(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- La última jornada del Jubileo de la Misericordia inició hoy con un ‘tweet’ del papa Francisco: “Cerramos hoy la Puerta santa dando gracias a Dios por habernos concedido este tiempo extraordinario de gracia”.
Poco después y antes de la misa conclusiva del Año jubilar, en el hall de la basílica de San Pedro mientras se entonaba el himno del Jubileo ‘Misericordia sicut Pater‘, el Santo Padre visiblemente emocionado cerró la Puerta santa.
El Pontífice allí rezó: “Agradecidos por los dones de gracia recibidos y animados a dar testimonio en las palabras y con las obras, la ternura de tu amor misericordioso, cerramos la Puerta santa”.
A continuación el Santo Padre junto a los cardenales y obispos que le acompañaban, entre los cuales los 17 nuevos purpurados, presidió la santa misa en la plaza de San Pedro, en una solemne eucaristía que inició con el Gloria de Angelis, cantado por el coro de la Capilla Sixtina.
Las lecturas fueron en inglés y francés y el evangelio proclamado de san Lucas en italiano, idioma en el que el Pontífice celebró la misa en esta festividad de Cristo Rey. El Papa vestía paramentos color crema con algunos detalles en verde y dorado y llevaba el Palio.
En su homilía el Francisco recordó que “muchos peregrinos han cruzado la Puerta santa y lejos del ruido de las noticias han gustado la gran bondad del Señor” e invitó: “Continuemos nuestro camino juntos” sabiendo que “nos acompaña la Virgen María, también ella junto a la cruz”, que “desea acogernos bajo su manto”, conociendo que “ todas nuestras súplicas, dirigidas a sus ojos misericordiosos, que no quedarán sin respuesta”.
El Santo Padre señaló la paradoja de que en este día de la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, “Él se presenta sin poder y sin gloria: está en la cruz, donde parece más un vencido que un vencedor”.
“Porque la grandeza de su reino –subrayó– no es el poder según el mundo, sino el amor de Dios, un amor capaz de alcanzar y restaurar todas las cosas”. Por ello “vivió nuestra miseria humana, probó nuestra condición más ínfima: la injusticia, la traición, el abandono; experimentó la muerte, el sepulcro, los infiernos”.
“Pero sería poco creer –asevera el Pontífice– que Jesús es Rey del universo y centro de la historia, sin que se convierta en el Señor de nuestra vida”.
“Porque, aunque se cierra la Puerta santa, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia, que es el Corazón de Cristo. Del costado traspasado del Resucitado brota hasta el fin de los tiempos la misericordia, la consolación y la esperanza”.
Publicar un comentario