de la salud de todos nosotros. Bien que ahora escasea y por el que necesitamos dar gracias y no darlo por supuesto. Gracias por nuestra salud y que la conservemos. San Lucas, ruega por nosotros.

Exaltación de la Santa Cruz

Cruz (C) Cathopic. Dimitri Conejo Sanz

Significado de la festividad

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(zenit – 14 sept. 2020).- Hoy la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. En zenitD. Manuel González López de Lemus, sacerdote de la prelatura del Opus Dei, explica qué se celebra en esta festividad, su historia y su significado.

Una de las primeras preguntas de Catecismo de la Doctrina Católica es: “¿Cuál es la señal del cristiano?” Y la respuesta era clara y diáfana: “La señal del cristiano es la Santa Cruz”. Lógicamente, la siguiente pregunta pedía explicaciones sobre esa respuesta. “¿Por qué la Santa Cruz es la señal del cristiano?”

Y la respuesta nos daba una frase corta y concisa, pero llena de contenido teológico: “Porque en ella murió Jesucristo, por amor a nosotros para perdonarnos de nuestros pecados. Mejor no se puede decir”.

Fiestas para honrar la cruz

Conociendo la centralidad de la Santa Cruz, la Iglesia la celebra con tres fiestas diferentes: Viernes Santo, la Exaltación de la Santa Cruz el 14 de septiembre y la Invención de la Santa Cruz el 3 de mayo. Esta última celebración ha desaparecido del calendario romano litúrgico en la última reforma de 1960.

En la fiesta del 14 de septiembre, y en todas las demás, se recuerda y se honra la cruz, en la cual nuestro Señor Jesucristo fue crucificado. La particularidad de esta fiesta de la exaltación de la Santa Cruz y su celebración es la siguiente: Después que santa Elena descubrió el leño de la Santa Cruz alrededor del año 335 y se consagró la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén donde quedó para el culto de los cristianos.

Historia

Hacia el año 614 hubo un saqueó en la ciudad santa a cargo de Cosroes II, rey de los persas. Murieron unas 80.000 personas, además de los miles que se llevó de prisioneros junto a todos los tesoros robados de la ciudad Santa. Siendo el más valioso de ellos la Santa Cruz el tesoro más preciado que santa Elena había colocado en la basílica del Santo Sepulcro.

Ante este atentado contra los judíos y cristianos, fue reparado por el emperador Heraclio que, en el 628, después de pedir a toda la cristiandad que rezaran, ofrecieran oraciones y ayunos, recuperó de los persas tan preciada reliquia y la restituyó a su lugar original. Como anécdota se cuenta, que él la tomó personalmente vestido con todas las insignias de su realeza para llevarla a Jerusalén, el peso de la Cruz se fue haciendo más y más insoportable.

Zacarías, obispo de Jerusalén, le hizo ver que para llevar a acuestas la Santa Cruz, debería despojarse de la pompa real, e imitar la pobreza y la humildad de Cristo, que se había abrazado a la Cruz desprendido de todo. Heraclio vistió entonces humildes ropas de penitente, y descalzo, pudo llevar la Santa Cruz a la basílica del Santo Sepulcro.

Dos maderos

La centralidad de la Santa Cruz nos ayuda a prestar atención a dos maderos que compendian nuestra fe. El árbol del conocimiento del bien y del mal (Gen. 2:17). Este es el lugar donde nuestros primeros padres cayeron en la tentación, donde el diablo venció sobre ellos y como castigo perdimos tantos bienes del orden de la naturaleza y del orden de la gracia.

Para que no cayéramos en desesperación, Dios mismo en un acto de misericordia les hizo una promesa de salvación o una alianza que renovará a lo largo de la historia de la salvación. Este árbol, está representado durante las fiestas de Navidad con un árbol de hoja perenne, y con bolas de colores que representan el fruto prohibido.

Así podemos contemplar y meditar el motivo de que Jesucristo se haya hecho hombre. El credo lo deja clarísimo: Que por nosotros y nuestra salvación bajo del cielo y se encarnó de María Virgen.

El segundo árbol es la Cruz, no tiene hojas, el fruto cuelga del madero y la iglesia el Viernes Santo canta: Este es el árbol de la Cruz, en el que estuvo clavada la salvación del mundo. Venid a adorarlo. Esa liturgia se centra en la Cruz como árbol que, a través de la muerte del Redentor, nos da vida Nueva que ya no tiene fin. Mientras, el árbol del paraíso, aunque estaba lleno de frutos fue la ocasión de engendrar la muerte.

Árbol de la vida y árbol de la muerte

El árbol de la vida, la cruz. Y el árbol de la muerte, el del paraíso. De uno viene la desobediencia, el querer ser como dioses compitiendo con Dios y arrebatándole sus dones y el otro árbol de la Cruz es fuente de Vida ya que manifiesta que la identificación con Dios se hace por medio de la aceptación de la voluntad divina y Cristo nos enseña el modo en que podemos y debemos ser como dioses: Señor, hágase tu voluntad y no la mía. Por eso María es un ejemplo de santidad cuando su reacción a los dones de Dios es muy parecida a la de Cristo: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mi según tu Palabra”.

Así la Cruz que es un signo de contradicción ya que brazo vertical de la vida se opone contra el brazo horizontal de la muerte. Sin embargo, al colgar a un hombre inocente que paga por los pecados de los hombres se convierte en un signo de amor, redención y salvación, a pesar de que entre los judíos como nos dice S. Pablo era signo de escándalo y los paganos la veían como una necedad.

Por todo ello, san Pablo hace una apología en el comienzo de la primera carta a los Corintios, defiende ese signo de salvación.

Resumen de la fe

De este modo ese signo, gracias a la Encarnación y a la Redención del género humano, se convierte en el perfecto resumen de nuestra fe. Cuando un escriba pregunta a Jesucristo cual es el primer mandamiento de la ley, para probarlo, Él responde con la Shemá, oración muy conocida de los judíos: “Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Cuál es el primero de los mandamientos? Jesús respondió: El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.

El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay otro mandamiento más grande que estos. El escriba le dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios. Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: Tú no estás lejos del Reino de Dios. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas” (Mar.12:29). Nuestro Señor Jesucristo ha resumido los diez mandamientos en dos: Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Unión de tierra con cielo

La Cruz también simboliza esta verdad ya que el brazo horizontal representa la unión de tierra con el cielo y por lo tanto el amor a Dios sobre todas las cosas y el brazo horizontal el amor al hermano y la unión de lo que está a la derecha con lo que está ala izquierda. Pero ese brazo no puede flotar en el aire, ha de apoyarse en el vertical.

Es decir: nuestro amor al prójimo tiene que ser la más clara expresión de nuestro amor a Dios. Ya lo dice el apóstol san Juan en su primera carta (1 Jn 4:20): “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ha visto”.

La Cruz es el símbolo del cristiano y hemos de celebrarla con nuestras fiestas, llevarla en nuestro pecho y recordarla junto al misterio de la Santísima trinidad: Tres personas y un solo Dios verdadero (nombre, no nombres). En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

D. Manuel González López de Lemus, sacerdote

Youtube: Fr. Manuel Gonzalez / Facebook: Emmanuel J. González

Instagram: @mitogonzalez2013 / Blog: Consideraciones espirituales

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