Martín no se quedó en la escoba, entró por la puerta de servicio a lo más alto de todo

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REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz 

Podés contárselo a los chicos, porque su persona es realmente simpática y también las imágenes que lo representan. Hoy tendría en la mano una aspiradora en lugar de la escoba, pero el perro, el gato y el ratón son mucho más que las simples mascotas en los departamentos. Se trata de Martín de Porres, el mulato contemporáneo de santa Rosa de Lima, patrona de América Latina.

Cuando Martín nació en 1579, su padre español no lo quiso reconocer porque salió mulato como su madre y lo anotaron como hijo de “padre desconocido”. Y los religiosos dominicos lo recibieron en el convento en calidad de “donado”, es decir, en el servicio y no como religioso con todos sus deberes y derechos, para hacer los trabajos que los otros no querían hacer. Pero Martín entró y llevó a muchísimos otros con él, a la casa del Cielo, por la puerta de los trabajos humildes y de la caridad exquisita.

La escoba representa estos trabajos humildes, que no se limitaron a cosas simples del convento, también representa el trabajo arduo de la oración intensa en la que llegó a grado altísimo y también el trabajo de la caridad con los pobres y enfermos de fuera del monasterio. Una amor por el prójimo hasta la ofrenda de su ser y su vida, que resplandece con sus milagros en vida.

Murió enfermo el 3 de noviembre de 1639 en Lima, Perú, pero sigue trabajando por nosotros con su intercesión de santo en el cielo. San Martín de Porres, ruega por nuestra comunidad de amigos en el Señor.

 


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