(ZENIT – 2 oct. 2019).- “¿Cuál es el signo de que tú, cristiana, cristiano, eres un evangelizador? La alegría. Incluso en el martirio”, indicó el Papa Francisco.
Hoy, 2 de octubre de 2019, el Santo Padre, ha continuado con el ciclo de catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles, centrando su reflexión en el pasaje “Se puso a anunciarle la Buena Nueva de Jesús” (Hechos 8:35). Felipe y la “carrera” del Evangelio por caminos nuevos (Hechos de los Apóstoles 8, 5-8).
Este fragmento se contextualiza en el momento en el que, tras la muerte de Estebán, la Iglesia sufre una gran persecución en Jerusalén. Los Apóstoles permanecen en dicha ciudad, mientras muchos cristianos se ven obligados a dispersarse por Judea y Samaría.
Felipe y el etíope
En estos momentos de persecución, en los que la evangelización no cesa, sino que es impulsada, Francisco resaltó la labor apostólica del diácono Felipe. Una vez, este discípulo de Jesús se encontró en el desierto con un alto funcionario etíope, prosélito judío, que leía el cuarto canto del “siervo del Señor” del profeta Isaías y admitió que no lograba entenderlo.
“Ese hombre poderoso reconoce que necesita ser guiado para entender la Palabra de Dios. Era el gran tesorero, era el ministro de economía, tenía todo el poder sobre el dinero, pero sabía que sin la explicación no podía entender, era humilde”, señaló el Pontífice.
Jesús, “clave” para entender la Escritura
Para el Obispo de Roma, este encuentro entre Felipe y el etíope “nos lleva a reflexionar también sobre el hecho de que no basta con leer la Escritura, es necesario comprender su significado y explicó que “entrar en la Palabra de Dios es estar dispuesto a ir más allá de los propios límites para encontrar y conformarse a Cristo, que es la Palabra viva del Padre”.
Así, Felipe ofrece a su receptor la “clave” de la lectura de la Escritura, el Jesucristo que él y toda la Iglesia anuncian. El etíope reconoció entonces a Cristo y pidió el Bautismo, como muestra de su fe en Jesús.
El espíritu Santo, protagonista de la evangelización
Ante este ejemplo, el Obispo de Roma apuntó que “el Espíritu Santo es el protagonista de la evangelización (…)”, y añadió que evangelizar no es convencer a la gente de que Jesús es Dios “eso puede ser proselitismo, publicidad…. Pero la evangelización es dejar que el Espíritu Santo te guíe, que sea Él quien te empuje al anuncio, al anuncio con el testimonio, incluso con el martirio, incluso con las palabras”.
Finalmente, concluyó pidiendo que el Espíritu Santo “haga de los bautizados hombres y mujeres que anuncian el Evangelio para atraer a los demás no a sí mismos sino a Cristo, que sepan hacer lugar a la acción de Dios, que sepan volver a los demás libres y responsables ante el Señor”.
A continuación, reproducimos la catequesis completa del Papa Francisco.
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Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas:
Después del martirio de Esteban, la “carrera” de la Palabra de Dios parece sufrir un paro debido al desatarse de “una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén” (Hch 8,1). El resultado es que los Apóstoles permanecen en Jerusalén, mientras muchos cristianos se dispersan por otros lugares en Judea y Samaria.
En el libro de los Hechos, la persecución aparece como el estado de vida permanente de los discípulos, de acuerdo con lo que había dicho Jesús: “Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros”. (Jn 15.20). Pero la persecución, en lugar de apagar el fuego de la evangelización, lo atiza todavía más.
Hemos escuchado lo que hizo el diácono Felipe que comienza a evangelizar las ciudades de Samaria, y son numerosos los signos de liberación y sanación que acompañan el anuncio de la Palabra. Entonces, el Espíritu Santo marca una nueva etapa en el camino del Evangelio: empuja a Felipe a salir al encuentro de un forastero que tiene el corazón abierto a Dios. Felipe se levanta y parte decidido y, en un camino desierto y peligroso, se encuentra con un alto funcionario de la Reina de Etiopía, administrador de sus tesoros. Este hombre, un eunuco, después de haber ido a Jerusalén para rendir culto, regresa a su país. Era un prosélito judío de Etiopía. Sentado en una carroza, lee el rollo del profeta Isaías, en particular el cuarto canto del “siervo del Señor”.
Felipe se acerca al carruaje y le pregunta: “¿Entiendes lo que vas leyendo?” (Hechos 8:30). El etíope le contesta: “¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía?” (Hechos 8:31). Ese hombre poderoso reconoce que necesita ser guiado para entender la Palabra de Dios. Era el gran tesorero, era el ministro de economía, tenía todo el poder sobre el dinero, pero sabía que sin la explicación no podía entender, era humilde.
Y este diálogo entre Felipe y el etíope nos lleva a reflexionar también sobre el hecho de que no basta con leer la Escritura, es necesario comprender su significado, encontrar el “jugo” que va más allá de la “corteza”, ir al Espíritu que anima la letra. Como dijo el Papa Benedicto XVI al comienzo del Sínodo sobre la Palabra de Dios, “la exégesis, la verdadera lectura de la Sagrada Escritura, no es sólo un fenómeno literario, […]. Es el movimiento de mi existencia” (Meditación, 6 de octubre de 2008). Entrar en la Palabra de Dios es estar dispuesto a ir más allá de los propios límites para encontrar y conformarse a Cristo, que es la Palabra viva del Padre.
¿Quién es, pues, el protagonista de lo que leía el etíope? Felipe ofrece a su interlocutor la clave de lectura: ese siervo manso y sufriente, que no devuelve mal por mal y que aunque sea considerado fracasado y estéril y al final eliminado, libera al pueblo de la iniquidad y da fruto para Dios, ¡es precisamente ese Cristo que Felipe y toda la Iglesia anuncian! Que con la Pascua nos ha redimido a todos. Finalmente el etíope reconoce a Cristo y pide el bautismo y profesa fe en el Señor Jesús. Esta historia es hermosa, pero ¿quién empujó a Felipe a ir al desierto a encontrarse con este hombre? ¿Quién empujó a Felipe para que se acercara al carruaje? Es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el protagonista de la evangelización. “Padre, voy a evangelizar” – “Sí, ¿qué haces?” – Ah, yo anuncio el Evangelio y digo quién es Jesús, trato de convencer a la gente de que Jesús es Dios. Amigo, eso no es evangelización, si no hay Espíritu Santo no hay evangelización. Eso puede ser proselitismo, publicidad…. Pero la evangelización es dejar que el Espíritu Santo te guíe, que sea Él quien te empuje al anuncio, al anuncio con el testimonio, incluso con el martirio, incluso con las palabras.
Después de haber llevado al etíope al encuentro del Resucitado –el etíope encuentra a Jesús resucitado porque entiende aquella profecía- Felipe desaparece; el Espíritu lo toma y lo envía a hacer otra cosa. He dicho que el protagonista de la evangelización es el Espíritu Santo y ¿Cuál es el signo de que tú, cristiana, cristiano, eres un evangelizador? La alegría. Incluso en el martirio. Y Felipe, lleno de alegría, fue a otro lugar a predicar el Evangelio
Que el Espíritu haga de los bautizados hombres y mujeres que anuncian el Evangelio para atraer a los demás otros no a sí mismos sino a Cristo, que sepan hacer lugar a la acción de Dios, que sepan volver a los demás libres y responsables ante el Señor.
© Librería Editorial Vaticana
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