Papa: Seguir al Señor que nos da todo y no buscar las riquezas

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(RV).- Seguir al Señor que nos da todo y no buscar las riquezas. Lo pidió el Santo Padre Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Al comentar el Evangelio del día, el Papa insistió en la “plenitud” que Dios nos dona: una plenitud “anonadada” que culmina en la Cruz.

“No se puede servir a dos patrones”, o servimos a Dios o a las riquezas. En la víspera del Miércoles de Ceniza, Francisco subrayó que, en los días que preceden a la Cuaresma, la Iglesia “nos hace reflexionar sobre la relación entre Dios y las riquezas”. De ahí que haya recordado el encuentro entre el “joven rico, que quería seguir al Señor, pero que al final, era tan rico que eligió las riquezas”.

Dios se da totalmente en medida rebosante

El comentario de Jesús – observó el Papa Bergoglio – asusta un poco a los discípulos: “Cuán difícil es que un rico entre en el Reino de los Cielos. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja”. Hoy – dijo Francisco – el Evangelio de Marcos nos muestra a Pedro mientras pregunta al Señor que será de ellos que han dejado todo. Parece casi – comentó el Santo Padre – que “Pedro le estaba pasando la cuenta al Señor”:

“No sabía qué decir: ‘Sí, éste se ha ido, ¿pero nosotros?’. La respuesta de Jesús es clara: ‘Yo les digo: no hay nadie que haya dejado todo sin recibir todo’. ‘He aquí que nosotros hemos dejado todo’. ‘Recibirán todo’, con aquella medida desbordante con la que Dios da sus dones. ‘Recibirán todo. No hay nadie que haya dejado casa o hermanos, o hermanas, o madres, o padres, o hijos, o campos por mi causa o por causa del Evangelio, que no reciba ya ahora, en este tiempo, cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, campos, y la vida eterna en el tiempo que vendrá’. Todo. El Señor no sabe dar menos que todo. Cuando Él da algo, se da a sí mismo, que es todo”.

Sin embargo, añadió el Pontífice, “hay una palabra”, en este pasaje del Evangelio, “que nos hace reflexionar: recibe ya ahora en este tiempo cien veces en casas y hermanos, junto a persecuciones”.

El don de Dios es una plenitud anonadada, el estilo del cristiano es la Cruz

Y dijo que esto es “entrar” en “otro modo de pensar, en otro modo de actuar. Jesús se da a sí mismo todo, porque la plenitud de Dios es una plenitud anonadada en la Cruz”:

“Éste es el don de Dios: la plenitud anonadada. Y éste es el estilo del cristiano: buscar la plenitud, recibir la plenitud anonadada y seguir por aquel camino. No es fácil, no es fácil esto. ¿Y cuál es el signo, cuál es la señal de que yo voy adelante en este dar todo y recibir todo? Lo hemos escuchado en la Primera Lectura: ‘Glorifica al Señor con ojo contento. En cada ofrenda muestra tu rostro feliz, con alegría consagra tu diezmo. Da al Altísimo según el don recibido de Él y con ojo contento según tu voluntad’. Ojo contento, rostro feliz, alegría, ojo contento… El signo de que nosotros vamos por este camino del todo y nada, de la plenitud anonadada, es la alegría”.

San Alberto Hurtado ejemplo de alegría en el Señor en medio de las tribulaciones

En cambio – dijo también el Papa – al joven rico “se le oscureció el rostro y se fue entristecido”. “No fue capaz de recibir, de acoger esta plenitud anonadada – añadió – como los Santos o el mismo Pedro la acogieron. Y en medio de las pruebas, de las dificultades, tenían un rostro feliz, ojos contentos y alegría del corazón”. Y éste – evidenció Francisco – “es el signo”. A la vez que concluyó su homilía recordando la figura del Santo chileno Alberto Hurtado:

“Trabajaba siempre, dificultad tras dificultad, tras dificultad… Trabajaba por los pobres… Verdaderamente fue un hombre que trazó un camino en aquel país… La caridad para la asistencia a los pobres… Pero fue perseguido. Tantos sufrimientos. Pero él, cuando estaba precisamente allí, anonadado en la cruz, decía: ‘Contento, Señor, Contento’, ‘Feliz, Señor, feliz’. Que él nos enseñe a ir por este camino, que nos dé la gracia de ir por este camino, un poco difícil, del todo y nada, de la plenitud anonadada de Jesucristo, y decir siempre, sobre todo en las dificultades: ‘Contento, Señor, contento’”.

(María Fernanda Bernasconi – RV).


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