REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
Se hiere de algún modo el abrazo de Dios, esta comunión que hay entre el Padre y el Hijo, con la Encarnación del Hijo, Jesús de Nazaret el Hijo de Dios y de María. Pero, piensen esto, esta herida -que está bien representada con la herida real en la carne del corazón de Cristo-, esta herida de Dios es para que nosotros podamos entrar en el abrazo de amor, de gozo, de alegría infinita que vive Dios Trinidad, el Padre y el Hijo en el Espíritu santo. El Hijo de Dios se hizo hombre para eso, para que nosotros entremos en el abrazo de Dios.
Este domingo la Iglesia celebra la Ascensión de Jesús al cielo. Jesús vuelve al Padre, regresa al abrazo de Dios definitivamente, pero con el corazón lleno de nosotros; llenos de los hijos de Dios por el Bautismo. Antes, Jesús les ha dicho a los discípulos en el Cenáculo, que tenía que irse para que el Espíritu de Amor santo descienda sobre ellos y los inflame con el mismo soplo que respiran el Padre y el Hijo, con el mismo fuego de su amor; el mismo gozo. Ahora les dice, subiendo al cielo: “Vayan por todo el mundo…”, porque la misión es que todos -sin excluir ni descartar a nadie-, todos entremos en el abrazo de Dios, por la herida del Corazón de Jesús callejero y descartado. @jesuitaGuillo
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