El Papa Francisco en Japón reza en el epicentro de la bomba atómica en Nagasaki

Sistema de Información del Vaticano

NAGASAKI, 23 Nov. 19 (ACI Prensa).-
El Papa Francisco pidió oraciones “por la conversión de las conciencias y por el triunfo de una cultura de la vida, de la reconciliación y de la fraternidad” al visitar el epicentro de la bomba atómica en Nagasaki durante su viaje apostólico en Japón.

El Santo Padre visitó este 24 de noviembre el parque de la paz de Nagasaki y rezó ante el epicentro de la bomba atómica arrojada el 9 de agosto de 1945.

El Pontífice realizó esta histórica visita en un clima de profunda devoción y bajo la lluvia.

En primer lugar, el Papa entregó una ofrenda floral en el monumento que recibió de dos víctimas de la bomba atómica. Tras colocar el arreglo floral, el Santo Padre permaneció en silencio orante y después encendió una vela.

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— Mercedes De la Torre (@mercedesdelat) November 24, 2019

Durante su mensaje pronunciado en español, el Papa Francisco pidió oraciones “por la conversión de las conciencias y por el triunfo de una cultura de la vida, de la reconciliación y de la fraternidad. Una fraternidad que sepa reconocer y garantizar las diferencias en la búsqueda de un destino común”.

“Este lugar nos hace más conscientes del dolor y del horror que los seres humanos somos capaces de infringirnos. La cruz bombardeada y la estatua de Nuestra Señora, recientemente descubiertas en la Catedral de Nagasaki, nos recuerdan una vez más el indescriptible horror sufrido en su propia carne por las víctimas y sus familias”, indicó el Papa.

En esta línea, el Santo Padre destacó que “uno de los anhelos más profundos del corazón humano es el deseo de paz y estabilidad” y añadió que “la posesión de armas nucleares y de otras armas de destrucción masiva no son la respuesta más acertada a este deseo; es más, parecen continuamente ponerlo a prueba”.

 “La paz y la estabilidad internacional son incompatibles con todo intento de fundarse sobre el miedo a la mutua destrucción o sobre una amenaza de aniquilación total; solo es posible desde una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la corresponsabilidad entre toda la familia humana de hoy y de mañana”, expresó.

Además, el Pontífce dijo que la ciudad de Nagasaki “es testigo de las catastróficas consecuencias humanitarias y ambientales de un ataque nuclear” y agregó que siempre serán pocos “todos los intentos de alzar nuestra voz contra la carrera armamentista. Esta desperdicia recursos valiosos que podrían, en cambio, utilizarse en beneficio del desarrollo integral de los pueblos y para la protección del ambiente natural”.

“En el mundo de hoy, en el que millones de niños y familias viven en condiciones infrahumanas, el dinero que se gasta y las fortunas que se ganan en la fabricación, modernización, mantenimiento y venta de armas, cada vez más destructivas, son un atentado continuo que clama al cielo”.

Por ello, el Papa señaló que “un mundo en paz, libre de armas nucleares, es la aspiración de millones de hombres y mujeres en todas partes. Convertir este ideal en realidad requiere la participación de todos: las personas, las comunidades religiosas, la sociedad civil, los Estados que poseen armas nucleares y aquellos que no las poseen, los sectores militares y privados, y las organizaciones internacionales”.

En este sentido, Francisco recordó que el Papa san Juan XXIII solicitó la prohibición de las armas atómicas en 1963 en la Encíclica Pacem in terris y afirmó que “una paz internacional verdadera y constante no puede apoyarse en el equilibrio de las fuerzas militares, sino únicamente en la confianza recíproca”.

“Es necesario romper la dinámica de desconfianza que prevale actualmente, y que hace correr el riesgo de conducir al desmantelamiento de la arquitectura internacional de control de las armas”, afirmó el Papa Francisco.

De este modo, el Santo Padre aseguró que “la Iglesia Católica, por su parte, está irrevocablemente comprometida con la decisión de promover la paz entre los pueblos y las naciones” porque “es un deber al que se siente obligada ante Dios y ante todos los hombres y mujeres de esta tierra”.

“Nunca podemos cansarnos de trabajar e insistir con celeridad en apoyo a los principales instrumentos jurídicos internacionales de desarme y no proliferación nuclear, incluido el Tratado sobre la prohibición de armas nucleares”, pidió.

Además, el Pontífice señaló que en julio pasado “los obispos de Japón lanzaron un llamado para la abolición de las armas nucleares, y cada agosto la Iglesia nipona celebra un encuentro de oración de diez días por la paz”.

“Que la oración, la búsqueda infatigable en la promoción de acuerdos, la insistencia en el diálogo, sean las ‘armas’ en las que pongamos nuestra confianza y también la fuente de inspiración de los esfuerzos para construir un mundo de justicia y solidaridad que brinde garantías reales para la paz”.

Por ello, el Papa Francisco reafirmó el “convencimiento de que un mundo sin armas nucleares es posible y necesario” y pidió “a los líderes políticos que no se olviden de que las mismas no nos defienden de las amenazas a la seguridad nacional e internacional de nuestro tiempo” porque es “necesario considerar el impacto catastrófico de un uso desde el punto de vista humanitario y ambiental, renunciando al fortalecimiento de un clima de miedo, desconfianza y hostilidad, impulsado por doctrinas nucleares”.

“Resulta crucial crear herramientas que aseguren la confianza y el desarrollo mutuo, y contar con líderes que estén a la altura de las circunstancias. Tarea que, a su vez, nos involucra y reclama a todos. Nadie puede ser indiferente ante el dolor sufriente de millones de hombres y mujeres que hoy siguen golpeando a nuestras conciencias; nadie puede ser sordo ante el grito del hermano que desde su herida llama; nadie puede ser ciego ante las ruinas de una cultura incapaz de dialogar”, afirmó el Papa.

Asimismo, el Santo Padre hizo un llamado a la oración “les pido unirnos en oraciones cada día por la conversión de las conciencias y por el triunfo de una cultura de la vida, de la reconciliación y de la fraternidad. Una fraternidad que sepa reconocer y garantizar las diferencias en la búsqueda de un destino común”.

“Sé que algunos de los aquí presentes no son católicos, pero estoy seguro de que todos podemos hacer nuestra la oración por la paz atribuida a san Francisco de Asís:  Señor, haz de mí un instrumento de tu paz: donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya duda, ponga yo fe; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya tinieblas, ponga yo luz; donde haya tristeza, ponga yo alegría”.

Por último, el Papa Francisco señaló que “en este lugar de memoria, que nos sobrecoge y no puede dejarnos indiferentes, es aún más significativo confiar en Dios, para que nos enseñe a ser instrumentos efectivos de paz y a trabajar también para no cometer los mismos errores del pasado”.

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