Alina Tufani - Vatican News
“Las diferentes medidas impuestas por los Estados para combatir la pandemia de COVID-19 han tenido profundas secuelas en la libertad de manifestar la propia religión o creencia y han limitado las actividades religiosas, educativas y caritativas de las comunidades religiosas”. Así lo expresó monseñor Janusz Urbańczyk, Observador Permanente de la Santa Sede ante la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) al intervenir en la Tercera Reunión Suplementaria sobre Dimensión Humana, dedicada al tema de la “Libertad de religión o credo”, que tuvo lugar el 9 y 10 de noviembre, en Viena.
El prelado vaticano advirtió, en particular, a los legisladores sobre las graves consecuencias que medidas restrictivas como las aplicadas a causa de la pandemia crean en las comunidades religiosas que, además de cumplir un papel importante en la lucha contra la crisis, incluso en el ámbito de la salud, ofrecen “apoyo moral y mensajes de solidaridad y esperanza”.
En las tres sesiones dedicadas a los desafíos y oportunidades de la libertad religiosa en la región, así como el rol de los medios digitales y la sociedad civil para garantizar plenamente ese derecho, el observador de la Santa Sede puntualizó, en cada discurso, el compromiso de los países OSCE para garantizar, no solo la dimensión individual de la religión, sino su condición de organizaciones socialmente autónomas insertadas dentro de un marco administrativo, legislativo y jurídico.
“Los Estados deben respetar la autonomía de las comunidades religiosas, garantizándoles la libertad de elegir, nombrar y sustituir a sus dirigentes o decidir – sobre la base de sus normas internas -, el contenido de sus creencias, su estructura o su nombre”, reiteró mons. Urbańczyk. Al respecto, el prelado mencionó, a modo de ejemplo, algunas leyes discriminatorias que pueden limitar el derecho a contratar o despedir a personas de acuerdo con las opiniones e intereses de las comunidades.
A partir del principio que ve en el ejercicio de la libertad religiosa un elemento de realización personal y una contribución al bien de la sociedad, el arzobispo señaló que, en ciertas sociedades, las religiones siguen siendo percibidas más como una fuente de intolerancia y amenaza para la paz, que como riqueza cultural y social. Una visión que, para monseñor Urbańczyk, puede llevar a “actitudes negativas hacia las religiones y los creyentes” que los Estados miembros de la OSCE, están “obligados a rechazar”, por ser enfoques “reduccionistas” que intentan encerrar las religiones o credos en la esfera individual, relegarlos a templos y recintos y despojarlos del “papel legítimo de la religión en la arena pública”.
Un campo abierto en la opinión pública, donde los medios de comunicación como instrumentos para la promoción de esa libertad de religión – tema de la segunda sesión – no han logrado encontrar el “justo equilibrio” o un “consenso” sobre cómo y dónde trazar la frontera entre el derecho a la libertad de expresión y el derecho a la libertad de religiosa. Esto sin tener que conceder “privilegios” de inmunidad a una religión o sus creyentes, ante la crítica o los comentarios adversos.
“El escenario en el que una religión o credo es objeto de un análisis crítico desde el punto de vista filosófico-teológico es muy diferente al escenario en el que esa ‘crítica’ consiste en insultos deliberados y gratuitos o en la discriminación contra la doctrina, las instituciones o los seguidores de una determinada religión”, cuestionó monseñor Urbańczyk. De allí su llamado a la OSCE para elaborar directrices profesionales y de autorregulación para promover la tolerancia religiosa y la no discriminación en los medios de comunicación y, en particular, evitar “etiquetar y denigrar” a los creyentes o sus comunidades como “intolerantes y fanáticos” hasta excluirlos del discurso público.
También en el ámbito de las comunicaciones, pero más específicamente, sobre el papel dominante que actualmente ejercen Internet, y más aún las redes sociales, la delegación vaticana condenó la “difusión del menosprecio” a las comunidades religiosas, incluidos los contenidos de “instigación al odio”, de “promoción de la irreverencia” o de “representaciones provocadoras” de símbolos religiosos”. En este sentido, recomienda alentar a los proveedores de servicios de Internet y de redes sociales para que rubriquen contratos transparentes y no discriminatorios que prevean medidas punitivas y cláusulas de rescisión, en caso de comportamiento intolerante de quienes utilizan sus servicios.
La tercera sesión dedicada al rol de la sociedad civil en la defensa de la libertad religiosa, el representante vaticano reconoció la importancia de la sostenibilidad de un diálogo y colaboración interreligiosa e interconfesional para promover una mayor tolerancia, respeto y comprensión entre las diferentes comunidades de creyentes, y entre los creyentes y los no creyentes. Diálogo que garantizaría la estabilidad y la seguridad de las sociedades democráticas y, como recuerda el Papa Francisco, podrían ser “instrumentos para tender puentes”.
“El diálogo interreligioso – dijo el prelado vaticano - es un asunto interno de las comunidades religiosas, que deben tener la libertad de decidir si inician ese diálogo y cuándo lo hacen, así como con qué comunidades y sobre qué cuestiones llevarlo a cabo”. Una clara posición de la delegación vaticana ante la posibilidad que los Estados se arroguen “el derecho a interferir” - bajo el pretexto de una consulta - en la libertad de las comunidades religiosas”.
Como corolario de la Reunión Suplementaria de la Dimensión Humana de la OSCE, en la cual por primera vez, la delegación de la Santa Sede, hizo uso de palabra, monseñor Urbańczyk reiteró que “uno de los principales retos a los que se enfrentan quienes hoy en día defienden la libertad de religión o credo es convencer a la gente de que en una época secular la libertad religiosa es un derecho importante que merece se protejido”.
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