VATICANO, 23 Mar. 18 (ACI Prensa).-
La Basílica Pontificia de San Juan de Letrán, en Roma, acogió este viernes 23 de marzo el Vía Crucis con motivo de la Reunión Pre-Sinodal de los Jóvenes, en el que se compartieron impactantes historias durante las 14 estaciones.
Según informó la Santa Sede, el objetivo del Vía Crucis fue “meditar sobre la pasión y muerte del Señor, teniendo presente las luces y las sobras, las cruces y las esperanzas de los jóvenes del mundo de hoy”.
En ese sentido, en las 14 estaciones se compartieron, como parte de las meditaciones, testimonios de cristianos perseguidos, fieles que fueron vendidos como esclavos o que cayeron en flagelos como las drogas.
Por ejemplo está la historia de Salem Matti Kourk, un cristiano iraquí de 43 años que vivía en Bartala, una pequeña ciudad de la llanura de Nínive. Su caso fue narrado en la primera estación, donde se recuerda la condena a muerte de Jesús.
“Cuando el 8 de agosto de 2014 la ciudad fue conquistada por los milicianos del ISIS, la mayoría de los cristianos había dejado la ciudad. Salem no se unió a los miles de prófugos porque padecía problemas cardíacos y, al no poder huir, decidió quedarse. Los yihadistas lo detuvieron. Salem fue torturado hasta que murió y su cadáver fue abandonado en la calle”.
También se contó la historia de Joseph, que a los siete años -en 1987- fue vendido como esclavo en Sudán del Sur. “Su historia de esclavitud duró 10 años. Su dueño con frecuencia le pegaba, lo torturaba y abusaba de él. Un día se le escaparon algunos de los camellos que cuidaba y el dueño se enfureció violentamente: juró que mataría a Joseph”.
Después de golpearlo brutalmente, Joseph fue clavado a una tabla con “clavos de nueve pulgadas de longitud en las manos, las rodillas y los pies. Después le vertió ácido sobre las piernas y, por fin, lo liberó. Milagrosamente Joseph no murió, a pesar de que permaneció en esa tabla durante siete días”.
En la tercera estación, en la cual Jesús cae por primera vez, se escuchó la historia de Verónica, una joven de 21 años que cayó en las drogas a los 13 años. “Ahí comenzó mi camino en el túnel de la droga: pasé del porro al éxtasis, después al LSD y a la cocaína. Después de haber visto cómo un amigo de 23 años (que llevo en el corazón) perdía la vida, dejé de tomar todo tipo de drogas. Por fin, hoy estoy bien: he recuperado las ganas de vivir y la felicidad”, señaló.
Otro de los testimonios impactantes fue el de Elena, de Bulgaria, contado durante la sexta estación. Ella narró que su familia la vendió “a una banda que me trajo a Italia y me volvieron a vender a otra banda de rumanos” que la obligó a prostituirse. Salí a la calle. Hasta el día en que pasaron don Oreste y don Aldo, me vieron y me llevaron con ellos, me salvaron”.
“Ahora estoy bien, soy feliz y deseo ardientemente que todas las demás muchachas que todavía son esclavas puedan ser libres como yo”.
Más adelante, durante la décima estación, Carolina, de 22 años, narró su sufrimiento a causa del divorcio de sus padres. Indicó que la noche de 2013 en que se fue a Estados Unidos para estudiar durante un año, su padre abandonó el hogar.
“Al volver, me encontré con una familia completamente cambiada: era hija de dos núcleos familiares distintos, uno con mi madre y otro con mi padre. La rabia de esta herida me robó la identidad de hija de Dios, estaba desilusionada por lo que había pasado y por los sufrimientos que tenía que vivir”, señaló.
Explicó que “no lograba restablecer una relación con mis padres. El único sentimiento que me impulsaba para seguir adelante era la rabia, que me llevó a alejarme del Señor”. Sin embargo, “todo cambió cuando encontré a un chico. El encuentro con un amigo y su afecto me permitieron reemprender el camino”.
En la estación número once se meditó sobre la falta de trabajo, y en la número doce -que recuerda la muerte de Cristo en la cruz-, se pronunció el testimonio de Elisabetta Farina, hija de Giovanni Farina, que fue víctima del terrorismo.
“Tenía 13 años cuando, la mañana del 8 de junio de 1979, asistí al atentado contra mi padre: le alcanzaron ocho balas que, además de herirle a él, nos marcaron profundamente a mí y a mi madre, que también estaba presente”.
“Durante un año seguía despertándome a la misma hora del atentado, reviviendo aquel miedo: todo se repetía invariable. La marca profunda que me dejó esa experiencia es imborrable”, señaló.
En la estación número trece, se escuchó el testimonio de Padura, un escritor cubano, que afirmó que en Cuba un libro es un “pequeño tesoro” que abre una gran posibilidad para crecer y superar la ignorancia.
Indicó que un libro cuesta el equivalente a una jornada laboral de un trabajador medio, “si se logra comprarlo con pesos cubanos”. Por ello el mismo libro lo leen entre 20 y 25 personas.
En esta última estación se narró la historia de la familia Whitaker en Texas en el año 2003. Mientras regresaban a casa, padre, madre y dos de los hijos sufrieron un ataque con armas de fuego por parte de un desconocido.
La mujer y el hijo pequeño murieron, mientras que el padre quedó gravemente herido. Como el hijo mayor, Bart, se quedó en casa, se le quiso culpar del crimen. Sin embargo, su padre “luchó durante años para salvar la vida de su hijo”.
El pre sínodo culminará mañana 24 de marzo en Roma, a donde llegaron unos 300 jóvenes provenientes de los cinco contenientes.
El Sínodo de los Obispos sobre “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional” se realizará del 3 al 28 de octubre de 2018, en el Vaticano.
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