(ZENIT – 27 May. 2017).- Con una misa presidida por el santo padre Francisco en una explanada de la costa de Génova, concluyó la visita apostólica de 12 horas en la ciudad portuaria.
Vistiendo paramentos crema con los bordes dorados y endosando el palio, el Santo Padre se dirigió a los varios miles de personas allí reunidos en esta zona del puerto.
El altar puesto en el centro de una construcción de fondo blanco, enarbolaba una hermosa cruz de madera y plata, como de plata era el altar.
“Recordemos de echar cada día el ancla en Cristo”, dijo el Papa en su homilía, “Jesús es nuestro abogado” debemos llevarle las situaciones y las dificultades”. Invitó a rezar para llevar todo a Dios, a confiarle el mundo, porque “la oración es intercesión, non es tranquilidad, es caridad”. Invitó así a ponerse en juego para interceder “los unos por los otros”, sin cansarnos porque “es nuestra primera responsabilidad”; “es nuestra primera misión”.
No gritar con más fuerza según la lógica de este mundo. Dijo, sino “ejercitar la fuerza suave de la oración con la que se pueden también detener las guerras y obtener la paz”.
“El Señor envía a los suyos a anunciarlo con la fuerza del Espíritu”. El Señor nos quiere en salida, libres de la tentación de contentarnos cuando estamos bien. “Nuestra identidad es ir en el mundo con el Señor”. “Pongámonos en juego, con coraje, sabiendo que hay más alegría en dar que en recibir”, dijo. Y concluyó exhortando: “Que el Señor sea el coraje de nuestro caminar”.
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