(zenit – 1 nov. 2020)-. El Papa Francisco ha tratado ampliamente el tema de la la lucha contra la corrupción en el seno de la Iglesia y la Curia en una entrevista concedida a la agencia de noticias italiana ADN Kronos y publicada el pasado 30 de octubre de 2020.
En ella, el Santo Padre admite que no sabe si ganará o no la batalla, pero está seguro de una cosa: “Sé que debo hacerlo, he sido llamado a hacerlo, después será el Señor el que diga si he hecho bien o si he hecho mal. Sinceramente no soy muy optimista (sonríe, N. del A.) pero confío en Dios y en los hombres fieles a Dios”.
Francisco afirma que se trata de un “antiguo mal que se ha transmitido y transformado a lo largo de los siglos”, pero que todo predecesor ha tratado de erradicar con los medios y el pueblo con el que contaba en cada momento.
Problema profundo
En esta línea, reconoce que una parte de la Iglesia, “porque la gran mayoría va en dirección opuesta, sigue el camino correcto”, personalidades “de varios tipos y espesores, eclesiásticos y muchos falsos amigos laicos de la Iglesia, han ayudado a disipar el patrimonio móvil e inmobiliario no del Vaticano sino de los fieles”.
También describe que “incluso entre mis muy antiguos predecesores encontré algunos ejemplos no precisamente edificantes” y remite al Evangelio en el que el Señor pide elegir entre seguir a Dios o al dinero: “Jesús lo dijo, no es posible ir tras ambos”.
La Iglesia, continúa, “es y sigue siendo fuerte, pero el tema de la corrupción es un problema profundo, que se pierde a lo largo de los siglos”.
Dar pasos pequeños
El actual Sucesor de Pedro relata cómo al principio de su pontificado visitó a Benedicto XVI y le pasó “el testigo” en la batalla contra la corrupción, de modo que él está “continuando su obra”.
En esta labor, el Papa Francisco describe que “no hay estrategias particulares, el esquema es trivial, simple”, pues “para seguir adelante y no detenerse, hay que dar pasos pequeños pero concretos”.
“Para llegar a los resultados de hoy partimos de una reunión de hace cinco años sobre cómo actualizar el sistema judicial, luego con las primeras investigaciones tuve que quitar posiciones y resistencias, fuimos a indagar en las finanzas, tenemos nuevos dirigentes en el Instituto para las Obras de Religión (IOR). En definitiva, “tuve que cambiar muchas cosas y otras muchas muy pronto cambiarán”.
Las críticas
Con respecto a las críticas que recibe, el Obispo de Roma admite que “a nadie le gustan”, sobre todo “cuando son una bofetada en la cara, cuando duelen si se dicen de mala fe y con malicia”.
“Con la misma convicción” explica que “la crítica puede ser constructiva, y así lo tomo todo porque la crítica lleva a examinarme, a hacer un examen de conciencia, a preguntarme si me equivoqué, dónde y por qué me equivoqué, si hice bien, si hice mal, si pude hacerlo mejor”.
Al mismo tiempo, indica que “es verdad que si en la crítica tengo que encontrar la inspiración para hacerlo mejor, ciertamente no puedo dejarme arrastrar por todo lo que escriben sobre el Papa que no es muy positivo”.
Así, “el Papa escucha todas las críticas y luego ejerce el discernimiento, para entender lo que es bueno y lo que no. Discernimiento que es la guía de mi camino, en todo, en todos”.
¿Tiene miedo el Papa?
En la entrevista, el Santo Padre también es preguntado sobre si tiene miedo: “¿Y por qué debería tenerlo? No temo ninguna consecuencia contra mí, no temo nada, actúo en el nombre y a favor de nuestro Señor. ¿Soy imprudente? ¿Soy inconsciente?”, plantea.
“No sabría qué decir”, contesta, “me guía el instinto y el Espíritu Santo, me guía el amor de mi maravilloso pueblo que sigue a Jesucristo. Y entonces rezo, rezo mucho, todos nosotros en este difícil momento debemos rezar mucho por lo que está pasando en el mundo”.
La soledad
El Pontífice también se refiere a la soledad de su misión y habla primero de una “soledad funcional” en la que “me siento solo porque los que deberían colaborar no colaboran, porque los que deberían ensuciarse las manos por los demás no lo hacen, porque no siguen mi línea o cosas así”.
Sin embargo, existe una “soledad sustancial, que no siento, porque he encontrado a tanta gente que arriesga su vida por mí, que arriesga su vida, que lucha con convicción porque sabe que tenemos razón y que el camino tomado, incluso entre mil obstáculos y resistencias naturales, es el correcto”.
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