Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros,
hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento,
palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa,
por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María,
siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
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