«Manténganse listos, con la ropa bien ajustada y la luz encendida. Pórtense como siervos que esperan a que regrese su señor de un banquete de bodas, para abrirle la puerta tan pronto como él llegue y toque. Dichosos los siervos a quienes su señor encuentre pendientes de su llegada. Créanme que se ajustará la ropa, hará que los siervos se sienten a la mesa, y él mismo se pondrá a servirles. Sí, dichosos aquellos siervos a quienes su señor encuentre preparados, aunque llegue a la medianoche o de madrugada. Así mismo deben ustedes estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen». Lc 12, 35-38.40
En la Audiencia General del miércoles 11 de octubre de 2017 el Santo Padre Francisco realizó su catequesis a partir de la reflexión del capítulo 12 del Evangelio según san Lucas, versículos 35 al 38.40. A continuación el resumen que pronunció en español:
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio que hemos escuchado nos invita a vivir en esperanza vigilante, es decir, a estar siempre preparados para recibir al Señor, con la total confianza de que ya hemos sido salvados por él y de que estamos esperando la plena manifestación de su gloria. Esto exige que vivamos con responsabilidad nuestra fe, y que acojamos con agradecimiento y asombro cada día de nuestra vida como un regalo de Dios.
La esperanza vigilante y la paciencia son dos características que definen a quien se ha encontrado con Jesús, estructurando su vida desde la confianza y la espera, consciente de que el futuro no es sólo obra de nuestras manos, sino de la preocupación providente de un Dios que es todo misericordia.
Este convencimiento lleva al cristiano a amar la vida, a no maldecirla nunca, pues todos los momentos, por muy dolorosos, oscuros y opacos que estos sean, son iluminados con el dulce y poderoso recuerdo de Cristo. Gracias a él estamos convencidos de que nada es inútil, ni vacío, ni fruto de la vana casualidad, sino que cada día esconde un gran misterio de gracia y de que en nuestro mundo no necesitamos otra cosa que no sea una caricia de Cristo.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en especial a la comunidad del Pontificio Colegio Mexicano de Roma, que acompañados por los cardenales José Francisco Robles Ortega y Alberto Suárez Inda, así como por algunos obispos mexicanos, celebran el 50 aniversario de su fundación. Animo a todos a que, siguiendo el ejemplo de nuestra Madre la Virgen María, vivan con una esperanza vigilante, y sean para cuantos los rodean portadores de la luz y de la caricia del Dios de la Misericordia. Que Dios los bendiga.
(Radio Vaticano)
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