Un Dios que no se detiene ni se venga a pesar de nuestros errores es la gran novedad del cristianismo, dice el Papa

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REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Reflexionando sobre la liturgia del domingo 8 de octubre, que propone la parábola de los labradores, a quienes el propietario arrienda la viña que había plantado y luego se va, poniendo a prueba la lealtad de los labradores. (cf. Mt 21.33 a 43). Francisco dijo que estos en vez de custodiarla, hacerla fructificar y entregar la cosecha al dueño, asumen una actitud posesiva: no se consideran simples gestores, sino propietarios, y se niegan a entregar la cosecha. Maltratan a los sirvientes, hasta el punto de matarlos. El dueño se muestra paciente con ellos, pero también matan a su hijo pensando que así habrían podido tener su herencia.

Y aquí el Papa afirmó: “Esta es la gran novedad del cristianismo: un Dios que, aunque decepcionado por nuestros errores y nuestros pecados, no rompe su palabra, no se detiene y sobre todo no se venga.

Hermanos y hermanas, ¡Dios no se venga! Dios ama, no se venga, nos espera para perdonarnos, para abrazarnos. … A través de situaciones de debilidad y de pecado, Dios sigue poniendo en circulación el “vino nuevo” de su viña, es decir, la misericordia…”. Francisco aclaró que “sólo hay un impedimento ante la tenaz y tierna voluntad de Dios: nuestra arrogancia y nuestra presunción, que a veces se convierte también en violencia”. Y basado en el mismo Evangelio aseveró que “frente a estas actitudes y donde no se producen frutos, la Palabra de Dios conserva toda su fuerza de reprensión y admonición: “el Reino de Dios se les quitará a ustedes y se le entregará a un pueblo que produzca los frutos del Reino”.” jesuitaGuillo

 


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