(RV).- Por segundo día consecutivo la Liturgia del segundo martes de octubre propone reflexionar, con el Libro de Jonás, sobre un diálogo entre la misericordia, la penitencia, la profecía y la terquedad”, si bien sobre todas “vence la misericordia”. En su homilía el Papa resumió estos conceptos a partir de la historia del profeta al que definió un “testarudo” que quería enseñar a Dios “cómo se deben hacer las cosas”.
De esta conocida vicisitud Francisco afirmó que Jonás se niega a cumplir la misión que el Señor le había encomendado, es decir, convertir a la gente de Nínive, si bien después lo hace, aunque permanece “desdeñado” porque Dios, viendo el arrepentimiento de la ciudad, la perdona. Es un “pusilánime” – dijo el Papa – con “el alma almidonada”:
“Los tozudos de alma, los rígidos, no comprenden lo que es la misericordia de Dios. Son como Jonás: ‘Debemos predicar esto, que estos sean castigados porque han hecho el mal y deben ir al inferno…’. Los rígidos no saben ensanchar el corazón como el Señor. Los rígidos son pusilánimes, con el pequeño corazón cerrado allí, apegados a la justicia desnuda. Y olvidan que la justicia de Dios se ha hecho carne en su Hijo; se ha hecho misericordia, se ha hecho perdón; que el corazón de Dios siempre está abierto al perdón”.
Es más – refirmó el Pontífice – los obstinados “olvidan que Dios, que la omnipotencia de Dios, se manifiesta sobre todo en su misericordia y en el perdón. Esta es la omnipotencia de Dios.
“Y no es fácil comprender la misericordia de Dios, no es fácil. Se necesita tanta oración para poder comprenderla, porque es una gracia. Nosotros estamos acostumbrados al ‘me lo has hecho, te la haré’…, a esa justicia, ‘has hecho’, ‘pagas’. Pero Jesús ha pagado por nosotros y sigue pagando”.
Dios habría podido abandonar a Jonás. Dejarlo a su tozudez. Y, en cambio, lo salvó, como salvó a la gente de Nínive. Sí, porque es el “Dios de la paciencia”, que sabe acariciar y que sabe “ensanchar los corazones”:
“Este es el mensaje de este libro profético. Un diálogo entre la profecía, la penitencia, la misericordia y la cobardía o la terquedad. Pero siempre vence la misericordia de Dios, porque es su omnipotencia la que se manifiesta precisamente en su misericordia. Yo me permito aconsejarles hoy que tomen la Biblia y lean este Libro de Jonás – es muy pequeño – son tres páginas – y que vean cómo actúa el Señor, cómo es la misericordia del Señor, cómo el Señor trasforma nuestros corazones. Y dar gracias al Señor porque Él es tan misericordioso”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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