Obispos de Irlanda: Aliento del Papa y llamada a la “honestidad e integridad”

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(ZENIT – 26 agosto 2018).- El Papa ha deseado a los obispos irlandeses que en sus esfuerzos diarios “por ser padres y pastores de la familia de Dios” en este país, sean “sostenidos siempre por la esperanza” que se fundamenta en la “verdad de las palabras de Cristo” y en la “seguridad de sus promesas”.

Al término de la Santa Misa celebrada en el Parque Phoenix, a las 17 hora local (18 h. en Roma), el Santo Padre Francisco se ha encontrado con los obispos de manera privada en el Convento de las Hermanas Dominicas de Dublín, en el marco del IX Encuentro Mundial de las Familias celebrada esta semana en la capital irlandesa.

Necesidad de reconocer

Del mismo modo que en prácticamente todas las celebraciones del Pontífice durante estos 2 días en Irlanda, un tema recurrente de la visita apostólica ha sido la “necesidad” de que la Iglesia reconozca y remedie con “honestidad evangélica y valentía” los errores del pasado con respecto a la protección de los niños y los adultos vulnerables, ha destacado el Santo Padre.

Francisco ha apreciado que los obispos hayan procedido “resueltamente”, en los últimos años, no solo a poner en marcha “caminos de purificación y reconciliación con las víctimas de abusos”, sino también, con la ayuda del National Board para la protección de los niños en la Iglesia en Irlanda, a “establecer un conjunto detallado de reglas destinadas a garantizar la seguridad de los jóvenes”.

Honestidad e integridad

El Santo Padre ha expresado que Irlanda “puede ofrecer a toda la sociedad un ejemplo y una llamada la honestidad y la integridad” con que la Iglesia decide abordar este capítulo doloroso de su historia.

“El fuerte sentido misionero arraigado en el alma de vuestro pueblo os inspirará formas creativas para dar testimonio de la verdad del Evangelio y hacer crecer la comunidad de los creyentes en el amor de Cristo”, ha animado el Papa a los obispos.

Renovación de la Iglesia

La conmoción de los últimos años ha puesto a prueba la fe tradicionalmente fuerte de los irlandeses, y  ha constituido también una “oportunidad para una renovación interior de la Iglesia en este país” y ha indicado modos nuevos de concebir su vida y su misión, ha reiterado el Papa.

A su llegada, el Papa ha sido recibido por Mons. Eamon Martin, Arzobispo de Armagh, Primado de Irlanda y Presidente de la Conferencia Episcopal Irlandesa, quien ha ofrecido al Papa unas palabras de acogida antes de su discurso.

Al terminar el Encuentro, Francisco se ha hecho una foto de grupo con las monjas dominicas en el patio frente a la Iglesia.

Publicamos a continuación las palabras del Santo Padre durante el Encuentro: 

***

Discurso del Papa Francisco

Queridos hermanos obispos: 

A punto de concluir mi visita a Irlanda, doy gracias por esta oportunidad de compartir unos momentos con vosotros. Agradezco al arzobispo Eamon Martin sus amables palabras de introducción y os saludo a todos con afecto en el Señor. 

Nuestro encuentro de esta noche retoma el diálogo fraterno que tuvimos el año pasado en Roma durante vuestra visita ad limina Apostolorum. En estas breves reflexiones, quisiera resumir nuestra conversación anterior, en el espíritu del Encuentro Mundial de las Familias que acabamos de celebrar. Todos nosotros, como obispos, somos conscientes de nuestra responsabilidad como padres del santo Pueblo fiel de Dios. Como buenos padres, tratamos de alentar e inspirar, reconciliar y unir, y sobre todo de preservar todo el bien transmitido de generación en generación en esta gran familia que es la Iglesia en Irlanda. 

Por ello, esta noche mi palabra para vosotros es de aliento en vuestros esfuerzos, en estos momentos de desafío, para perseverar en vuestro ministerio de heraldos del Evangelio y pastores del rebaño de Cristo. De manera especial, estoy agradecido por la atención que mostráis hacia los pobres, los excluidos y los necesitados, como recientemente lo ha atestiguado vuestra carta pastoral sobre las personas sin hogar y sobre las dependencias. También estoy agradecido por la ayuda que brindáis a vuestros sacerdotes, cuya pena y desánimo causados por los recientes escándalos son a menudo ignorados. 

Un tema recurrente de mi visita ha sido, por supuesto, la necesidad de que la Iglesia reconozca y remedie con honestidad evangélica y valentía los errores del pasado con respecto a la protección de los niños y los adultos vulnerables. En los últimos años, como cuerpo episcopal, habéis procedido resueltamente, no solo a poner en marcha caminos de purificación y reconciliación con las víctimas de abusos, sino también, con la ayuda del National Board para la protección de los niños en la Iglesia en Irlanda, a establecer un conjunto detallado de reglas destinadas a garantizar la seguridad de los jóvenes. En estos años todos hemos tenido que abrir nuestros ojos ante la gravedad y el alcance de los abusos sexuales en diferentes contextos sociales. En Irlanda, como también en otros lugares, la honestidad y la integridad con que la Iglesia decide abordar este capítulo doloroso de su historia puede ofrecer a toda la sociedad un ejemplo y una llamada. 

Como mencionamos en nuestra conversación en Roma, la transmisión de la fe en su integridad y belleza representa un desafío significativo en el contexto de la rápida evolución de la sociedad. El Encuentro Mundial de las Familias nos ha dado gran esperanza y nos ha estimulado sobre el hecho de que las familias son cada vez más conscientes de su papel irremplazable en la transmisión de la fe. Al mismo tiempo, las escuelas católicas y los programas de educación religiosa continúan desempeñando una función indispensable en la creación de una cultura de la fe y de un sentido de discipulado misionero. Sé que esto es un motivo de cuidado pastoral para todos vosotros. La genuina formación religiosa requiere maestros fieles y alegres, capaces de formar no solo las mentes sino también los corazones en el amor de Cristo y en la práctica de la oración. La preparación de tales maestros y la difusión de programas para la formación permanente son esenciales para el futuro de la comunidad cristiana, en la que un laicado comprometido está particularmente llamado a llevar la sabiduría y los valores de su fe como parte de su compromiso con los diferentes sectores de la vida social, política y cultural del país. 

La conmoción de los últimos años ha puesto a prueba la fe tradicionalmente fuerte de los irlandeses. No obstante, ha constituido también una oportunidad para una renovación interior de la Iglesia en este país y ha indicado modos nuevos de concebir su vida y su misión. «Dios siempre es novedad» y «nos empuja a partir una y otra vez y a desplazarnos para ir más allá de lo conocido» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 135). Que con humildad y confianza en su gracia, podáis discernir y emprender caminos nuevos para estos tiempos nuevos. Ciertamente, el fuerte sentido misionero arraigado en el alma de vuestro pueblo os inspirará formas creativas para dar testimonio de la verdad del Evangelio y hacer crecer la comunidad de los creyentes en el amor de Cristo y en el celo por el crecimiento de su Reino. 

Que en vuestros esfuerzos diarios por ser padres y pastores de la familia de Dios en este país, seáis sostenidos siempre por la esperanza que se fundamenta en la verdad de las palabras de Cristo y en la seguridad de sus promesas. En todo tiempo y lugar, esta verdad nos hace libres (cf. Jn 8,32), posee su propio poder intrínseco para convencer a las mentes y conducir los corazones hacia sí. No os desaniméis cada vez que vosotros y vuestro pueblo os sintáis un pequeño rebaño expuesto a desafíos y dificultades. Como nos enseña san Juan de la Cruz, en la noche oscura es donde la luz de la fe brilla más pura en nuestros corazones. Y esta luz mostrará el camino para la renovación de la vida cristiana en Irlanda en los próximos años. 

Por último, en espíritu de comunión eclesial, os pido que continuéis promoviendo la unidad y la fraternidad entre vosotros y, junto con los líderes de otras comunidades cristianas, trabajéis y oréis fervientemente por la reconciliación y la paz entre todos los miembros de la familia irlandesa. 

Con estas ideas, queridos hermanos, os aseguro mi oración por vuestras intenciones, y os pido que me recordéis en la vuestra. A todos vosotros y a los fieles confiados a vuestro cuidado pastoral, os imparto la Bendición Apostólica, como prenda de alegría y fortaleza en el Señor Jesucristo.

© Librería Editorial Vaticano

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