P. Antonio Rivero: “¡Qué serio y sublime es el Jueves Santo!”

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JUEVES SANTO
Ciclo B
Textos: Ex 12, 1-8. 11-14; 1 Co 11, 23-26; Jn 13, 1-15

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

Idea principal: Tanto los gestos y acciones, como las palabras y silencios de Jesús son cuasi  “sacramentos” de Cristo que realizan lo que significan y demuestran la seriedad y sublimidad del momento. 

Síntesis del mensaje: Con la Misa de hoy damos por concluida la Cuaresma e iniciamos el Triduo Pascual, que abarcará los tres días siguientes: Viernes, Sábado y Domingo. Tradicionalmente en la mañana de este Jueves, se celebraba la misa de reconciliación de los que durante la Cuaresma habían hecho el camino de los “penitentes”. La misa de hoy recuerda la institución de la Eucaristía, el mandamiento del amor fraterno y la institución del ministerio sacerdotal.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, los gestos. Primer gesto: Jesús se levanta de la misa, se quita el manto, toma la toalla, se la ciñe, pone agua en la jofaina y lava los pies de los discípulos. Todas estas acciones son señal visible de un significado invisible, portador de la gracia divina aquí y ahora para nosotros. Con ese primer gesto, Jesús estaba entregando a su Iglesia el mandamiento de la caridad fraterna y del servicio eclesial; todos somos hermanos y con la misma dignidad. Segundo gesto del Jueves Santo: el pan y el vino que Él consagra, convirtiéndolos en su Cuerpo glorioso y en su Sangre bendita para nuestra transformación en Él y alimento y consuelo para el camino. Tercer gesto: impone las manos a los doce discípulos, haciéndoles sus sacerdotes, continuadores de sus misterios de salvación. Y éstos, a su vez, deberán seguir esa cadena, prolongando el sacerdocio de Cristo por todos los rincones de la tierra, a quienes Dios llamó a tan sublime vocación.

En segundo lugar, las palabras que realizan lo que significan, pues son eficaces.  Primera palabra: “Amaos los unos a los otros, como Yo os amé”, imperativo que podemos vivir con la gracia de Cristo. Segunda palabra: “Tomad y comed…tomad y bebed”, imperativo que transformó en realidad lo que había sigo una figura en la Pascua judía; Cristo será el Cordero de Dios y en cada Eucaristía hacemos presentes la nueva cena pascual inaugurada por Cristo en ese Jueves Santo, pues cada vez que se celebre este rito se recordará la muerte del Señor hasta el día de su venida. Tercera palabra: “Haced esto en conmemoración mía”; palabra esta que la Iglesia siempre meditó y en la que fundamentó el sacramento del Orden Sacerdotal, por el que un hombre de carne y hueso es configurado con Cristo Cabeza y Pastor, a quien con su ministerio sacerdotal hacen visible a Cristo en la comunidad, a quien sirve con caridad pastoral.

Finalmente, los silencios. ¡Cuántos silencios en esa noche santa del Jueves Santo! Silencio del alma y de su voluntad para no gritar al Padre ante la Pasión que se avecinaba y que su Padre quiso para redimirnos. Silencio de los sentimientos que en esos momentos estaban convulsionados ante la traición de Judas, la resistencia de Pedro, el abandono del resto de los apóstoles, la prisión y la agonía…sentimientos que tenía que controlar, sublimar. Silencio de sus pasiones irascibles, sometidas todas a la fuerza y bálsamo del amor. Silencio de los ojos para ver a todos con los ojos misericordiosos del Padre, sin odio, sin reproches; sólo derramarían lágrimas y manifestaban un velo de tristeza. Silencio de la boca, para sólo pronunciar esas palabras sacramentales, y guardar sus palabras de queja, para crucificarlas en la cruz el Viernes Santo. Silencio de los pies para no ir en busca de consuelos humanos, sino postrarse en el suelo en oración al Padre.

Para reflexionar: ¿Agradezco todos los días el don de la Eucaristía, del Sacerdocio y del Mandamiento de la caridad? ¿Vivo la Eucaristía cada día con más fervor y me compromete a ser yo Eucaristía para mis hermanos mediante el sacrificio de mi vida? ¿Trato a todos los hombres y mujeres como hermanos en Cristo y los trato como trataría a Cristo? ¿Rezo todos los días por los sacerdotes y les agradezco el servicio insustituible que realizan en bien de mi alma?

Para rezar: Señor, gracias por el don de la Eucaristía, que te comamos y te asimilemos con alma limpia. Gracias, por el mandamiento de la caridad fraterna que cura nuestros egoísmos y ambiciones. Gracias, por darnos sacerdotes según tu corazón; guárdalos en la fidelidad a ti y a la Iglesia.

Para cualquier duda o pregunta, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org

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