Antes de pronunciar su catequesis desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, el Santo Padre confió que recientemente alguien le dijo que “habla demasiado sobre la oración, que no es necesario” y él respondió que “si es necesario, porque si nosotros no rezamos no tendremos la fuerza para ir hacia adelante en la vida” y añadió que “la oración es como el oxígeno de la vida, la oración es atraer hacia nosotros la presencia del Espíritu Santo que nos lleva siempre hacia adelante. Por eso, yo hablo mucho de la oración”.
Luego, el Papa explicó que “el diálogo constante con el Padre, en el silencio y en el recogimiento, es el fulcro de toda su misión”.
En esta línea, el Santo Padre destacó que “Jesús ha dado ejemplo de una oración continua, practicada con perseverancia” y exhortó a los discípulos a rezar “con insistencia, sin cansarse”.
Por ello, el Papa recordó tres parábolas relatadas en el Evangelio de San Lucas que subrayan esta característica de la oración.
En primer lugar, la del huésped que llega de imprevisto, en mitad de la noche va a llamar a un amigo y le pide pan. El amigo responde: “¡no!”, porque ya está en la cama, pero él insiste e insiste hasta que no lo obliga a alzarse y a darle el pan (Lc 11,5-8), que demuestra que “la oración debe ser sobre todo tenaz”.
“Dios es más paciente que nosotros, y quien llama con fe y perseverancia a la puerta de su corazón no queda decepcionado. Nuestro Padre sabe bien qué necesitamos; la insistencia no sirve para informarle o convencerle, sino para alimentar en nosotros el deseo y la espera”, advirtió.
La segunda parábola es la de la viuda que se dirige al juez para que la ayude a obtener justicia. Este juez es un hombre sin escrúpulos, pero al final, exasperado por la insistencia de la viuda, decide complacerla (Lc 18,1-8) por lo que el Papa alentó a invocar con valentía a Dios “sin resignarse delante del mal y la injusticia”.
Después, el Santo Padre recordó la tercera parábola en la que van a rezar al Templo un fariseo y un publicano, “el primero se dirige a Dios presumiendo sus méritos; el otro se siente indigno incluso solo por entrar en el santuario” (Lc18,9-14).
“Dios no escucha la oración de los soberbios, mientras escucha la de los humildes. No hay verdadera oración sin espíritu de humildad. Es precisamente la humildad la que nos lleva a pedir, a rezar”, afirmó.
En este sentido, el Papa Francisco subrayó que “la enseñanza del Evangelio es clara: se debe rezar siempre, también cuando todo parece vano, cuando Dios parece sordo y mudo y nos parece perder tiempo. También si el cielo se ofusca, el cristiano no deja de rezar” y recordó que “muchos santos y santas han experimentado la noche de la fe y el silencio de Dios, y han sido perseverantes”.
“En estas noches de la fe, quien reza nunca está solo. Jesús de hecho no es solo testigo y maestro de oración, es más. Él nos acoge en su oración, para que nosotros podamos rezar en Él y a través de Él. Y esto es obra del Espíritu Santo”, dijo el Papa.
De este modo, el Pontífice invitó a no olvidar al Espíritu Santo porque “el Espíritu Santo reza en nosotros, es Aquel que nos lleva a rezar, que nos lleva a Jesús, es el don que el Padre y el Hijo nos han dado para ir hacia adelante al encuentro con Dios… cuando rezamos es el Espíritu Santo el que reza en nuestro corazón”.
Por último, el Papa rezó para “que sea el Espíritu Santo, maestro de oración, a enseñarnos el camino de la oración”.
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