“Mirar a la persona y a las intenciones de su corazón” – Catequesis completa

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(ZENIT – 16 oct. 2019).- El Santo Padre ha indicado que Dios invita a Pedro “a mirar a la persona y a las intenciones de su corazón”, pues, “lo que hace al hombre impuro, de hecho, no viene de fuera, sino sólo de dentro, del corazón (cf. Mc 7, 21)”.

Hoy, 16 de octubre de 2019, el Papa Francisco, ha continuado con el ciclo de catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles, centrando su reflexión en el pasaje pasaje “Dios no hace acepción de personas” (Hechos 10:34). Pedro y la efusión del Espíritu sobre los paganos (Hechos de los Apóstoles 10, 34-36).

Universalidad de la salvación

En él, efectivamente, Pedro observa como el Espíritu Santo llega también a la familia pagana de Cornelio, “Dios quiere que sus hijos superen todo particularismo para abrirse a la universalidad de la salvación. Este es el objetivo: superar los particularismos y abrirse a la universalidad de la salvación, porque Dios quiere salvar a todos”, apuntó el Santo Padre.

Y añadió que, efectivamente, los bautizados – están llamados a salir de sí mismos y a abrirse a los demás, a vivir la cercanía, el estilo de vivir juntos, que transforma toda relación interpersonal en una experiencia de fraternidad (cf. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 87)”.

Pedro, testigo de la “fraternización”

Pedro es testigo de este “proceso de ‘fraternización’, narró el Papa, ya que, mientras rezaba Dios le hizo ver un lienzo que contenía varios animales considerados impuros para los judíos, haciéndole entender que todo lo que Dios ha purificado no debe ser ya considerado profano.

Después, Pedro es enviado por el Señor a casa del centurión Cornelio. Ante esa familia de paganos Pedro “predica a Cristo crucificado y resucitado y el perdón de los pecados a cualquiera que crea en Él. Y mientras Pedro habla, el Espíritu Santo se derrama sobre Cornelio y su familia. Y Pedro los bautiza en el nombre de Jesucristo (Hechos 10:48)”, relató el Pontífice.

Favorecer el encuentro

La comunidad cristiana de Jerusalén se escandaliza por el comportamiento de Pedro, que iba más allá de la costumbre, y se lo reprocha. Pero Pedro, tras dicho encuentro con Cornelio, “está más libre de sí mismo y más en comunión con Dios y con los demás porque ha visto la voluntad de Dios en la acción del Espíritu Santo”, explica el Obispo de Roma.

Ante el ejemplo de Pedro, el Santo Padre considera que aprendemos que “un evangelizador no puede ser un impedimento para la obra creadora de Dios, que ‘quiere que todos los hombres se salven’ (1 Tm 2,4), sino alguien que favorece el encuentro de los corazones con el Señor” y nos interpela a cuestionarnos si nos comportamos de esta manera con los que no son cristianos.

A continuación, reproducimos la catequesis completa del Papa Francisco.

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Catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El viaje del Evangelio en el mundo, que San Lucas relata en los Hechos de los Apóstoles, va acompañado de la creatividad suprema de Dios que se manifiesta de manera sorprendente. Dios quiere que sus hijos superen todo particularismo para abrirse a la universalidad de la salvación. Este es el objetivo: superar los particularismos y abrirse a la universalidad de la salvación, porque Dios quiere salvar a todos. Los renacidos por el agua y el Espíritu –los bautizados- están llamados a salir de sí mismos y a abrirse a los demás, a vivir la cercanía, el estilo de vivir juntos, que transforma toda relación interpersonal en una experiencia de fraternidad (cf. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 87).

Testigo de este proceso de “fraternización” que el Espíritu quiere desencadenar en la historia es Pedro, protagonista de los Hechos de los Apóstoles junto con Pablo. Pedro vive un acontecimiento que marca un cambio decisivo para su existencia. Mientras reza, tiene una visión que actúa como una “provocación” divina, para provocar un cambio de mentalidad en él. Ve un gran lienzo que baja desde las alturas y que contiene varios animales: cuadrúpedos, reptiles y pájaros, y oye una voz que le invita a comer esa carne. Como buen judío, reacciona diciendo que nunca había comido nada impuro, como prescribe la Ley del Señor (cf. Lv 11). Entonces la voz repite con fuerza: “Lo que Dios ha purificado, no lo llames tu profano” (Hch 10,15).

Con este hecho el Señor quiere que Pedro ya no evalúe los acontecimientos y a las personas según las categorías de lo puro y lo impuro, sino que aprenda a ir más allá, a mirar a la persona y a las intenciones de su corazón. Lo que hace al hombre impuro, de hecho, no viene de fuera, sino sólo de dentro, del corazón (cf. Mc 7, 21). Jesús lo dice claramente.

Después de esa visión, Dios envía a Pedro a la casa de un desconocido incircunciso, Cornelio, “centurión de la cohorte Itálica, piadoso y temeroso de Dios”, que da muchas limosnas al pueblo y continuamente ora a Dios (cf. Hch 10,1-2), pero no era judío.

En ese hogar de paganos, Pedro predica a Cristo crucificado y resucitado y el perdón de los pecados a cualquiera que crea en Él. Y mientras Pedro habla, el Espíritu Santo se derrama sobre Cornelio y su familia. Y Pedro los bautiza en el nombre de Jesucristo (Hechos 10:48).

Este hecho extraordinario –es la primera vez que paso algo así- se viene a saber en Jerusalén, donde los hermanos, escandalizados por el comportamiento de Pedro, se lo reprochan duramente (cf. Hch 11,1-3).  Pedro ha hecho algo que iba más allá de la costumbre, más allá de la ley, y por eso se lo reprochan. Pero después de su encuentro con Cornelio, Pedro está más libre de sí mismo y más en comunión con Dios y con los demás porque ha visto la voluntad de Dios en la acción del Espíritu Santo. Puede comprender, pues, que la elección de Israel no es una recompensa al mérito, sino el signo de la llamada gratuita a ser mediación de la bendición divina entre los pueblos paganos.

Queridos hermanos, del Príncipe de los Apóstoles aprendemos que un evangelizador no puede ser un impedimento para la obra creadora de Dios, que “quiere que todos los hombres se salven” (1 Tm 2,4), sino alguien que favorece el encuentro de los corazones con el Señor. Y nosotros ¿cómo nos comportamos con nuestros hermanos y hermanas, especialmente con los que no son cristianos? ¿Somos un impedimento para el encuentro con Dios? ¿Obstaculizamos su encuentro con el Padre o lo facilitamos?

Pidamos hoy  la gracia de dejarnos maravillar por las sorpresas de Dios, de no obstaculizar su creatividad, sino de reconocer y favorecer las formas siempre nuevas en que el Resucitado derrama su Espíritu en el mundo y atrae los corazones, dándose a conocer como ” el Señor de todos”. (Hechos 10.36). Gracias.

© Librería Editorial Vaticana

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