“Se trató de hechos intencionales para robar la Eucaristía”. Entrevista al Obispo de Cuernavaca, México

Sistema de Información del Vaticano

Por: Ana Paula Morales (corresponsal en México)

(ZENIT News Agency / Cuernavaca, México; 23.08.2021).- Cuernavaca es considerado un lugar no tan seguro en México puesto que se vive una situación de violencia, secuestros, pobreza, desempleo, pago de “derecho de piso”, corrupción, entre otros. A eso se suma el recorte presupuestal a la seguridad en el presente año por parte del gobierno, lo que deriva en la falta de recursos extras para combatir la violencia y la inseguridad. Sumada a esta ola de violencia general, en Cuernavaca se han denunciado desde el año 2015 robos en las iglesias de Morelos, estado del que es capital Cuernavaca. En lo que va del año 2021 se han denunciado cuatro casos delictivos contra iglesias en Jojutla, dos en Tlaltizapán y otra en Jiutepec.

Mons. Ramón Castro Castro nació el 27 de enero de 1956 en Teocuitatlán de Corona, Jalisco. Estudió filosofía y teología en el Seminario de Tijuana del año 1973 a 1981. Fue ordenado sacerdote el 13 de mayo de 1982 por el Arzobispo de la Arquidiócesis de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo.

Durante su ministerio presbiteral estudió en la Academia Pontificia Eclesiástica y la licenciatura en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Además, estudió el doctorado en Teología espiritual en la Facultad de Espiritualidad Teresianum, también en Roma.

En el año 2004, el Papa Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Yucatán, recibiendo la ordenación episcopal del Arzobispo Emilio Carlos Berlié Belaunzarán. Dos años después, fue nombrado Obispo de Campeche por el Papa Benedicto XVI y el 15 de mayo de 2013 el Papa Francisco lo nombró Obispo de Cuernavaca. ZENIT le entrevista sobre la situación de inseguridad en Morelos.

Pregunta: Con respecto a los tres robos ocurridos entre el 27 de julio al 4 de agosto, ¿Cuál cree usted que sea la motivación de los ladrones? ¿Cree que sea por fines de vender los objetos robados o se puede deber para realizar ritos sacrílegos?

Respuesta: Desgraciadamente las características con las cuales se desarrollaron los hechos de los dos primeros ataques, el 27 y 31 de julio, en la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe, de la parroquia de Santa Rosa, y del Señor de la Cosecha, de la parroquia de San Lucas, respectivamente, hacen concluir que se trató de hechos intencionales para robar el Santísimo. En el segundo intento, tras no poder llevarse el tabernáculo porque estaba fuertemente fijado, hicieron todos los destrozos que pudieron en el templo. En cuanto al tercer acontecimiento, en la parroquia de San Mateo en Atlatlaucan, tal parece que fue solamente un robo común, puesto que asaltaron solo la oficina y la habitación del párroco.

Pregunta: ¿Cuáles son las medidas que se piensan tomar para evitar más robos en las parroquias? Sobre todo en lo referente a la protección del robo de la Eucaristía.

Respuesta: Después de notificar a las autoridades respectivas de estos hechos, he pedido a los sacerdotes que refuercen las medidas de seguridad, de ser posible con cámaras de video, particularmente los lugares donde se encuentra el Santísimo. Ya anteriormente había solicitados de los sacerdotes que el tabernáculo estuviese suficientemente seguro para no ser despojado de las bases en las cuales están sostenidos.

Pregunta: ¿Se piensa promover alguna jornada de oración o de reparación entre los fieles de la comunidad por los hurtos y profanaciones a la Eucaristía?

Respuesta: Como lo piden las leyes canónicas, la Tradición de nuestra Iglesia y nuestro propio corazón, de inmediato hemos solicitado oraciones de reparación en todas las parroquias. Los miembros de la Adoración Nocturna Mexicana de nuestra Diócesis son quienes en modo admirable se encargan de llevar a cabo esta oración de reparación. A través de las plataformas de comunicación hemos informado a todo el país. Varias diócesis y grupos apostólicos se han solidarizado con nosotros a través de estas oraciones de reparación.

Pregunta: El Estado de Morelos está registrado como el noveno estado más violento del país. Es de notar que esto no se dio de un día para otro, sino que se fue acrecentando el problema año tras año. Según su percepción, ¿cuáles son los motivos sociales que fueron desencadenando la violencia hasta llegar a este punto? Es decir, violencia intrafamiliar, ausencia en la educación de los valores familiares, impunidad, corrupción, etc.

Respuesta: A partir del inicio de siglo, con el asesinato de un conocido narcotraficante en esta ciudad capital, se desencadenó una violencia sin precedentes y una guerra entre bandas de delincuentes que hoy día aún se mantiene de un modo preocupante y verdaderamente lacerante para todo el pueblo morelense. Violencia que presenta diferentes rostros: asesinatos, robos, cobros de derecho de piso, trata de blancas, tráfico de órganos, trasciego y consumo de drogas, etc.

Al igual que en todo el país, las causas profundas están en la desintegración familiar, en el desempleo, en modo particular de los jóvenes, en la pobreza que cada vez más se extiende en nuestra gente, en una corrupción galopante que invade los tres niveles de gobierno y de otras instituciones públicas de gran importancia.

No podemos dejar de considerar también que nos encontramos en una profunda crisis antropológica causada principalmente por el cambio de época que vivimos y la deshumanización cada día más marcada y por la lejanía del ser humano con Dios.

Pregunta: ¿Tienen pensado hacer un plan pastoral en las parroquias para poder fomentar los valores en las familias, formar en la fe y atender de raíz los casos de violencia intrafamiliar para que se puedan evitar más casos de delincuencia y desacralización en las nuevas generaciones?

Respuesta: Desde hace 7 años hemos implementado un plan diocesano de pastoral que tiene cinco líneas directrices: Comunión, Palabra, Familia, Misión y Paz. Precisamente la realidad de violencia que enfrentamos nos llevó a tomar como dirección esencial la quinta línea directriz: la búsqueda y construcción de la paz. Igualmente, siguiendo la recomendación del Santo Padre, de no acostumbrarnos a la violencia, hemos organizado por siete años consecutivos (los dos últimos de forma virtual) nuestras “Caminatas por la Paz”. Antes del tiempo de pandemia estas caminatas contaban con miles de ciudadanos, católicos y no, que manifestaban, en un bello espíritu de oración y alegría, su anhelo de paz.

La tercera línea directriz, Familia, es resultado de haber constatado cuán está herida está y cómo frecuentemente es atacada por quienes deberían defenderla.

Estas cinco líneas directrices están presentes en las casi todas las parroquias y los párrocos, con la frescura del Espíritu, tratan de implementarlas y consolidarlas. Ahora nos encontramos en un estancamiento producido por la pandemia, la imposibilidad de reuniones ha causado daños en los grupos apostólicos impedidos de reunirse y en la pastoral directa de la parroquia.  Dentro de pocos días tendremos nuestro encuentro diocesano de diálogo ( presencial con líderes y virtual con la mayoría del pueblo de Dios), para responder a cuanto el Proyecto Global de Pastoral de la Conferencia Episcopal Mexicana nos propone y particularmente la próxima Asamblea de nuestra nación que habrá de llevarse a cabo a inicios del próximo año.

Pregunta: ¿Qué palabras de esperanza y de fe le puede dar al Pueblo de Dios en Cuernavaca ante lo sucedido con los robos en las parroquias y con la delincuencia?

Respuesta: Quisiera recordar que el Señor Jesús, nuestro único y buen Pastor, es quien repara nuestras fuerzas y nos lleva a la plenitud de la existencia. Su resurrección es nuestra garantía y nuestra esperanza, aunque haya momentos difíciles en nuestra vida personal y eclesial, con la Gracia del Espíritu Santo, hemos de superarlo todo. El mal y la muerte han sido vencidas definitivamente.

Me gustaría también recordar que Él ha querido utilizarnos como instrumentos para consolidar su Reino de paz, justicia, amor… no desatendamos nuestra responsabilidad y no dejemos de poner el granito de arena que a cada uno nos corresponde. Ojalá que el encuentro personal con nuestro Señor nos enamore más de Él y de su causa.

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