Nomadelfia: “La ley de la fraternidad” que soñó don Zeno Saltini

Sistema de Información del Vaticano

(ZENIT – 10 mayo 2018).- El Papa ha destacado en su discurso ofrecido en Nomadelfia, esta mañana, que “la ley de la fraternidad” que caracteriza esta comunidad fue “el sueño y la meta” de toda la existencia de don Zeno, que quería una comunidad de vida inspirada en el modelo descrito en los Hechos de los Apóstoles.

Así, Francisco ha valorado el cuidado que tienen los de Nomadelfia por los niños huérfanos o marcados por la dificultad, tratados con lenguaje del amor, “el único lenguaje que don Zeno comprendía que entendían”, ha explicado el Papa.

Asimismo, el Santo Padre les ha agradecido otro “signo profético y de gran humanidad”: La atención amorosa a los ancianos que, incluso cuando no gozan de buena salud, se quedan con la familia y están ayudados por los hermanos y hermanas de toda la comunidad.

A las 7:30 horas de esta mañana, el Santo Padre Francisco despegó del helipuerto del Vaticano para ir a Nomadelfia, provincia y diócesis de Grosseto, para encontrar a la comunidad fundada por Don Zeno Saltini (1900-1981), y a Loppiano, provincia de Florencia y diócesis de Fiesole, donde ha visitado la Ciudadela Internacional del Movimiento de los Focolares.

Encuentro con la comunidad

El Pontífice ha rezado ante la tumba de Don Zeno Saltini y al salir del cementerio, pasó frente a las tumbas de los primeros miembros de la comunidad. Luego se trasladó en automóvil al “Poggetto”. Allí encontró al núcleo familiar, visitó la casa central y la capilla en la confío a dos familias dos niños acogidos según la fórmula utilizada en la Comunidad.

Al final, el Santo Padre llegó en automóvil a la Sala “Don Zeno” para encontrarse con la comunidad de Nomadelfia. Después del saludo de bienvenida del presidente de la comunidad, Francesco Matterazzo, y  de un breve recibimiento con poemas, canciones y bailes, el Papa ha pronunciado un discurso.

Finalmente, después del intercambio de regalos, el Papa salió  de la Sala “Don Zeno” y fue en automóvil al campo de deportes donde, alrededor de las 9:30 horas, despegó con destino a Loppiano.

RD

Publicamos a continuación el discurso pronunciado  por el Papa durante el encuentro.

***

Discurso del Papa Francisco

¡Queridos hermanos y hermanas de Nomadelfia!

He venido aquí, en medio de vosotros en el recuerdo de don Zeno Saltini y para expresar mi apoyo a vuestra comunidad fundada por él. Os saludo a todos con afecto: a vuestro presidente Francesco Matterazzo, al párroco, el padre Ferdinando Neri, a los numerosos amigos y al obispo de Grosseto, en cuya diócesis estáis insertados y que sigue con atención el camino de la obra de don Zeno. Nomadelfia es una realidad profética que tiene como objetivo crear una nueva civilización, poniendo en práctica el Evangelio como una forma de vida buena y bella.

Vuestro fundador se dedicó con ardor apostólico a preparar el terreno para las semillas del Evangelio, para que diera frutos de vida nueva. Crecido en medio de los campos de las fértiles llanuras de Emilia, sabía que, cuando llega la estación apropiada, es el momento de tomar  el arado y preparar el terreno para la siembra. Se le había quedado imprimida la frase de Jesús: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios” (Lc 9:62). La repetía a menudo, quizás previendo las dificultades que habría encontrado para encarnar, en la realidad de la vida cotidiana, la fuerza renovadora del Evangelio.

La ley de la fraternidad que caracteriza vuestra vida, fue el sueño y la meta de toda la existencia de don Zeno, que quería una comunidad de vida inspirada en el modelo descrito en los Hechos de los Apóstoles: “La multitud de los creyentes no tenía sino  un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos” (Hechos 4:32). Os exhorto a continuar con este estilo de vida, confiando en la fuerza del Evangelio y del Espíritu Santo, mediante vuestro límpido testimonio cristiano.

Frente a los sufrimientos de los niños huérfanos o marcados por la dificultad, Don Zeno comprendió que el único lenguaje que entendían era el del amor. Por lo tanto, supo  identificar una forma particular de sociedad en la que no hay lugar para el aislamiento o la soledad, sino que se rige por  el principio de colaboración entre las diferentes familias, donde los miembros se reconocen como hermanos en la fe. Así en Nomadelfia, en respuesta a una vocación especial del Señor, se establecen lazos mucho más sólidos que los del parentesco. Se actúa una consanguinidad con Jesús, propia de quien ha renacido de nuevo del agua y del Espíritu Santo y según las palabras del divino Maestro: “Quien cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi, hermana y mi madre” (Mc 3:35). Este vínculo especial de consanguinidad y de familiaridad, también se manifiesta en las relaciones mutuas entre las personas: todos se llaman por  nombre, nunca por apellido, y en las relaciones diarios  se usa el familiar “tú”.

También quiero resaltar otro signo profético y de gran humanidad de Nomadelfia: se trata de la atención amorosa a los ancianos que, incluso cuando no gozan de buena salud, se quedan con la familia y están ayudados por los hermanos y hermanas de toda la comunidad. Continuad por este camino, encarnando el modelo del amor fraternal, también a través de obras y signos visibles, en los múltiples contextos donde  la caridad evangélica os llama, pero siempre conservando el espíritu de Don Zeno, que quería un Nomadelfia “ligera” y esencial en sus estructuras. Frente a un mundo a veces hostil a los ideales predicados por Cristo, no dudéis en responder con el testimonio alegre y sereno de vuestra vida, inspirada en el Evangelio.

Muchas gracias por la calidez y el ambiente familiar con el que me habéis recibido. Ha sido un encuentro breve pero lleno de significado y emoción. Lo llevaré conmigo, especialmente en la oración. Llevaré vuestras caras: las caras de una gran familia con el sabor puro del Evangelio.

Y ahora, disfrutando de la alegría de ser todos hermanos porque somos hijos del Padre Celestial, recemos juntos el Padrenuestro.

(Padrenuestro)

Y ahora os imparto a todos vosotros, a vuestras familias, a vuestros seres queridos la bendición apostólica, invocando sobre cada uno la luz y la fuerza del Espíritu Santo.

Bendición

Y rezad por mí, ¡no os olvidéis!

Palabras finales

Muchas gracias por la acogida. Y por los regalos que son “regalos de familia”, esto es muy importante: son regalos que vienen del corazón, de la familia, de aquí; sencillos pero ricos de significado.

Gracias, muchas gracias, por vuestra acogida, por vuestra alegría.

¡Y seguid adelante! Gracias

© Librería Editorial Vaticano

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