Nabek (Agencia Fides) - “A veces le decimos a Dios, quizás por costumbre, 'hágase tu voluntad', pero pocas veces decimos con el leproso 'si quieres'. Muchas veces los tiempos de oración están llenos de nosotros mismos, de nuestros pensamientos, de preocupaciones, en lugar de estar llenos del Señor, del momento y de su presencia”. Así comienza la carta de Navidad enviada a los amigos repartidos por todo el mundo de parte de los monjes y monjas de Deir Mar Musa, la comunidad monástica fundada en Siria por el jesuita romano Paolo Dall'Oglio, que desapareció en julio de 2013 mientras se encontraba en Raqqa, en ese momento bastión de las milicias yihadistas del Estado Islámico (Daesh).
Como cada año, la carta traza un breve relato de las alegrías y vicisitudes que han marcado la vida de los miembros de la comunidad en el último año, comentando con mirada de fe también las tribulaciones, expectativas y consuelos que en el 2020 han marcado el tiempo de los pueblos de Oriente Medio - empezando por el sirio - y de toda la raza humana. “Nuestro mundo” escribe en la introducción la hermana Houda, quien ha liderado la comunidad en los últimos tres años, “necesita urgentemente la oración, porque es el único salvavidas para evitar que, debido a la explotación de la naturaleza y malas relaciones humanas, lleguemos a un final catastrófico y destructivo de todo lo bello.
La pandemia, que ha aterrorizado a la gente y ha causado tantas víctimas - agrega la hermana Houda, introduciendo la primera referencia al contagio Covid 19 -, es uno de los resultados de nuestro acercamiento irresponsable al mundo y a la naturaleza. Pero la pandemia más peligrosa - agrega la hermana Houda - es la que afecta las almas y corazones, que contagia nuestra relación con Dios y con el prójimo, en nuestras comunidades, familias, iglesias y en el mundo”. Una enfermedad desenfrenada “por la soberbia, la autosuficiencia y el egocentrismo”. Para aquellos que han encontrado la gracia de Cristo - señala la carta de los monjes y monjas de Deir Mar Musa – “sólo hay una medicina eficaz: la rehabilitación como discípulos de Jesús y el retorno al amor genuino por Él, un amor taumatúrgico que sana y repara las heridas del género humano y restaura su humanidad primordial”.
La carta de los hermanos y hermanas de Deir Mar Moousa, entre otras cosas, contiene la historia del regreso del padre Jacques Mourad al monasterio de Mar Elian, de donde el monje sirio fue secuestrado por un grupo de secuestradores yihadistas en 2015: “Por primera vez, después de quedar libre tras el secuestro, el hermano Jacques fue en junio con la hermana Deema y el hermano Yause a visitar el monasterio de Mar Elian. La conmoción fue enorme; todos los olivos y otros árboles frutales plantados durante 20 años han sido arrancados o talados. Estas plantas formaban un oasis que rodeaba el monasterio donde los habitantes de Qaryatayn, musulmanes y cristianos, llegaban con sus hijos que jugaban alegremente allí. Hay muchos obstáculos que impiden la reanudación del trabajo en Qaryatayn, en particular el pequeño número de feligreses. Pocos de ellos, menos de 15 personas y en su mayoría solteros, han regresado a la ciudad. Sin embargo, forman una esperanza concreta para el regreso de otros cristianos que esperan encontrar a su lado una Iglesia que les ayude en la restauración de sus hogares y encontrar un trabajo que les permita una vida digna. De vez en cuando la comunidad va a celebrar la Misa en las casas de los feligreses allí presentes. El 9 de septiembre celebramos la fiesta de Mar Elián de forma colectiva en la iglesia quemada del monasterio, con la presencia del párroco de Nebek y un buen número de feligreses”.
La carta de los monjes y monjas de Deir Mar Mousa también proporciona detalles impresionantes sobre los nuevos sufrimientos y sobre las contradicciones que asedian el presente del pueblo sirio: “La situación económica en Siria” se lee en el mensaje “está empeorando gradualmente, el año pasado, un dólar valía alrededor de 540 libras sirias, hoy vale casi 3000. El trabajo es precario para todos y un trabajo no es suficiente para mantener una familia. También sufrimos por la falta de gas y la falta de diésel para calentar y hacer funcionar las fábricas, incluidos los hornos; la cola para comprar pan del pobre puede durar medio día, mientras que la de gasolina puede, en determinados momentos, ser de kilómetros y durar dos noches de espera en el coche en la carretera de la gasolinera. Por no hablar de las medicinas y tratamientos médicos: hay agricultores que tienen que vender sus tierras para no dejar morir a un hijo o una madre con cáncer o porque tienen que ir a diálisis... A pesar de esto, sin embargo, hay quienes pueden comprar pan en panaderías privadas, quienes pueden comprar diésel y gasolina a precios disparatados sin tener que esperar y hacer filas humillantes, y si se enferman pueden acudir a clínicas de lujo donde también continúan haciendo intervenciones estéticas”. Al concluir la carta, los monjes y monjas de Deir Mar Musa expresan una vez más su deseo y esperanza de seguir caminando por el camino que comenzaron a caminar junto al padre Paolo Dall'Oglio, su fundador, a pesar del dolor de su ausencia: “El horizonte de la amistad con el islam y con los musulmanes” se lee en la carta enviada a los amigos y benefactores, “está ante nuestros ojos y está presente en nuestra oración; es desde allí que Cristo nos atrae hacia él. Y nosotros, este pequeño rebaño, tenemos un pequeño deseo: que nos tengáis presentes en las oraciones para que Dios nos confirme en nuestra vocación y nos dé paz y unidad en Él”.
(GV) (Agencia Fides 14/12/2020)
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