(zenit – 4 dic. 2020).- Los obispos de la Conferencia Episcopal de El Salvador concluyeron con el año jubilar martirial. El obispo de Chalatenango, monseñor Oswaldo Escobar recordó que este año 2020 fue declarado el 20 de enero pasado Año Jubilar Martirial y fue clausurado con una Eucaristía presidida por todos los obispos y celebrada en la catedral de Chalatenango.
El asesinato de las religiosas Ita Ford, Maura Clarke, Dorothy Kazel y Jean Donovan, quienes pertenecían a las congregaciones de las hermanas de Maryknoll y las Ursulinas, se registró hace 40 años (el 2 de diciembre de 1980), en el cantón Santa Cruz Chacastal, del municipio de Santiago Nonualco, en el departamento de La Paz, y el hecho es conocido como “caso de las hermanas Maryknoll”.
“Muchos martirios cumplieron 40 años de acaecidos. 1980 fue un año cruento aquí en El Salvador. Chalatenango, que etimológicamente en lengua indígena significa “valle de aguas y arena” más bien se estuvo convirtiendo en un valle de sangre”, dijo Mons. Escobar.
El prelado expresó a medios locales que “es una tradición en su diócesis recordar a los mártires el día 2 de diciembre” y enumeró algunos nombres de personas que ofrendaron sus vidas y que este año se celebra el 40 aniversario: “monseñor Romero, el padre Spessotto, la masacre del Sumpul, las misioneras de Maryknoll, Ita Ford y Maura Clarke, quienes fueron asesinadas junto con la misionera laica Jean Donovan y la hermana ursulina Dorothy Kazel, miembros del equipo misionero de la Diócesis de Cleveland en El Salvador”.
“En esta celebración se une la sangre de los mártires chalatecos, la sangre derramada de nuestros campesinos, catequistas y celebradores de la palabra con la de las misioneras de Maryknoll, quienes nos recuerdan el apoyo y solidaridad internacional. Paradójicamente el mismo Gobierno que daba las balas para la guerra, con esas mismas balas, desgraciadamente, ellas fueron martirizadas”, sostuvo.
La corrupción también genera mártires
Monseñor Escobar, recordando a san Óscar Romero, afirmó que somos una Iglesia, una gran familia de mártires. Y la pandemia ha causado muchas muertes, particularmente en el personal sanitario, no sólo en El Salvador, sino en varios países.
Y esto Dios no lo quiere, “pues lo que se ha dado en muchas ocasiones, afirmó el obispo, es una situación de corrupción galopante. También la corrupción y la falta de transparencia generan mártires (…) y muchos miembros del personal de salud han entregado su vida al servicio del prójimo (…) gente tan buena y sacrificada que han dado su vida por atender a los pacientes del COVID-19”.
Una iglesia martirial y misionera
El cardenal Gregorio Rosa Chávez, en su homilía durante la Misa de clausura recordó el legado de la iglesia que forjó el obispo mártir, san Óscar Romero y leyendo el diario del sucesor de Romero, monseñor Rivera y Damas apuntó que “hacemos acción de gracias por lo mejor que tiene la iglesia que son los mártires y esta diócesis de Chalatenango nos ha dado testimonio de iglesia.
Y agregó que la “reserva moral de la iglesia salvadoreña está en la diócesis de Chalatenango por todo lo que han sufrido, por eso tenemos que seguir siendo misioneros, anunciando al Dios con nosotros desde nuestra realidad”.
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