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Jerusalén (Agencia Fides) - El desalojo forzoso de familias palestinas en Jerusalén de sus hogares en el barrio de Sheikh Jarrah por parte de las fuerzas de seguridad es una “violación inaceptable” de uno de los derechos humanos fundamentales, el de poder vivir en paz en sus hogares. Y la violencia empleada para impedir que los musulmanes palestinos lleguen a la mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén, también “socava su seguridad y su derecho a acceder a los Santos Lugares y a rezar libremente”. El Patriarcado Latino de Jerusalén ha escogido un tono alarmado para expresar su preocupación y desaliento ante la escalada de enfrentamientos y tensiones que desde la Ciudad Santa se extienden ya por toda Tierra Santa, alargando la lista de sacrificios humanos que acompañan cada nueva fase del interminable conflicto palestino-israelí. El lunes 10 de mayo, tras los misiles lanzados por Hamás y otros grupos palestinos desde la Franja de Gaza contra territorio israelí, las represalias de la aviación israelí ya han causado decenas de muertos en la Franja.
En cuanto a la situación en Sheikh Jarrah, el Patriarcado Latino de la Ciudad Santa, dirigido actualmente por el Patriarca Pierbattista Pizzaballa, reitera las consideraciones del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que ha calificado de “altamente discriminatorio” el modus operandi de las autoridades israelíes respecto a lo que se está convirtiendo en “uno de los puntos más críticos de las crecientes tensiones en Jerusalén en general”. En esa zona de Jerusalén Este, a un kilómetro al norte de la Ciudad Vieja, los manifestantes palestinos llevan días oponiéndose al desalojo de ocho familias árabes que, según la normativa israelí, deben dejar sus casas a grupos de colonos hebreos. En el plano jurídico, las sentencias de desalojo ponen en entredicho el “derecho al retorno” de las familias hebreas que se vieron obligadas a huir de ese barrio -siempre habitado mayoritariamente por árabes- durante las distintas fases del conflicto que siguió al nacimiento del Estado de Israel. Pero las autoridades del Estado judío rechazan enérgicamente cualquier intento de que se reconozca el mismo “derecho de retorno” a las multitudes de palestinos anteriormente desplazados que llevan décadas viviendo en campos de refugiados, incluidos los que tuvieron que abandonar sus hogares en la parte de Jerusalén controlada por Israel desde 1948. Un papel primordial en la disputa lo desempeña la organización religiosa radical de colonos Nahalat Shimon, que en la década de 1990 adquirió la propiedad nominal de terrenos en el barrio adyacente a la histórica tumba de Simón el Justo (Shimon Hatzadik), un rabino que vivió entre los siglos III y IV antes de Cristo y que, según la Biblia, recibió a Alejandro Magno cuando entró en Jerusalén. La organización de colonos pretende explícitamente reducir la presencia árabe en Jerusalén Este. En una reciente entrevista con el New York Times, el vicealcalde de Jerusalén, Aryeh King, reconoció que “ciertamente” la batalla legal emprendida por Nahalat Shimon forma parte de una campaña más amplia para “rodear de hebreos” Jerusalén Este.
Ante esta controvertida situación, el Patriarcado Latino de Jerusalén subraya en su mensaje que el episodio de los desalojos de Sheikh Jarrah “no se refiere a una disputa inmobiliaria entre particulares”, sino que representa “un intento inspirado en una ideología extremista que niega el derecho a la existencia a quienes viven en sus propias casas”.
En cuanto a la cuestión del acceso a los Santos Lugares, el Patriarcado Latino de Jerusalén lamenta que “a los creyentes palestinos se les haya negado el acceso a la mezquita de Al Aqsa durante este mes de Ramadán. Estas manifestaciones de fuerza”, se lee en la declaración patriarcal, “hieren el espíritu y el alma de la Ciudad Santa, cuya vocación es ser abierta y acogedora; ser un hogar para todos los creyentes, con igualdad de derechos, dignidad y deberes”. El Patriarcado Latino reitera lo que llama la “posición histórica de las Iglesias de Jerusalén” frente a “cualquier intento de hacer de Jerusalén una ciudad exclusiva para cualquiera”. “Ésta es una ciudad sagrada para las tres religiones monoteístas - continúa el documento -, y sobre la base del derecho internacional y las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas, también una ciudad en la que el pueblo palestino, compuesto por cristianos y musulmanes, tiene el mismo derecho a construir un futuro basado en la libertad, la igualdad y la paz. Por lo tanto, pedimos que se respete absolutamente el statu quo de todos los Lugares Santos, incluido el complejo de la mezquita de Al-Aqsa”. Sin nombrar explícitamente a ningún gobierno, el Patriarcado se refiere a la autoridad “que controla la ciudad”, y que “debe proteger el carácter especial de Jerusalén, llamada a ser el corazón de las confesiones abrahámicas, un lugar de oración y encuentro, abierto a todos y donde todos los creyentes y ciudadanos, de todas las confesiones y afiliaciones, pueden sentirse ‘en casa’, protegidos y seguros”. La paz -continúa el documento patriarcal- “requiere justicia”, y hasta que “no se defiendan y respeten los derechos de todos, israelíes y palestinos, no habrá justicia y, por tanto, no habrá paz en la ciudad”. En la parte final del pronunciamiento, el Patriarcado Latino de Jerusalén pide “a la Comunidad Internacional, a las Iglesias y a todas las personas de buena voluntad que intervengan para poner fin a estas acciones provocadoras y que sigan rezando por la paz de Jerusalén”.
Antes del documento del Patriarcado Latino de Jerusalén, los jefes de las Iglesias de la Ciudad Santa ya habían expresado en una declaración conjunta su preocupación y desaliento compartidos “por los recientes episodios de violencia en Jerusalén Este, tanto en la Mezquita de Al Aqsa como en Sheikh Jarrah, que violan la santidad del pueblo de Jerusalén y la de Jerusalén como Ciudad de la Paz”.
El jueves 6 de mayo, Riyad al Maliki, ministro de Asuntos Exteriores del Estado de Palestina, se reunió en Roma con el arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario del Vaticano para las relaciones con los Estados. Durante la reunión también se tuvo en cuenta la nueva escalada de tensión en el epicentro de Jerusalén. En la Ciudad Santa - comentó el mismo al Maliki en una entrevista exclusiva a la Agencia Fides (véase Fides 7/5/2021) - están aumentando los ataques a las mezquitas e iglesias, y los intentos de impedir el acceso de musulmanes y cristianos a sus lugares de culto. Con los representantes del Vaticano, Maliki también abordó otros temas, entre ellos “el fenómeno del crecimiento mundial de las sectas evangélicas”, un fenómeno que “también debería preocupar a la Iglesia católica, y que nos preocupa a nosotros como palestinos, dada su orientación anti-palestina”.
La visita de Al Maliki a Roma tuvo lugar en el marco de una gira europea emprendida por el ministro palestino para reunirse, entre otros, con el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, y el ministro de Asuntos Exteriores italiano, Luigi Di Maio. El viaje de Maliki tenía como objetivo comprobar qué pueden hacer las instituciones y los países europeos “para presionar a Israel para que permita que las próximas elecciones palestinas se celebren en Jerusalén, y no sólo en Cisjordania y la Franja de Gaza”. La Autoridad Palestina ha aplazado las elecciones generales -que debían celebrarse el 22 de mayo- después de que Israel rechazara la petición de abrir colegios electorales en Jerusalén Este. Un derecho inalienable para las autoridades palestinas, que reclaman Jerusalén como capital de su Estado. “Toda la cuestión de las elecciones”, subrayó al Maliki en conversación con la Agencia Fides, “concierne a Jerusalén, celebrar elecciones sin Jerusalén, significa aceptar lo que dijo Donald Trump, y que Jerusalén es la Capital eterna e indivisa de Israel. Se trata de una cuestión política, no de una cuestión técnica”.
(GV) (Agencia Fides 11/5/2021)
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