Cena del Señor: “Jesús no sabe `lavarse las manos´, sabe sólo arriesgar”

Sistema de Información del Vaticano

(ZENIT – 30 marzo 2018).- “Lavar los pies era un servicio hecho por los esclavos –explicó el Papa Francisco–. Jesús quiso hacer este servicio para darnos un ejemplo de cómo nosotros tenemos que servirnos los unos a los otros”.

La Misa con la que se conmemora la Última Cena del Señor, el Jueves Santo, fue presidida por el Santo Padre, ayer, 29 de marzo de 2018, en la cárcel romana Regina Coeli.

El Obispo de Roma lavó los pies a doce personas, doce detenidos, cumpliendo de esta forma el “mandato” de Cristo de estar al servicio de los hermanos, señala la plataforma ‘Vatican News’.

En esta Misa se recuerda la institución de la Santa Eucaristía, en la que Nuestro Señor Jesucristo realizó la gran lección de humildad y de servicio lavando los pies a sus apóstoles, constituyéndolos sacerdotes mediadores de Su Palabra, Sus sacramentos y de Su salvación, apunta el medio del Vaticano.

RD

A continuación, ofrecemos la homilía del Papa Francisco, pronunciada en la Misa de la Cena del Señor, el Jueves Santo, 29 de marzo de 2018, en la cárcel romana “Regina Coeli”, traducida al español y publicada por ‘Vatican News’.

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Homilía del Papa Francisco en la Misa de la Cena del Señor

Jesús termina su discurso diciendo: «Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis». Lavar los pies. Los pies en aquel tiempo eran lavados por los esclavos. Era un trabajo de los esclavos. La gente recorría las calles, no había asfalto, no había “sampietrini”; en aquel tiempo había polvo en el camino y la gente se ensuciaba los pies. Y en el ingreso de las casas estaban los esclavos que lavaban los pies. Era un trabajo de esclavos pero era un servicio: un servicio hecho por los esclavos. Jesús quiso hacer este servicio para darnos un ejemplo de cómo nosotros tenemos que servirnos los unos a los otros.

Una vez, cuando estaban en camino, dos de los discípulos que querían hacer carrera, pidieron a Jesús ocupar los puestos importantes, uno a su derecha y el otro a la izquierda, (cfr. Mc 10,35-45). Jesús los miró con amor -Jesús siempre miraba con amor – y les dijo: «No saben lo que piden». Los jefes de las naciones – dice Jesús –  “dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad” (v.48) Pensemos, en aquella época de los reyes, emperadores, muchos crueles, que se hacían servir por los esclavos. Entre ustedes – dice Jesús – no debe ser así: el que quiera ser grande, que se haga servidor. El jefe vuestro debe ser vuestro servidor. Jesús revierte la costumbre sólida y cultural de aquella época y también la de hoy. El que manda debe ser un bravo jefe, sea donde sea, debe servir.

Pienso muchas veces – no en este tiempo porque cada uno está vivo todavía y tiene la oportunidad de cambiar de vida y no podemos juzgar – pero pensemos en la historia: si tantos reyes, emperadores, jefes de estado hubieran entendido esta enseñanza de Jesús y en vez de dominar, ser crueles, matar gente, hubieran hecho esto: ¡cuántas guerras se hubieran evitado! El servicio: de verdad que hay gente que no facilita esta actitud, gente soberbia, gente odiosa, gente que tal vez nos desea el mal; pero nosotros estamos llamados a servirlos aún más. Y también hay gente que sufre, que está descartada por la sociedad, al menos por un tiempo, y Jesús va allí para decirles “tú eres importante para mí”. Jesús viene a servirnos, y la señal que Jesús nos sirve hoy aquí, en la cárcel de Regina Coeli, es que ha querido elegir a doce de ustedes para lavarles los pies. Jesús arriesga por cada uno de nosotros. Jesús no se llama Poncio Pilato, no sabe “lavarse las manos”, sabe sólo arriesgar. Miren esta imagen tan bella: Jesús, inclinado entre las espinas, arriesgando herirse para agarrar a la oveja perdida. Hoy yo, que soy pecador como ustedes, pero que represento a Jesús, soy embajador de Jesús. Hoy cuando me incline ante cada uno de ustedes piensen: “Jesús ha arriesgado en este hombre, un pecador, para venir a verme y decirme que me ama”. Éste es el servicio, éste es Jesús: no nos abandona nunca, nunca se cansa de perdonar, nos ama tanto. ¡Miren como arriesga Jesús!

Y así, con este sentimiento, vamos adelante en esta ceremonia que es simbólica. Antes de darnos su Cuerpo y su Sangre, Jesús se arriesga por cada uno de nosotros, y arriesga en el servicio porque nos ama tanto.

Palabras del Papa en el gesto de la paz

Y ahora, todos nosotros – estoy seguro que todos nosotros- tenemos el deseo de estar en paz con todos. Pero en nuestros corazones hay tantos sentimientos contrastantes. Es fácil estar en paz con aquellos que amamos y con aquellos que nos hacen bien; pero no es fácil estar en paz con aquellos que nos han hecho mal, que no nos aman, con quienes estamos enemistados. En silencio, un momento, que cada uno piense en quienes nos quieren y a quienes queremos, y también cada uno de nosotros piense en los que no nos quieren y también en los que no queremos, y también, es más, de quienes querríamos vengarnos. Y le pedimos al Señor, en silencio, la gracia de dar a todos, buenos y malos, el don de la paz.

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