Dios no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos viven para él, afirma Jesús en el Evangelio

Sistema de Información del Vaticano

REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Con lectura del Evangelio 5 minutos

El amor de Dios en el corazón de Cristo no solamente es más fuerte y poderoso que todo y ya ha vencido la muerte y el mal, sino que además el amor de Dios es tan grande que en él se fusionan y fusionaran también, todos esos otros amores nuestros sagrados, como el amor de los esposos, de los padres y los hijos, de los hermanos, de los amigos, como una gota en el océano inmenso del Amor de Dios, porque Dios es Amor.

Esa zarza que ardía en el desierto, que le llamó la atención a Moises porque ardía sin consumirse y desde donde el mismo Dios le habló a Moises y le dio la misión, es imagen de ese amor fuerte y grande de Dios y fue el ejemplo que Jesús les puso a los Saduceos, que no creían en la resurrección y que le preguntaron de quien sería esposa la mujer que se casó sucesivamente con siete hermanos.

Jesús relaciona la resurrección con la continuidad del amor de Dios fuerte y grande que desde la zarza nombra a Abraham, Isaac y Jacob, porque los lleva en el corazón. Todos están vivos en Dios.

Jesús les dice “en el mundo futuro y de la resurrección, no se casarán”. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles, hijos de Dios, hijos de la resurrección… Porque Dios no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él". Bendición para todos en el día del Señor


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