“Oh médico divino de las almas y de los cuerpos, Jesús Redentor, que durante tu vida mortal mostraste predilección por los enfermos sanándolos con el toque de tu mano omnipotente, nosotros, llamados a la ardua misión de médicos, te adoramos y reconocemos en ti nuestro excelso modelo y apoyo. Dilata tu amor en nuestros corazones de modo que, reconociéndote en los que sufren, especialmente en los más abandonados, respondamos con solicitud incansable a la confianza que ellos depositan en nosotros. Concédenos que nosotros mismos, por la conducta cristiana en la vida y por el recto ejercicio de la profesión, merezcamos un día escuchar de tus labios la beatificante sentencia prometida a quienes te visitaron enfermo en los hermanos: “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros.”
Publicar un comentario