Padre Antonio Rivero: «Cristo ha venido a salvarnos a todos»

Sistema de Información del Vaticano

DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO

Ciclo A

Textos: Isaías 8, 23 – 9, 3; 1 Co 1, 10-13.17; Mateo 4, 12-23.

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

El Papa Francisco ha instituido el 30 de septiembre del 2019 el Domingo de la Palabra en el tercer domingo del Tiempo Ordinario en su carta apostólica “Aperuit illis” (“Les abrió el entendimiento para que entendiesen las Escrituras” Lucas 24, 45). Por tanto es el primer año en que celebramos este domingo del Tiempo Ordinario, que nos compromete a leer cada día la Palabra de Dios, interiorizarla, dejarnos transformar por ella y llevarla por doquier, como apóstoles de Cristo, para que todos alcancen la salvación traída por Cristo.

Idea principal: la misión salvadora de Cristo es universal, es decir, vino para salvar a todos.

Resumen del mensaje: Ese Hijo de Dios, Jesús, que tiene su carnet de identidad de Siervo (domingo pasado), necesita colaboradores para llevar adelante la misión universal de salvación encomendada por el Padre (evangelio), que es de luz (primera lectura) y amor y unión (segunda lectura).

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, Jesús comienza su misión salvadora universal no en la Jerusalén sagrada y religiosa, ni en la más pacífica Judea, sino en Galilea, la de los gentiles, donde había una mezcla de razas y lugar de paso de civilizaciones, mezcla de judíos y de paganos. Galilea estaba “en la frontera” y allí se daban desmanes, desvaríos y descreencias. La elección de este escenario ya da a entender que Jesús va a ofrecer una salvación universal. Jesús se presenta como luz (primera lectura) para los que andan en tinieblas, como amor para los que viven anclados en su egoísmo y como salvación para todos sin excepción. Nadie está excluido.

En segundo lugar, como esta misión salvadora universal de Jesús es ardua, quiere la colaboración libre y amorosa de hombres que le echen una mano. Por eso, los llama con amor y confianza. Ellos responden libremente dejando todo y siguiéndolo. Y tienen que ir a evangelizar como nos dice el Papa Francisco en su exhortación, no a lugares fáciles, sino a lugares “incómodos”, y esto “sin demoras, sin asco y sin miedo” (Evangelii gaudium, 23), “primereando” en el amor (id. 24) y llevando la consigna de la conversión a Jesús (evangelio) y la unión mutua que rompe todo partidismo eclesial (segunda lectura).

Finalmente, a esta misión salvadora universal Jesús nos ha invitado a cada uno de nosotros bautizados para que seamos sus colaboradores. Cristo pasa por las casas, por los colegios, por las fábricas, por las legislaturas, por los caminos, e invita a todos a seguirlo y difundir su evangelio, cada uno según sus posibilidades y de acuerdo con su peculiar vocación. A algunos como laicos –la mayoría-, a otros como religiosos y a unos cuantos como sacerdotes. Como bautizados estamos llamados a apoyar esta misión universal salvadora de Cristo, siendo profetas que anuncian a Cristo y su Palabra y denuncian, desde el evangelio, cuanto hiere a Dios y al hermano; sacerdotes que saben ofrecer sus penas y alegrías; y reyes para servir a todos y luchar contra el pecado en sus corazones y en el corazón de los demás. Para ello tenemos que dejar nuestra barca, nuestras redes, tal vez nuestros padres y posibilidades lícitas y buenas (evangelio). La misión de los religiosos y religiosas es dar testimonio de los bienes celestiales. La misión de los sacerdotes es pastorear y santificar al pueblo santo de Dios para que cada uno de los fieles, a ellos encomendados, descubra su vocación y se entregue de lleno a colaborar con Cristo en la obra de la salvación en su medio ambiente, en sus comunidades y parroquias y en sus lugares de trabajo.

Para reflexionar: si Cristo me llamara hoy a comprometerme más seriamente en su misión universal salvadora, ¿le diría “sí”, o “no”? ¿Qué cosas me atan a mi barca y a mis redes? ¿Estoy revestido de la luz y el amor de Jesús para transmitirlo?

Para rezar: Señor, cuenta conmigo en tu gran tarea de la salvación de la humanidad. Ya he quemado las redes de mi egoísmo y de mis miedos. Confío en Ti. ¿A dónde quieres que vaya?

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org

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