El Papa Francisco en rueda de prensa tras concluir su Viaje a Suecia

Sistema de Información del Vaticano

(RV).- “Migrantes, trata de seres humanos, laicidad, sacerdocio femenino y mundanidad espiritual”, algunos de los temas tratados por el Papa Francisco en la tradicional rueda de prensa tras concluir el 17º Viaje Apostólico Internacional de su pontificado que lo llevó a Suecia, con ocasión de la Conmemoración Conjunta, luterano-católica, de los 500 años del inicio de la Reforma protestante.

Al tomar la palabra, el Santo Padre agradeció a los periodistas que lo acompañaron en su visita a este país escandinavo, por la labor desarrollada y por soportar las adversidades climáticas que les tocó vivir. Tras el agradecimiento de Greg Burke, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, la primera pregunta la formuló Elin Swedenmark, de la agencia sueca “TT”, quien retomando las palabras del Pontífice en el Evento Ecuménico en Malmö, en la cual hablaba de la ‘revolución de la ternura’ para acoger y recibir a los prófugos y migrantes de los países en conflicto, le preguntó: ¿Cuál es su mensaje para la gente que teme que la llegada de los refugiados pueda amenazar la cultura del cristianismo en Europa? Y ¿Cuál es su mensaje para Suecia que después de una larga tradición de acogida de refugiados, ahora comienza a cerrar sus propias fronteras?

“Antes que nada, yo como argentino y sudamericano – dijo el Papa – agradezco mucho a Suecia por esta acogida, porque muchos argentinos, chilenos, uruguayos en el tiempo de las dictaduras militares han sido acogidos en Suecia. Suecia tiene una larga tradición de acogida. Y no solamente para recibir, sino integrar, buscar enseguida una casa, escuela, trabajo… integrar en un pueblo. Me han dicho las estadísticas, dijo el Papa, tal vez me equivoque, no estoy seguro. ¿Cuántos habitantes tiene Suecia? ¿Nueve millones? De estos nueve millones, 850 mil serian ‘nuevos suecos’, es decir, migrantes o refugiados o sus hijos. Esto es lo primero. Segundo: se debe distinguir entre migrante y refugiado. El migrante debe ser tratado con ciertas reglas porque migrar es un derecho, pero es un derecho bastante reglamentado. En cambio, ser refugiado es provenir de una situación de guerra, de angustia, de hambre, de una situación terrible y el status de refugiado necesita más atención, más trabajo. También en esto, Suecia siempre ha dado un ejemplo en para organizar, para hacer aprender la lengua, la cultura y también integrar en la cultura. Sobre este aspecto de la integración de las culturas, no debemos asustarnos, porque Europa se ha formado con una continua integración de culturas, muchas culturas… Creo que el hecho que hoy en Islandia un islandés, con su lengua pueda leer sus clásicos de mil años atrás sin dificultad, significa que es un país con poca inmigración, pocos grupos. Europa se ha formado con la migración… Luego, que cosa pienso de los países que cierran sus fronteras: creo que en teoría no se puede cerrar el corazón a un refugiado, también se necesita la prudencia de los gobernantes; debe ser muy abiertos para recibirlos, pero también hacer los cálculos para poder organizarlos, porque a un refugiado no sólo se le debe recibir, sino se le debe integrar. Y si un país tiene una capacidad de veinte de integración, por así decirlo, lo haga hasta esto. Otro tal vez más, haga más. Pero siempre con el corazón abierto: no es humano cerrar las puertas, no es humano cerrar el corazón, y a la larga esto se paga. Aquí, se paga políticamente; como también se puede pagar políticamente una imprudencia en los cálculos, en el recibir más de aquello que se puede integrar. Porque, ¿cuál es el peligro cuando un refugiado o un migrante – esto vale para ambos – no es integrado? Permítanme – tal vez es un neologismo – se ghettizza, es decir, entra en un ghetto. Y una cultura que no se desarrolla en relación con otra cultura, esto es peligroso. Yo creo que el peor consejero para un país que lo lleva a cerrar sus fronteras sea el miedo, y el mejor consejero sea la prudencia. En estos días, he hablado con un funcionario del gobierno sueco, y me decía las dificultades que hay en este momento – esto en relación a la última pregunta – algunas dificultades porque hay muchas que no se puede resolver a tiempo, encontrar la escuela, casa, trabajo, aprender la lengua. La prudencia debe hacer sus cálculos. Yo no creo que si Suecia disminuye su capacidad de acogida la haga por egoísmo o porque ha perdido esta capacidad; si hay algo de este tipo, es por esta última cosa que he dicho: hoy muchos miran a Suecia porque conocen su acogida, pero no hay tiempo necesario para organizarlos a todos”.

A continuación, Anna Cristina Kappelin, de la televisión sueca Sveriges TV, resaltando la importancia del encuentro ecuménico en Suecia, le preguntó: ¿Si es realista pensar en mujeres sacerdotes en la Iglesia católica en los próximos decenios? Y si no, ¿Por qué? ¿Los sacerdotes católicos tienen miedo de la competición?

“Leyendo un poco la historia de esta zona, en donde hemos estado, he visto que hubo una reina que se quedó viuda tres veces, y dije: esta mujer es fuerte. Y me dijeron: ‘Las mujeres suecas son muy fuertes y muy buenas, y por esto algunos hombres suecos buscan una mujer de otra nacionalidad…’. Sobre la ordenación de las mujeres en la Iglesia Católica, la última palabra clara fue la que dio Juan Pablo II. Y sigue siendo la misma. Sobre la competición, no lo sé…

Si leemos bien la declaración de San Juan Pablo II, va en esta línea. Las mujeres pueden hacer muchas cosas mejor que los hombres. Y también en ámbito dogmático – para aclarar, y no solo dar una referencia a un documento – en la eclesiología católica existen dos dimensiones: la dimensión petrina, que es aquella de los apóstoles, Pedro y el colegio apostólico, los obispos; y la dimensión mariana, que es la dimensión femenina de la Iglesia. Y esto lo he dicho más de una vez. Yo me pregunto, ¿Quién es más importante en la teología y en la mística de la Iglesia? ¿Los apóstoles o María, en el día de Pentecostés? Es María: la Iglesia es mujer. Es ‘la’ Iglesia y no ‘el’ Iglesia. La Iglesia esposa de Jesucristo. Es un misterio nupcial. Y a la luz de este misterio se entiende el porqué de estas dos dimensiones: la dimensión petrina, es decir episcopal, y la dimensión mariana, con todo aquello que es la maternidad de la Iglesia, pero en sentido profundo. No existe la Iglesia sin esta dimensión femenina, porque ella misma es femenina”.
(Renato Martinez – Radio Vaticano)


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