Vaticano: Es necesario y urgente volver a celebrar Misas con fieles

Sistema de Información del Vaticano VATICANO, 12 Sep. 20 (ACI Prensa).- En una carta remitida a las conferencias episcopales de todo el mundo, con aprobación del Papa Francisco, el Cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, aseguró que “tan pronto como las circunstancias lo permitan, es necesario y urgente volver a la normalidad de la vida cristiana, que tiene como casa el edificio de la iglesia, y la celebración de la liturgia, particularmente de la Eucaristía”.

En la carta titulada “¡Volvemos con Alegría a la Eucaristía!”, el purpurado señaló que “conscientes del hecho de que Dios no abandona jamás a la humanidad que ha creado, y que incluso las pruebas más duras pueden dar frutos de gracia, hemos aceptado la lejanía del altar del Señor como un tiempo de ayuno eucarístico, útil para redescubrir la importancia vital, la belleza y la preciosidad inconmensurable”.

“Tan pronto como sea posible, es necesario volver a la Eucaristía con el corazón purificado, con un asombro renovado, con un crecido deseo de encontrar al Señor, de estar con él, de recibirlo para llevarlo a los hermanos con el testimonio de una vida plena de fe, de amor y de esperanza”, señaló.

El Cardenal Sarah subrayó además que “aun cuando los medios de comunicación desarrollen un apreciado servicio a los enfermos y aquellos que están imposibilitados para ir a la iglesia, y han prestado un gran servicio en la transmisión de la Santa Misa en el tiempo en el que no había posibilidad de celebrarla comunitariamente, ninguna transmisión es equiparable a la participación personal o puede sustituirla”.

“Más aun, estas transmisiones, por sí solas, corren el riesgo de alejar de un encuentro personal e íntimo con el Dios encarnado que se ha entregado a nosotros no de modo virtual, sino realmente”, advirtió.

El Purpurado insistió en que “una vez que se hayan identificado y adoptado las medidas concretas para reducir al mínimo el contagio del virus, es necesario que todos retomen su lugar en la asamblea de los hermanos, redescubran la insustituible preciosidad y belleza de la celebración, requieran y atraigan, con el contagio del entusiasmo, a los hermanos y hermanas desanimados, asustados, ausentes y distraídos durante mucho tiempo”.

Más adelante, el Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos pidió que “se facilite la participación de los fieles en las celebraciones, pero sin improvisados experimentos rituales y con total respeto de las normas, contenidas en los libros litúrgicos”, así como que “se reconozca a los fieles el derecho a recibir el Cuerpo de Cristo y de adorar al Señor presente en la Eucaristía en los modos previstos, sin las limitaciones que vayan más allá de lo previsto por las normas higiénicas emanadas por parte de las autoridades públicas o de los Obispos”.

El Cardenal Sarah destacó que “un principio seguro para no equivocarse es la obediencia. Obediencia a las normas de la Iglesia, obediencia a los Obispos. En tiempos de dificultad (pensamos, por ejemplo, en las guerras, las pandemias) los Obispos y las Conferencias Episcopales pueden dar normativas provisorias a las que se debe obedecer”.

“Estas medidas dictadas por los Obispos y por las Conferencias Episcopales finalizan cuando la situación vuelve a la normalidad”, precisó.

El Purpurado aseguró que “la Iglesia continuará protegiendo la persona humana en su totalidad. Ésta testimonia la esperanza, invita a confiar en Dios, recuerda que la existencia terrena es importante, pero mucho más importante es la vida eterna: nuestra meta es compartir la misma vida con Dios para la eternidad”.

Al finalizar la carta, el Cardenal Sarah reiteró el llamado a confiarnos “a la misericordia de Dios, invocando la intercesión de la bienaventurada Virgen María”, especialmente “por todos aquellos que son probados durante la pandemia y por cualquier otra aflicción”.

La carta fue firmada por el Cardenal Robert Sarah el 15 de agosto de 2020, en la Solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María. El Papa Francisco aprobó el documento y ordenó su publicación el 3 de septiembre.

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