«Iniciar nuevos
estudios sobre las causas remotas de las migraciones forzadas» para
«identificar soluciones practicables» con el fin de «asegurar a las personas el
derecho a no verse obligadas a emigrar»; y «reflexionar sobre reaccioens
negativas, a veces también discriminatorias y xenófobas, que la acogida de
inmigrantes está suscitando en países de antigua tradición cristiana»,
proponiendo «itinerarios de formación de las conciencias». Es esta la doble
tarea asignada por el Papa a la Federación internacional de universidades
católicas (FIUC).
Recibiendo el
sábado 4 de noviembre por la mañana a los participantes de la conferencia sobre
«refugiados y migrantes en un mundo globalizado» el Pontífice reafirmó la
posibilidad de los ateneos católicos, llamándolos a ofrecer respuestas
concretas en materia de «responsabilidad social, para un mundo más justo y más
humano».
Por lo que
respecta en particular al fenómeno migratorio, Francisco auspició de parte de
las comunidades académicas una «mayor valorización de los múltiples
contribuciones de los inmigrantes a las
sociedades que los acogen, como también aquellos de los que se benefician las
comunidades de origen».; y la adopción de «programas encaminados a favorecer la
instrucción de los refugiados, tanto a través de la oferta de cursos a
distancia para los que viven en campos y centros de acogida, como a través de
la asignación de becas». Y exhortó a incentivar el «voluntariado de los
estudiantes en programas de asistencia hacia los solicitantes de asilo e
inmigrantes recién llegados».
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