(zenit – 6 de marzo 2020).- En la séptima meditación de los Ejercicios Espirituales de la Curia Romana en Ariccia, Italia, el predicador, el padre jesuita Pietro Bovati, se detuvo en el tema “Lucha y Oración” y el de la “Intercesión”, indica Vatican News.
El padre describió que el día de ayer, 5 de marzo de 2020, estaba dedicado a meditar sobre el compromiso personal que el Señor exige a cada uno, según la vocación recibida, “del don de la gracia, con los deberes relacionados con esta gracia”.
Oración
El jesuita indicó que la “oración” que, “además de ser la condición de la escucha de Dios que hace posible la predicación como testimonio auténtico, es en sí misma un ministerio apostólico en su naturaleza de acogida, de gratitud por la gracia”.
Asimismo, señaló que la Escritura ofrece un modelo de este ministerio permanente de intercesión en el Libro del Éxodo, con Moisés, que “reza continuamente y su oración es efectiva y salvadora”. El teólogo actualizó este “ministerio orante de Moisés”, tal como se presenta en el capítulo 17 de dicho libro, “un episodio inusual para el Éxodo: la aparición de una lucha que debe repeler a un pueblo enemigo, Amalek”.
Y advirtió, que de él se debe extraer la enseñanza “sobre cómo quien en la comunidad es sacerdote y guía debe actuar frente al enemigo, aquel que socava la vida del pueblo de Dios”. Moisés se enfrenta a “un adversario astuto que ataca a los más débiles”, a los cansados, “a un enemigo que se aprovecha de un pueblo cansado”.
Persecución en la Iglesia
El predicador apuntó que la Iglesia siempre ha sufrido persecuciones y en su historia “el enemigo de la Iglesia” ha tomado varias formas (poder político y judicial, falsos profetas que siembran el odio y la burla contra las convicciones y el modo de vida de los cristianos).
Y esto continúa también en nuestros días, donde se produce una persecución con notas de “virulencia inaudita” en la intención “de demoler toda la Iglesia, atacando a los más débiles en la fe, mal equipados desde el punto de vista espiritual para aceptar la confrontación, el desprecio, la marginación”.
Después subrayó que “nuestro Amalek tiene formas atractivas para muchos y ataca astutamente a los que no están preparados. Enormes fuerzas ideológicas y financieras, unidas para favorecer los intereses partidistas, se han convertido en una amenaza, y utilizan todos los medios, desde la información distorsionada hasta las represalias económicas, para destruir lo que Cristo fundó”. La roca sobre la que se construye la Iglesia “resistirá al mal, pero no sin nuestra participación activa en la fe y la oración”, remarcó.
En cuanto a los instrumentos que usar para enfrentar esta batalla por el bien, «la preparación cultural en las ciencias humanas y en las ciencias religiosas debe ser objeto de un discernimiento adecuado si no queremos ser ingenuos e irresponsables ante una oleada agresiva de doctrinas y prácticas contrarias al Evangelio, en presencia de falsos profetas”. De este modo, “la formación humana y espiritual de los clérigos y los laicos parece ser hoy una prioridad apostólica”.
Comunión
El padre Bovati se refirió también al perfil de Moisés en la oración, con “su mirada hacia Dios, no porque no tenga interés en la batalla, sino porque quiere dirigirla hacia la más completa victoria. Moisés en la montaña representa la fuerza secreta que lleva al ejército al triunfo: “la inmersión en Dios es la condición indispensable para el éxito de la batalla en la tierra”.
Además, apuntó que con “humildad”, Moisés fue ayudado en su misión por los sacerdotes, Aarón y Cur, que “sostienen los brazos del hombre de Dios”. En resumen, “cada uno es indispensable, pero es en la comunión, expresión orante de la alianza entre hermanos y con Dios, donde la oración es eficaz, también porque expresa el amor, la solidaridad, la unidad, en un servicio idéntico para todo el pueblo de Dios”.
Hace falta fe
El pasaje del Evangelio de Mateo (17, 14-21), por su parte, según el sacertdote, “habla de la lucha contra satanás”, en el caso de un muchacho “guiado por impulsos que no puede controlar, símbolo de la persona que sufre y está indefensa, en grave peligro porque carece de esos recursos que le permitirían adherirse al bien”.
Su padre se dirige a los discípulos, a los que el Señor había dotado para expulsar demonios y curar las formas de maldad, pero en esta ocasión no logran, su actividad es ineficaz. Y para justificar esta ineficacia, remite a que “Jesús habla de la falta de fe, de la ‘generación incrédula y perversa”’. En este sentido, el padre Bovati puntualizó que lo que falta “no es sólo la oración” y la cuestión, de hecho, es si los discípulos “tienen al menos una migaja de fe”.
Finalmente, concluyó esta reflexión invitando a la lectura del Salmo 121, “la oración no es simple recitación”, pues, “si el corazón no se adhiere al misterio de Dios, la oración es vana”. No obstante, “incluso una oración débil, sincera y humilde, si es una apelación a esa fuerza divina que solo puede estar en el Señor, es el arma poderosa que se nos da para colaborar en la venida del Reino”.
Perdón y reconciliación
Por la tarde, la octava predicación aludió al tema de la “Intercesión”, entendida como “esa intervención de auxilio amorosa” que se ejerce hacia las personas que “necesitan el perdón y la reconciliación con Dios”.
Los sacerdotes, recuerda el padre Bovati, están llamados al “ministerio de la reconciliación”, el “más espiritual”, y lo ejercen en el Sacramento, que debe ser vivido con “compromiso, dedicación y amor”. El servicio de la misericordia implica también “la existencia de una entera comunidad”, “de cualquiera que en la Iglesia en oración” se haga “disponible para el ejercicio profético de la reconciliación”
Así, invitó a examinar el capítulo 32 del Éxodo, versículos 7-14, reiterando que el pecado “solo se conoce verdaderamente en la oración, en el encuentro cara a cara con el Señor», mirando el rostro de Dios, escuchando su voz, se comprende «la gravedad del pecado”.
De este modo, la oración que hace comprender dicha gravedad y el “deber urgente” de auxiliar a dicho pecado , que lleva a “identificarse» con el pecador, terminando por “llevar sobre sí el mal de los demás”, “introduce, impulsa y promueve” una “oración especial hacia el Señor”, la de intercesión.
Necesidad de pedir
Con respecto a la oración que el intercesor dirige al Señor, el padre jesuita considera que “Dios concede antes de que la petición llegue a los labios”, pues “Él sabe lo que necesitamos”. Aún así, exhorta a pedir, “porque así tomamos conciencia de nuestras necesidades, experimentamos la necesidad, le presentamos nuestras heridas, nuestros sufrimientos, para que así se nos conceda el sentir su compasión, gustar su amor, que escucha y cumple”.
La intercesión, por lo tanto, “mira el rostro de Dios” y es testigo de un “cambio”, del paso de la ira “a la misericordia”, a la “ternura”, de modo que se hace un “cambio radical” en el propio corazón. La intercesión, en resumen, observa “el surgimiento del deseo de Dios de salvar al hombre”, para que en el mundo “todos puedan ser atraídos por la luz de la misericordia beneficiándose del mismo perdón”.
El intercesor “obtiene de Dios” la misericordia en su oración: a partir de allí pone en práctica una serie de “acciones”, “modalidades”, “actitudes” y “operaciones” necesarias “para que los pecadores accedan al don de la misericordia divina”. Para ilustrarlo el propone el discurso de Jesús en el capítulo 18 del Evangelio de Mateo, que parte de la atención “al pequeño”, es decir, a la persona vulnerable, frágil, débil, la cual no debe ser despreciada. .
No cansarse de perdonar
Del mismo modo, con respecto a la cuestión de cuántas veces se debe perdonar, recuerda que “la búsqueda del hermano que se ha extraviado se realiza, según este texto de Mateo, con el ejercicio del diálogo”, del hablar, del emprender un “proceso gradual”que convenza al pecador pasando de la “conversación personal” a la “implicación de los testigos”, de “mediadores que apoyen el deseo de reconciliación y lo favorezcan”, hasta la implicación “de toda la comunidad”.El Salvador cumple su misión precisamente porque los pastores son “mediadores”, “unen” a la comunidad.
Por último, el padre Bovati remarcó que Jesús insta a “no cansarse” de perdonar al hermano, haciendo así, en cierto sentido, “permanente” el “ministerio de la reconciliación”. El número 70 veces 7 se entiende como “multiplicación”, pues “cuanto más pecado hay, más se multiplica la misericordia”. Con su negación, Pedro se convirtió en testigo de esta misericordia, “en el emblema de la Iglesia y de todo cristiano que perdonado, se convierte en artífice del perdón”.
La entrada Retiro cuaresmal: “Lucha y Oración” e “Intercesión”, temas de meditación se publicó primero en ZENIT - Espanol.
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