VATICANO, 19 Ene. 20 (ACI Prensa).-
El Papa Francisco destacó, durante el rezo del Ángelus este domingo 19 de enero en la Plaza de San Pedro del Vaticano, que, a diferencia de otras religiones donde se hacen sacrificios y ofrendas a Dios, en el cristianismo es Dios quien sacrifica a su Hijo para salvar a la Humanidad.
El Santo Padre indició que Jesús “cargó con los pecados de todos y los para que fuésemos libres y no esclavos”.
El Pontífice reflexionó sobre el fragmento evangélico de este segundo domingo del Tiempo Ordinario, del Evangelio de San Juan, en el que se sigue describiendo la Epifanía del Señor, “la manifestación de Jesús”.
“Después de haber sido bautizado en el río Jordán”, señaló Francisco, “Él fue consagrado por el Espíritu Santo que se posó sobre Él y fue proclamado Hijo de Dios por la voz del Padre celeste”.
El Pontífice explicó que “el Evangelista Juan, a diferencia de los otros tres, no describe el acontecimiento, sino que propone el testimonio de Juan Bautista. Él fue el primer testigo de Cristo. Dios lo había llamado y lo había preparado para esto”.
Después del bautismo en el Jordán, “Juan el Bautista no puede retener el fuerte deseo de dar testimonio de Jesús, y declara: ‘Y yo lo he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios’”.
Juan habla así porque “vio algo desconcertante, es decir, el Hijo amado de Dios solidario con los pecadores; y el Espíritu Santo le hizo comprender la novedad inaudita, un verdadero vuelco”.
Esa novedad supone que “mientras en todas las religiones es el hombre el que ofrece y sacrifica algo a Dios, con la venida de Jesús es Dios el que ofrece a su propio Hijo para la salvación de la Humanidad”.
“Juan manifiesta su estupor y su aceptación de esta novedad traída por Jesús mediante una expresión que repetimos siempre en Misa: ‘He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo’”.
De esa manera, “el testimonio de Juan Bautista nos invita a recomenzar siempre nuestro camino de fe: recomenzar desde Jesucristo, Cordero lleno de misericordia que el Padre ha entregado por nosotros”.
Por ello, el Papa Francisco invitó a aprender del Bautista “a no presumir de conocer ya a Jesús, de saberlo todo de Él. No, no es así. Detengámonos en el Evangelio, tal vez contemplando un icono de Cristo, un ‘Rostro santo’, una de las muchas representaciones hermosas en que es rica la historia del arte en oriente y en occidente”.
“Contemplemos con los ojos y, todavía más, con el corazón: y dejémonos instruir por el Espíritu Santo que nos dice en el interior: ¡Es Él! Es el Hijo de Dios haciéndose cordero, inmolado por amor”.
“Él ha llevado consigo, ha sufrido, ha expiado el pecado del mundo, y también mis pecados. Todos. Ha cargado con todos y los ha arrancado de nosotros, para que finalmente fuésemos libres, nunca más esclavos del mal. Sí, tal vez pobres pecadores, pero no esclavo, no, sino hijos, hijos de Dios”, concluyó el Papa Francisco.
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