Las reliquias del Apóstol San Bartolomé reposan en esta isla de la ciudad de Roma

Sistema de Información del Vaticano

VATICANO, 24 Ago. 19 (ACI Prensa).-
Enclavada en la isla Tiberina, uno de los lugares con más historia de la ciudad de Roma, la Basílica de San Bartolomé custodia la tumba de este Apóstol que murió mártir, desollado, a manos de los persas.

La isla Tiberina, en medio del río Tíber, acoge hoy dos iglesias y dos hospitales. Sin embargo, en la época de la antigua Roma era un lugar sagrado para los paganos estrechamente relacionado con las ciencias curativas.

La leyenda señala que en el año 292 a.C. una peste asoló la ciudad de Roma. Los sacerdotes paganos afirmaron entonces que para detener la epidemia debían erigir una estatua al dios de la medicina Esculapio y las autoridades romanas mandaron traer la estatua de la ciudad griega de Epidauro.

Cuando la embarcación que traía la estatua a Roma, remontando el río Tíber, llegó a la altura de la isla, considerada hasta entonces lugar de mala suerte, una serpiente cayó de la nave y fue nadando hasta la isla.

Los sacerdotes paganos consideraron este hecho como un augurio y decidieron situar la estatua en ese lugar y dedicarle un templo en la isla a Esculapio. Además, construyeron alrededor de la isla un muro en travertino con forma de nave de barco, en recuerdo del augurio de la serpiente, construcción de la que se conserva un pequeño trozo en una de las riberas de la isla.

Desde entonces, la isla pasó de ser un lugar maldito para los romanos a un punto de peregrinación por los supuestos poderes curativos de la isla. Los dos hospitales de la actualidad son una herencia de la relación de la isla Tiberina con la medicina.

El vínculo de la isla Tiberina con el cristianismo se inició en el año 998, cuando el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Otón III, ordenó la construcción de una primera iglesia para acoger las reliquias de San Bartolomé y del Obispo de Praga, San Adalberto, asesinado mientras evangelizaba en el Este de Europa un año antes.

Sin embargo, la cristianización de este lugar pagano no supuso una disminución de su importancia médica. En el lugar se instaló una comunidad de religiosas benedictinas que, además de administrar la iglesia de San Bartolomé, prestaba atención médica a los habitantes de Roma y a peregrinos.

La isla tomó un nuevo impulso como centro médico en el siglo XVI, cuando la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, conocida como Fatebenefratelli, estableció en ella un primer hospital que, por medio de sucesivas reformas, ha llegado hasta nuestros días como uno de los hospitales más importantes de Roma.

Además de acoger las reliquias de San Bartolomé bajo el altar, la iglesia es, desde el año 2002 por voluntad de San Juan Pablo II Santuario de los Nuevos Mártires. Por ello, en su interior se veneran también las reliquias de numerosos mártires del siglo XX.

En concreto, tiene altares dedicados a los mártires de Asia, de Oceanía, de Oriente Medio y de Europa, además de un altar dedicado a los mártires que dieron la vida por la fe durante los totalitarismos nazi y comunista.

 

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