REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
En el Jubileo de los Excluidos, último del Año de la Misericordia, el Papa aseveró que las palabras del profeta Malaquías: los iluminará el sol de justicia, “están dirigidas a aquellos que confían en el Señor, que ponen su esperanza en él, eligiéndolo como el bien más alto de sus vidas y negándose a vivir sólo para sí mismos y su intereses personales. Para ellos, pobres de sí mismos pero ricos de Dios, amanecerá el sol de su justicia: ellos son los pobres en el espíritu, a los que Jesús promete el reino de los cielos (cf. Mt 5,3), y que Dios, por medio del profeta Malaquías, llama mi “propiedad personal” (Ml 3,17)”.
El Obispo de Roma dijo que el profeta “los contrapone a los arrogantes, a los que han puesto la seguridad de su vida en su autosuficiencia y en los bienes del mundo. La lectura de esta última página del Antiguo Testamento –dijo- suscita preguntas que nos interrogan sobre el significado último de la vida: ¿En dónde busco mi seguridad? ¿En el Señor o en otras seguridades que no le gustan a Dios? ¿Hacia dónde se dirige mi vida, hacia dónde está orientado mi corazón? ¿Hacia el Señor de la vida o hacia las cosas que pasan y no llenan?.
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