(ZENIT- Roma).- El santo padre Francisco en una entrevista a la revista ‘Scarp de tenis’, contó diversos hechos de su vida, entre ellos que su padre y sus abuelos no lograron zarpar en el buque Mafalta y salvaron del naufragio.
Así en uno de los artículo del ‘mensual de la calle’ de la diócesis de Milán, que salió este mes de marzo, el Santo Padre narra: “Mis abuelos y mi papá, debían partir hacia finales del 1928, tenían el billete para el buque “Princesa Mafalda”, el mismo que se hundió delante de las costas de Brasil. Entretanto ellos no lograron vender a tiempo lo que poseían y así cambiaron el billete y se embarcaron en el ‘Giulio Cesare’ el 1 de febrero de 1929. Por ello estoy aquí”.
Ponerse en el lugar del otro. Respondiendo a otra pregunta, el papa Francisco señaló que “es muy difícil meterse en los zapatos, en el lugar de los demás, porque a menudo somos esclavos de nuestro egoísmo. En un primer nivel, podemos decir que la gente prefiere ocuparse de sus propios problemas sin querer ver el sufrimiento u otras dificultades”
Entretanto asegura el pontífice “hay otro nivel. Ponerse en los zapatos de los demás significa tener una gran capacidad de comprender, de entender los momentos y las situaciones difíciles…”.
“Si pensamos, además, en las existencias que están hechas a menudo de soledad, ponerse en los zapatos del otro significa servicio, humildad, generosidad, que es también la expresión de una necesidad. Necesito que alguien se ponga en mis zapatos. Porque todos necesitamos comprensión, compañerismo y un consejo”, dijo.
“Cuántas veces -concluyó el Papa- he conocido a personas que, después de haber buscado consuelo en un cristiano, ya sea un laico, un sacerdote, una monja, un obispo, me dice: ‘Sí, me ha escuchado, pero no me ha entendido’. Entender significa ponerse en los zapatos de los demás”.
¿Qué le falta más de Buenos Aires?, el Santo Padre indica que “solamente la posibilidad de salir y andar por la calle. Me gusta ir a visitar las parroquias y encontrar a la gente”. Si bien precisa que “no tengo nostalgias particulares”.
Entretanto precisó:“Nunca me he sentido desarraigado”. Y explicó que “en Argentina todos somos migrantes. Por esto allá abajo el diálogo interreligioso es la norma. En la escuela había hebreos que llegaban principalmente de Rusia y musulmanes sirios y libaneses, o turcos con pasaporte del Imperio otomano. Había mucha fraternidad. En el país hay un número limitado de indígenas, la mayor parte de la población es de origen italiano, español, polaco, del Medio Oriente, ruso, alemán, croata, esloveno. En los años a caballo entre los dos siglos anteriores el fenómeno migratorio fue de un alcance enorme. Mi papá tenía veinte años cuando llegó a la Argentina y trabajaba en la Banca de Italia, se casó allá”.
Se ve más solidaridad entre los pobres. El Pontífice comentó también su experiencia en Buenos Aires, y señaló que ha visto más solidaridad en los barrios pobres que en los del centro.
“En las villas miseria hay muchos problemas, entretanto los pobres son mas solidarios entre ellos, porque sienten que tienen necesidad uno del otro”. Señaló también que encontró “más egoísmo en los barrios altos” y que “la solidaridad que se registra en las bidonville no se ve en otras partes” y si en las villas miseria la droga se ve más es porque en otros barrios está más cubierta, y se usa con guantes blancos.
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