Ciudad del Vaticano
El Papa Francisco impuso el palio al patriarca latino de Jerusalén, Giambattista Pizzaballa, en la capilla de la Casa Santa Marta, a las 8:30 de la mañana del miércoles 28 de octubre, justo antes de la audiencia general. En un rito simple y sobrio pero profundamente simbólico, el Pontífice recitó el Pater noster junto con el nuevo Patriarca y luego confió su misión, a la Madre de Dios, con el Ave María.
Estuvieron presentes el padre Flavio Pace, subsecretario de la Congregación para las Iglesias Orientales, y, entre otros, algunos representantes del patriarcado latino de Jerusalén y de la Orden de los Frailes Menores, a la que pertenece Pizzaballa.
"El palio, que marcará, en los momentos más solemnes, mi nuevo ministerio entre vosotros -escribió el Patriarca en su primer saludo a la gente de su diócesis- nos recuerda que hemos elegido en el bautismo tomar sobre nosotros el yugo de Cristo, el peso y la gloria de la cruz, que es el amor dado hasta la muerte y más allá".
Esta vez me pidieron que me "quedara"
"Hace cuatro años, al final de mi mandato como custodio de Tierra Santa, el Santo Padre quiso nombrarme administrador apostólico del patriarcado latino de Jerusalén", recuerda en su carta a sus fieles.
"Entonces -confiesa- quise interpretar este nombramiento, que todavía no deja de sorprenderme y turbarme, a la luz del verbo 'volver': como los discípulos de Emaús, yo también me sentí invitado a volver a Jerusalén para reanudar el viaje, encontrar la comunidad, intensificar mi compromiso".
«Y cuando pensaba que mi mandato en Jerusalén había terminado - continúa explicando- recibí una nueva invitación del Papa Francisco que quiere que sea patriarca. Así que esta vez me pidieron que me "quedara". Es el verbo de la paciencia madura, de la espera vigilante, de la fidelidad cotidiana y seria, no sentimental y transitoria. Es ante todo la invitación del Señor a sus apóstoles antes de la Ascensión: a ellos, todavía desorientados y perplejos, tentados de ir por su propio camino, o de resolver todo e inmediatamente, de forzar casi los tiempos de Dios, Jesús les dice: "Quédense en la ciudad, hasta que sean revestidos del poder de lo alto" (Lucas 24, 49). Y por lo tanto yo también permanezco para caminar entre ustedes y con ustedes, en la fe y la esperanza».
Los pasos y ritmos del hombre deben ser otros
"Estamos afligidos - vuelve a plantear el patriarca - por viejos y nuevos problemas: una política miope, incapaz de visión y coraje, una vida social cada vez más fragmentada y dividida, una economía que nos empobrece cada vez más, y finalmente esta pandemia, con la imposición de ritmos lentos y contrarios a la vida a la que estábamos acostumbrados".
Pero añade: "Pienso también en nuestras escuelas cada vez en mayor dificultad, en nuestras comunidades eclesiales a veces tan frágiles y, en definitiva, en tantos problemas dentro y fuera de nosotros, que ya conocemos. Todo esto, sin embargo, nos está enseñando dolorosamente pero, espero, efectivamente, que los pasos y ritmos del hombre deben ser otros, si quiere salvarse a sí mismo y al mundo".
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